La ONU y la OEA fueron organismos importantes en su momento, es decir, cuando se fundaron. La primera se fundó en 1945 por 51 países, terminada la II guerra mundial con el propósito de buscar la paz mundial, en lo que fueron fundamentales Franklin Delano Roosevelt y Harry Truman, su reemplazo por fallecimiento, Winston Churchill y Stalin, quienes se unieron para derrotar a la Alemania nazi de Adolf Hitler.

Y la segunda, o sea la OEA, una organización internacional panamericanista, de ámbito regional y continental creada el 30 de abril de 1948, con el propósito de ser un foro político para tomar decisiones, dialogar multilateralmente e integrar a todos los países de América.

Inicialmente, funcionaron eficazmente. Infortunadamente, con el transcurso del tiempo, fueron perdiendo el norte de sus objetivos al permitir que el comunismo antes, hoy socialismo o “progresismo”, se tomaran algunas entidades internas muy importantes que se han utilizado para politizar, de forma sesgada, decisiones sobre hechos sensibles y disciplinarios en los que han o están involucrados países democráticos.

No es sino mencionar el Consejo de Seguridad de la ONU, manipulada por Rusia y China, países con un poder de veto increíble, paralizando lo que no les conviene a sus objetivos o activando lo que les sirve.

Uno de esos sub-organismos es la CIDH ( Comisión internacional de Derechos Humanos), integrada en su gran mayoría por abogados de tendencia o mentalidad izquierdista, donde se sancionan moral y económicamente a países o gobernantes con otro tinte ideológico, cuando los acusados o sancionados son de izquierda.

Es una actitud bochornosa cuando actúan de semejante manera, sobre todo cuando algún acusado de izquierda se roba los presupuestos que pertenecen a los pueblos que gobiernan, con el cuento de que como fueron elegidos por voto popular no pueden ser disciplinados por una entidad gubernamental distinta a la internacional antes mencionada.

En la OEA, el actual secretario general es de izquierda, así como su antecesor y, en la ONU, el mediocre de Guterrez también.

Cuando organismos como estos se politizan en favor de unos y en contra de otros, llegamos a la conclusión de que ha sido “peor el remedio que la enfermedad”.

Por eso algunos o muchos mandatarios o curuleros cuando sienten amenazada su autonomía delincuencial, amenazan, en cualquier circunstancia, con llevar sus casos a la CIDH porque saben de antemano, que serán declarados inocentes, amén de ser indemnizados con altas sumas de dinero que salen de los impuestos de los ciudadanos de los países afectados.