Pasadas las fiestas decembrinas, enero llega con sentimientos encontrados. Somos un mar de propósitos, queremos apuntarnos en todo para aprovechar mejor este ratico llamado vida y así entramos a la ola diaria.
Como la vida con música suena mejor, nos pegamos de las tendencias, nos volvemos ‘retro’ cuando volvemos a escuchar y cantar canciones de hace varias décadas y así seguimos caminando o corriendo según sea nuestra dinámica.
Pero qué pasa cuando la música que escuchamos y que disfrutamos a grito herido nos dice que “golpe con golpe yo pago, beso con beso devuelvo”.
No se trata de “tirarse las canciones con una deconstrucción”, se trata de entender que nuestro comportamiento diario ha traspasado cualquier barrera de la imaginación ‘garciamarquiana’, y se ha convertido en un toma y dame bastante convulsivo.
El encarar al vecino que pidió un poco de silencio a las tantas de la madrugada, ya es un hábito que se ve más allá del ring del boxeo.
Dentro de esos propósitos para este 2024 pido que esa canción que dice :“Mátala, mátala, mátala, mátala. No tiene corazón mala mujer” no se repita más como coro en los conteos de mujeres asesinadas por sus parejas o víctimas de violencia intrafamiliar.
Y es que somos lo que escuchamos, somos lo que consumimos, si queremos generar un cambio a nivel social, ese cambio debe empezar con pequeñas acciones, desescalar el grado de violencia en nuestro diario vivir, como afrontamos la vida y cómo decidimos ser parte o no de la sociedad.
TW: @guerreroisabel