La ilusión y esperanza que despierta una campaña política a la presidencia de la república no tiene comparación, cada cuatro años nos paramos frente a la posibilidad de cambios profundos y reales traducidos en propuestas de gobierno que en tarima y bajo la emoción del discurso parecen absolutamente posibles, pero a la hora de realizarlas nos damos cuenta de que la gran mayoría solo se trataba de eso, puro discurso.

En 2022 gracias a la democracia que sí funciona en Colombia y que en absoluto puede compararse con el régimen dictatorial de Venezuela, el país confió en la palabra de Gustavo Petro y lo eligió presidente de la República, sus promesas de transparencia, de lucha por los más desfavorecidos, de mejorar la calidad de vida de los más desamparados, de un ejercicio político de hermandad y no confrontación bajo un acuerdo de unidad nacional, rápidamente se hicieron humo por escándalos que empezaron a surgir al interior de su mismo gobierno, incluso de su familia.

Ante la seguidilla de escándalos nacionales, el presidente de la República aprendió a dirigir la atención de la opinión pública a otros temas y poner hablar al país fuera de los evidentes problemas y desaciertos de su gobierno, un ejemplo reciente fue cuando gracias a un excelente trabajo de la prensa, que tanto critica el presidente, se dieron a conocer posibles actos de corrupción con sobrecostos por miles de millones, en procesos de contratación al interior de la unidad para la gestión de riesgos y desastres en proyectos que beneficiarían al departamento de la Guajira, departamento que tanto sirvió al presidente y su equipo en campaña para señalar los errores del pasado, nuevamente parece ser presa de la corrupción y el robo.

Pero para distraer al país, que sorprendido conocía las pruebas del equipo periodístico, el presidente lanzó la tesis de que el sistema electoral colombiano es peor que el de Venezuela, vaya forma de distracción nacional.

Así mismo cuando el presidente se da cuenta de que algo no está saliendo bien en su administración, pone hablar al país de la tecnocracia que no lo deja avanzar, cuestionando aún la misma ciencia y la educación que tanto afirma defender como instrumento de cambio.

Si constantemente el presidente resalta el salto histórico en educación durante su gobierno, la gratuidad en educación pública superior, educación para la industrialización, educación como camino a la paz, ¿por qué insiste en señalar e incluso en despedir públicamente a funcionarios que en la aplicación de conocimientos adquiridos en las aulas educativas, no le dan la razón y le hacen ver que todo no es como él piense, quiera y diga?

Por ello, el nombramiento de personas sin experiencia ni conocimientos específicos en cargos de alta especialidad técnica, y el cambio en el manual de funciones para poder nombrar en cargos directivos perfiles que se ajusten a la intención del presidente y no a la necesidad puntual de la entidad, demuestra que la mayor apuesta del presidente es neutralizar a quienes no piensan como él, tildándolos hasta de traidores por hacer lo que la ley establece que se debe hacer.

Lo que el presidente da entender es la intención de que su palabra sea la ley sobre la que su gobierno camine y haga, no la ley tramitada en el Congreso de la República, no las sentencias de las Cortes, no lo dicho por la evidencia científica, no las recomendaciones de sociedades científicas, ni los resultados de grupos de investigación universitarios, no los ejemplos históricos de fracasados gobiernos que intentaron desarrollar un modelo económico similar al que piensa el presidente.

Quizás el problema del primer mandatario es no reconocer que fue elegido en el marco de una democracia constitucional, con equilibrio de poderes y no en un régimen monárquico absolutista donde la palabra del Rey es ley, tal vez si reconociera los sanos límites que le impone la ley, tal vez si agradeciera la democracia que lo ha elegido senador, alcalde y presidente, Petro seguiría siendo una ilusión con posibilidades reales y prácticas de

QOSHE - Petro, de la ilusión a la decepción - Víctor Manuel Salcedo
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Petro, de la ilusión a la decepción

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06.03.2024

La ilusión y esperanza que despierta una campaña política a la presidencia de la república no tiene comparación, cada cuatro años nos paramos frente a la posibilidad de cambios profundos y reales traducidos en propuestas de gobierno que en tarima y bajo la emoción del discurso parecen absolutamente posibles, pero a la hora de realizarlas nos damos cuenta de que la gran mayoría solo se trataba de eso, puro discurso.

En 2022 gracias a la democracia que sí funciona en Colombia y que en absoluto puede compararse con el régimen dictatorial de Venezuela, el país confió en la palabra de Gustavo Petro y lo eligió presidente de la República, sus promesas de transparencia, de lucha por los más desfavorecidos, de mejorar la calidad de vida de los más desamparados, de un ejercicio político de hermandad y no confrontación bajo un acuerdo de unidad nacional, rápidamente se hicieron humo por escándalos que empezaron a surgir al interior de su mismo gobierno, incluso de su familia.

Ante la seguidilla de........

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