Hoy no hay un título más acertado para la difícil situación que vive la “Villa de Céspedes” que el del libro del ilustre escritor tulueño Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Es que la penosa realidad que afronta este municipio no es algo nuevo, es una historia que esta pujante ciudad ha padecido durante muchísimas décadas, donde en la época de la violencia partidista estuvo marcada por los llamados pájaros y que también fue retratada y dada a conocer por la otra novela del escritor: “Cóndores no entierran todos los días”.

Posteriormente Tuluá fue epicentro y centro neurálgico de la guerra contra el narcotráfico, convirtiéndose en muchos casos en refugio de los más representativos personajes del llamado “cartel del norte del Valle”.

Ahora, esta es una realidad que afronta no hace uno, ni dos años, pues hace más de una década la ciudad enfrenta nuevamente una oleada de violencia que arrecia cada vez que la institucionalidad trata de ejercer control en una ciudad que durante mucho tiempo ha parecido “tierra de nadie”.

Es que si bien las imágenes que los colombianos hemos visto con estupor durante los últimos días son mediáticamente llamativas, hay que ser claros: esto no es algo nuevo.

Lo vivido por todos los tulueños es el resultado y el claro ejemplo que si no hay intervenciones integrales del territorio, la ilegalidad siempre tendrá terreno abonado para su proliferación.

En una declaración a un medio radial nacional, el alcalde Gustavo Vélez, mencionó que nadie ha podido ganarle la “guerra al Estado colombiano”, aseveración que es cierta, pero también es cierto que el “Estado colombiano en toda su historia no ha podido ganarle la batalla a la delincuencia”.

Lo anterior por una simple razón: la débil institucionalidad del Estado, nunca se han privilegiado acciones contundentes e integrales de intervención, siempre ha sido “garrote o zanahoria”, pero jamás se han hecho esfuerzos continuos para ejercer autoridad con una oferta institucional que brinde oportunidades económicas y de ascenso social a la población menos favorecida, una oferta que dure más de cuatro años y que no sea borrada por el “complejo de Adán de los nuevos mandatarios cada vez que se posesionan”.

Tuluá no es cualquier ciudad, es una de las diez (10) ciudades más importantes del suroccidente del país y la número 28 de los más de mil municipios de Colombia en términos demográficos, es más poblada y económicamente más influyente que muchas capitales de departamento, por lo cual merece toda la atención necesaria de parte del gobierno departamental y aún más del gobierno nacional.

El escritor Gustavo Álvarez, como tulueño, al igual que quien escribe esta columna, seguramente estará de acuerdo en afirmar que ojalá Tuluá hubiese tenido una historia distinta para que no hubiera tenido la necesidad de escribir esas magistrales obras, que ojalá ese municipio pujante, de gente alegre y resiliente, hubiese gozado de una historia distinta, sin tanto dolor que recordar en su memoria.

Tuluá, el Valle y en general el país merecen escribir otra historia y el corazón del Valle puede ser el “laboratorio” para que el Estado tome acciones piloto para demostrar que sí se pueden adelantar acciones integrales que vayan más allá del ejercicio de la autoridad y de la militarización de una ciudad, porque si bien generan alguna tranquilidad en la población, estas son estrategias temporales y son insostenibles en el tiempo.

La autoridad tiene que ejercerse, pero también debe ir acompañada del resto del aparato institucional para que las realidades sean transformadas con educación, salud, espacios de esparcimiento y así desincentivar el ingreso de nuevas personas a esas prácticas por fuera de la ley, por medio al acceso a oportunidades de inserción económica; solo de esta manera se pondrá pensar en que no habrán más guerras no solo en Tuluá sino en todo el territorio nacional y lo único que falta es voluntad política.

QOSHE - Las guerras de Tuluá - Victor Manuel García
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Las guerras de Tuluá

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14.02.2024

Hoy no hay un título más acertado para la difícil situación que vive la “Villa de Céspedes” que el del libro del ilustre escritor tulueño Gustavo Álvarez Gardeazábal.

Es que la penosa realidad que afronta este municipio no es algo nuevo, es una historia que esta pujante ciudad ha padecido durante muchísimas décadas, donde en la época de la violencia partidista estuvo marcada por los llamados pájaros y que también fue retratada y dada a conocer por la otra novela del escritor: “Cóndores no entierran todos los días”.

Posteriormente Tuluá fue epicentro y centro neurálgico de la guerra contra el narcotráfico, convirtiéndose en muchos casos en refugio de los más representativos personajes del llamado “cartel del norte del Valle”.

Ahora, esta es una realidad que afronta no hace uno, ni dos años, pues hace más de una década la ciudad enfrenta nuevamente una oleada de violencia que arrecia cada vez que la institucionalidad trata de ejercer control en una ciudad que........

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