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Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Hace diez años, el 17 de abril, era un Jueves Santo. Los medios de comunicación anunciaban la muerte de Gabriel García Márquez y yo me tomaba un café con mi madre cuando supe la noticia. Todavía recuerdo con mucha claridad que días previos, cuando el escritor fue hospitalizado por última vez en México, mandó un mensaje claro a los periodistas que rondaban el hospital como buitres: “¡Que se vayan a trabajar...” Cuando dijo eso, estaba pensando que si los periodistas, pendientes de él, lo querían tanto, lo mejor que podían hacer era irse para las salas de redacción a leerlo detenidamente para comprenderlo desde su obra, como debe ser, no tanto desde su figura. Y eso hice ese día apacible de Semana Santa apenas regresé a casa, y eso he seguido haciendo todos estos años, y eso deberíamos seguir haciendo para honrar al escritor más grande que ha dado nuestro país.

Claro que hubiera preferido vivir y sentir ese otro jueves cuando sonó el teléfono de la casa de García Márquez y le dijeron que se había ganado el Premio Nobel de Literatura. Me hubiera encantado unirme a esa fiesta de vida, a la algarabía que vivió Colombia en 1982, pero bueno, yo apenas tenía dos años y no tenía la menor idea del porqué Cien años de soledad transformó la literatura latinoamericana; es más, no tenía ni idea que algún día me lo encontraría de frente tomando café con Carlos Fuentes en Cartagena, y que gracias a ese encuentro cometí una historia de amor que me hizo feliz mucho tiempo. Tampoco imaginé que luego compraría por dos mil pesos la primera edición de la novela que más me gusta de él, El coronel no tiene quien le escriba, la de Alberto Aguirre.

García Márquez fue un autor que siempre estuvo seguro de lo que quería ser y por eso simplemente lo hizo, fue un esclavo amoroso de su sino y con cada obra reinventó su técnica, analizó muy bien cómo era imposible que se derrumbara el armazón. Tenía un montón de cosas por contar y eso hizo hasta que pudo para no ahogarse.

Hoy, cuando sus diez años de muerte coinciden con la publicación de su novela inédita, En agosto nos vemos, siento que García Márquez no se ha ido y no se irá nunca. Los colombianos, definitivamente, no quedamos solos, ni huérfanos, ni tristes, nada de eso, Gabriel García Márquez es una realidad asombrosa, un genio que nos dio cosas maravillosas para que lo queramos, incluso, quienes no tuvimos la dicha de su amistad.

Con esta conmemoración de su muerte, con esta novela que ha desatado una conversa bien interesante sobre si estaba bien que se publicara o no, lo único que queda claro es que este escritor nunca dejará de ser noticia y, lo mejor, es que podemos encontrarnos con él, no solo en abril ni en agosto, sino siempre.

Lo grave no son las afirmaciones del presidente, quien no...

Esa incertidumbre tiene como ejemplo los recientes sucesos...

Hace 10 años dieron las primeras pistas de su actuar, una...

Cuando nadie quiere ganar y todos quieren la verdad, desaparece...

Lo grave no son las afirmaciones del presidente, quien no...

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Hace 10 años dieron las primeras pistas de su actuar, una...

Cuando nadie quiere ganar y todos quieren la verdad, desaparece...

La institucionalidad paralela que propone Petro es mala...

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Por Diego Aristizábal - desdeelcuarto@gmail.com

Hace diez años, el 17 de abril, era un Jueves Santo. Los medios de comunicación anunciaban la muerte de Gabriel García Márquez y yo me tomaba un café con mi madre cuando supe la noticia. Todavía recuerdo con mucha claridad que días previos, cuando el escritor fue hospitalizado por última vez en México, mandó un mensaje claro a los periodistas que rondaban el hospital como buitres: “¡Que se vayan a trabajar...” Cuando dijo eso, estaba pensando que si los periodistas, pendientes de él, lo querían tanto, lo mejor que podían hacer era irse para las salas de redacción a leerlo detenidamente para comprenderlo desde su obra, como debe ser, no tanto desde su figura. Y eso hice ese........

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