Se preguntaba Lucas Mallada a finales del siglo XIX (Los males de la Patria, 1890) dónde con tanto descaro y tan a mansalva como en nuestro país se derrochan los fondos del Estado. Y entre los métodos utilizados en el saqueo del dinero de todos, citaba el "pandillaje político".

Sostenía el gran pensador regeneracionista que el fenómeno era posible por el escaso celo de algunos gobernantes en impedirlo. A su sombra crecían —y crecen— los defraudadores, que aprovechan del desbarajuste administrativo para medrar con "ruines mañas" en la idea de que robar al Estado no es robar.

Sorprende la vigencia de tan educativa lectura como aldabonazo ante la incapacidad del sistema para atajar el mal de la corrupción. Aquí y ahora, eso se llama caso de Koldo García. Le da nombre un pícaro empotrado en las estructuras del poder a la sombra de tres figuras principales del partido que nos gobierna: Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Pedro Sánchez.

¿Ninguno detectó lo que sucedía ante sus narices?

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El socialista Adrián Barbón, presidente de Asturias, habla de "desmoralización" en el partido. Javier Lamban, expresidente aragonés, utiliza la palabra "angustia". Pero, mucho más directas, más explicitas y más a tono con la celebración del Día de la Mujer, las feministas del PSOE, con Adriana Lastra y Susana Díaz, entre otras, firmaron ayer un manifiesto en el que se pide "echar del partido a los puteros".

Si a Sumar y Podemos les repugna la corrupción, como dicen, a la legislatura solo la salvaría su mirada distraída sobre el caso de las mascarillas

Son los abochornantes efectos colaterales del caso Koldo, que coinciden con la controversia nacional por la amnistía a los golpistas catalanes. Inseparables al advertir las grietas en el balcanizado pedestal de Sánchez. Si a los 27 diputados de Sumar y los 4 de Podemos les repugna la corrupción, como dicen, a la legislatura solo la salva su mirada distraída sobre el escándalo de las mascarillas detectado en el corazón del socio.

Pero volvamos a la sordidez de los compadres organizados para desviar ilegalmente hacia sus bolsillos parte del dinero público. Entre "colegas" anda el juego. Va de "troncos" y "amiguetes" de francachela con punto de cita en una marisquería. Merodeadores de los despachos políticos por la mañana y propensos al sexo recreativo por la noche ("Siempre me llamas cuando estoy con tías, ja, ja ja").

Inevitable recordar al inefable Luis Roldán, al tito Berni, al chofer del director general andaluz (el caso de los ERE) que reconoció hasta 20.000 euros en cocaína para el jefe y sus amigos, o aquel exsindicalista andaluz que, según su madre, tenía billetes "para asar una vaca".

Algún día uno de nuestros cineastas dará forma y guion para llevar la comedia a las pantallas con el nombre de Juego de troncos. Como antídoto contra la corrupción será más eficaz que el discurso oficial sobre la compra de mascarillas en 2020. Un discurso tan impostado como el de Sánchez cuando dice que la amnistía será una palanca de prosperidad. O el del ministro Bolaños presentándola como un colmo de bienes sin mezcla de mal alguno.

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Inevitable recordar al inefable Luis Roldán, al tito Berni, al chofer del director general andaluz (el caso de los ERE) que reconoció hasta 20.000 euros en cocaína para el jefe y sus amigos, o aquel exsindicalista andaluz que, según su madre, tenía billetes "para asar una vaca".

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Pandillaje político y juego de "troncos"

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09.03.2024

Se preguntaba Lucas Mallada a finales del siglo XIX (Los males de la Patria, 1890) dónde con tanto descaro y tan a mansalva como en nuestro país se derrochan los fondos del Estado. Y entre los métodos utilizados en el saqueo del dinero de todos, citaba el "pandillaje político".

Sostenía el gran pensador regeneracionista que el fenómeno era posible por el escaso celo de algunos gobernantes en impedirlo. A su sombra crecían —y crecen— los defraudadores, que aprovechan del desbarajuste administrativo para medrar con "ruines mañas" en la idea de que robar al Estado no es robar.

Sorprende la vigencia de tan educativa lectura como aldabonazo ante la incapacidad del sistema para atajar el mal de la corrupción. Aquí y ahora, eso se llama caso de Koldo García. Le da nombre un pícaro empotrado en las estructuras del poder a la sombra de tres figuras principales del partido que nos gobierna: Santos Cerdán, José Luis Ábalos y Pedro Sánchez.

¿Ninguno detectó lo que sucedía ante sus narices?

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Sobre la relación del tal Koldo con "autoridades y funcionarios públicos" se formó la consabida pandilla de trapisondistas. De sus andanzas hemos conocido los detalles más sórdidos gracias a la largueza de la UCO con el periodismo de investigación: pagos por "putas", dos antecedentes penales de un gorila de discoteca, un guardia civil con sobresueldo de la trama, un traficante de armas, un defraudador que blanqueaba dinero negro comprando clubs de futbol, etc.

El socialista Adrián Barbón, presidente de Asturias, habla de "desmoralización" en el partido. Javier Lamban, expresidente aragonés, utiliza la palabra "angustia". Pero, mucho más directas,........

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