La Memoria Histórica no lo cuenta, nunca lo va a hacer, pero la aportación del dictador Francisco Franco al nacionalismo vasco y catalán fue fundamental. Nada de lo que hoy sucede se explica sin los beneficios de la dictadura, como la última reivindicación de Esquerra Republicana para que Cataluña disponga de un cupo como en el País Vasco y Navarra. La burguesía de ambas comunidades lo sabe bien, porque se llenaron los bolsillos en el franquismo, y esa clase social privilegiada es la que siempre ha sustentado, alentado y defendido el nacionalismo. La degeneración de esa burguesía hacia el independentismo forma parte de la misma lógica, el mismo interés, la preservación de unos privilegios que se remontan a finales del siglo XIX y se extienden hasta hoy, en la España democrática de 2024.

El negocio de la desafección, de la amenaza de ruptura, ha sido el más próspero de España en los últimos 150 años, incluyendo, como veremos, la época franquista. Y como la Memoria Histórica no va a incluir nunca estos episodios, conviene resaltarlos con la sola intención de que consten. Nada de reproches, ni de rencores entre territorios; esta es la historia de España sin más. Nada de agravios tardíos, que de lo que se trata solo es de que, al menos, nos ahorren el insulto exasperante de mirar a los demás por encima del hombro, como pobres desvalidos y malformados, como decía Jordi Pujol, a los que hay que asistir con unas limosnas. Líbranos de los espabilados.

La España que conocemos hoy es producto de dos grandes periodos de reformas económicas y sociales en el último siglo, el aplicado en la dictadura a partir de 1957, llamado Plan de Estabilización, y el que tuvo lugar en democracia, con las reformas de las décadas de los años 80 y 90 gracias a la incorporación de España a la Unión Europea. Hace unos años, en 2021, varios investigadores del Banco de España publicaron un informe detallado en el que, por primera vez, se analizaba el impacto que tuvo esas dos transformaciones en las provincias españolas. De los dos planes, los investigadores del Banco de España concluyeron que el periodo que tuvo un mayor impacto en la transformación del tejido económico y social fue el primero, circunstancia que se puede explicar por el punto de partida: un país devastado por una guerra civil, hundido en la miseria, y con un sistema económico que pretendía ser autárquico, que es el sueño de todos los dictadores.

La cuestión es que España, gracias a la modernización de ese plan, pasó de situarse al borde de la quiebra en 1957, al milagro económico de los 60, como se detallaba en el citado informe. Y de todas las provincias de España, fueron las provincias catalanas y vascas las que obtuvieron una mayor prima de crecimiento gracias a aquel Plan de Estabilización, que elevó su PIB per cápita más de un 80%, casi el doble que la media del resto de provincias. La apuesta del Estado franquista por el desarrollo de esas dos comunidades, o regiones, como se llamaban, está fuera de toda duda.

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Tampoco ofrece dudas, en sentido inverso, el fenómeno experimentado en otros territorios, como Andalucía. Está documentado en el Atlas de Historia Económica de Andalucía el desarrollo industrial de varias provincias andaluzas, como Sevilla, Málaga, Huelva o Córdoba, a partir de la mitad del siglo XIX y en la primera mitad del XX, cuando aportaba a la renta nacional el 18% de la riqueza nacional con actividades productivas boyantes en la época como la siderúrgica, la industria química, la textil o la minera. “A partir de finales del siglo XIX y, sobre todo, tras la Guerra Civil española, es cuando la industria andaluza pierde peso en el territorio nacional. Entre 1930 y 1960 desciende unos siete puntos porcentuales su participación en el producto industrial español y en 1960 aportaba poco más del 8% al conjunto del país”, se afirma en ese estudio sobre la evolución económica de Andalucía. Como es sabido, a finales de los años 50 y en la década de los 60 es cuando se produce el gran éxodo de emigrantes andaluces a Cataluña, buscando el pan que les faltaba en sus ciudades y pueblos.

¿Qué pueden aportar todo esto al debate de la España actual? Pues algo que se remarcaba antes, que seamos conscientes de que esta España, en la que se pavonean los independentistas, es fruto de su historia, de las apuestas de Estado por el desarrollo de unos territorios en perjuicio de otros, y que, como tal historia, solo nos debe servir para conocernos mejor. Nada es casual y todo se explica; no hay pueblos superdotados para los negocios y otros adocenados en las fiestas. La planificación económica de un Estado es una ambición legítima y, el mismo esquema del siglo anterior, es el que se ha mantenido en democracia, con la novedad exclusiva del extraordinario progreso de Madrid por el efecto de la capitalidad.

El dinero llama al dinero, como dice el refrán, y, además de la inversión pública, los fondos de inversión privados acaban dirigiéndose, igualmente, a las provincias más desarrolladas, como puede parecernos obvio. Madrid, Cataluña y el País Vasco, en este sentido, solo representan el 35% de la población española, pero, en la actualidad, reciben más del 50% de los fondos de inversión privados. Una vez más: ¿sirven de algo estos datos? Pues ahora que se reclama un cupo catalán, sirve para conocer mejor a quienes, disfrazados de independentistas, son los encargados de defender los privilegios de las castas económicas vascas y catalanas, acostumbradas en cada régimen a permutar lealtad al Estado español a cambio de privilegios. Hacen caja con la desafección, es el mejor negocio que han conocido. Así que, por lo menos, que nos ahorren a todos el insulto de ir mirando por encima del hombro cuando hablan de una “solidaridad limitada en el tiempo” con las comunidades pobres, como si estuvieran echando una limosna con los céntimos que han acumulado por la avaricia de su deslealtad.

La Memoria Histórica no lo cuenta, nunca lo va a hacer, pero la aportación del dictador Francisco Franco al nacionalismo vasco y catalán fue fundamental. Nada de lo que hoy sucede se explica sin los beneficios de la dictadura, como la última reivindicación de Esquerra Republicana para que Cataluña disponga de un cupo como en el País Vasco y Navarra. La burguesía de ambas comunidades lo sabe bien, porque se llenaron los bolsillos en el franquismo, y esa clase social privilegiada es la que siempre ha sustentado, alentado y defendido el nacionalismo. La degeneración de esa burguesía hacia el independentismo forma parte de la misma lógica, el mismo interés, la preservación de unos privilegios que se remontan a finales del siglo XIX y se extienden hasta hoy, en la España democrática de 2024.

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El dinero llama al dinero, como dice el refrán, y, además de la inversión pública, los fondos de inversión privados acaban dirigiéndose, igualmente, a las provincias más desarrolladas, como puede parecernos obvio. Madrid, Cataluña y el País Vasco, en este sentido, solo representan el 35% de la población española, pero, en la actualidad, reciben más del 50% de los fondos de inversión privados. Una vez más: ¿sirven de algo estos datos? Pues ahora que se reclama un cupo catalán, sirve para conocer mejor a quienes, disfrazados de independentistas, son los encargados de defender los privilegios de las castas económicas vascas y catalanas, acostumbradas en cada régimen a permutar lealtad al Estado español a cambio de privilegios. Hacen caja con la desafección, es el mejor negocio que han conocido. Así que, por lo menos, que nos ahorren a todos el insulto de ir mirando por encima del hombro cuando hablan de una “solidaridad limitada en el tiempo” con las comunidades pobres, como si estuvieran echando una limosna con los céntimos que han acumulado por la avaricia de su deslealtad.

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El cupo franquista de los indepes

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21.03.2024

La Memoria Histórica no lo cuenta, nunca lo va a hacer, pero la aportación del dictador Francisco Franco al nacionalismo vasco y catalán fue fundamental. Nada de lo que hoy sucede se explica sin los beneficios de la dictadura, como la última reivindicación de Esquerra Republicana para que Cataluña disponga de un cupo como en el País Vasco y Navarra. La burguesía de ambas comunidades lo sabe bien, porque se llenaron los bolsillos en el franquismo, y esa clase social privilegiada es la que siempre ha sustentado, alentado y defendido el nacionalismo. La degeneración de esa burguesía hacia el independentismo forma parte de la misma lógica, el mismo interés, la preservación de unos privilegios que se remontan a finales del siglo XIX y se extienden hasta hoy, en la España democrática de 2024.

El negocio de la desafección, de la amenaza de ruptura, ha sido el más próspero de España en los últimos 150 años, incluyendo, como veremos, la época franquista. Y como la Memoria Histórica no va a incluir nunca estos episodios, conviene resaltarlos con la sola intención de que consten. Nada de reproches, ni de rencores entre territorios; esta es la historia de España sin más. Nada de agravios tardíos, que de lo que se trata solo es de que, al menos, nos ahorren el insulto exasperante de mirar a los demás por encima del hombro, como pobres desvalidos y malformados, como decía Jordi Pujol, a los que hay que asistir con unas limosnas. Líbranos de los espabilados.

La España que conocemos hoy es producto de dos grandes periodos de reformas económicas y sociales en el último siglo, el aplicado en la dictadura a partir de 1957, llamado Plan de Estabilización, y el que tuvo lugar en democracia, con las reformas de las décadas de los años 80 y 90 gracias a la incorporación de España a la Unión Europea. Hace unos años, en 2021, varios investigadores del Banco de España publicaron un informe detallado en el que, por primera vez, se analizaba el impacto que tuvo esas dos transformaciones en las provincias españolas. De los dos planes, los investigadores del Banco de España concluyeron que el periodo que tuvo un mayor impacto en la transformación del tejido económico y social fue el primero, circunstancia que se puede explicar por el punto de partida: un país devastado por una guerra civil, hundido en la miseria, y con un sistema económico que pretendía ser autárquico, que es el sueño de todos los dictadores.

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