Los escándalos de corrupción en política suelen tener raíces imbricadas. Los antecedentes del caso de las mascarillas que acaba de estallarle al Gobierno de Pedro Sánchez se remontan al peor día de la vida política de José Luis Ábalos, cuando de forma inesperada y sorprendente, el presidente del Gobierno decide prescindir de él como ministro de Fomento y el afectado, soliviantado, eleva la afrenta a agravio personal y político y abandona también su puesto como secretario de Organización del PSOE. ¿Qué había pasado? Vayamos a un corta y pega de lo que recogimos aquí mismo, sostenido en fuentes del propio Partido Socialista para intentar explicar lo que parecía un misterio, el misterio del cese de Ábalos, hasta entonces figura fundamental del círculo más estrecho de Pedro Sánchez. Situémonos en julio de 2021, cuando ya se comenzaba a superar la pandemia.

El presidente Sánchez intenta relanzar la legislatura y lleva a cabo una amplia remodelación de su Gobierno para prescindir de aquellos que habían comenzado a ocasionarle problemas e incorporar caras nuevas: sale Carmen Calvo, hasta entonces vicepresidenta primera, por la tensión feminista creciente con las ministras moradas de Podemos, y sale Iván Redondo, por su ambición exponencial para acaparar cada vez más poder y por la presión que se ejercía desde el partido para que ese papel lo desempeñara un dirigente socialista, no un mercenario, como le reprochaban.

También cae Ábalos. Pero ¿por qué destituyó también al ministro de Fomento que era, a la vez, su número dos en el PSOE, como secretario de Organización? En respuesta a esa pregunta, aquí se apuntó lo siguiente: “En el PSOE se mantiene como un misterio la salida de Ábalos y solo se apunta, como posibilidad, que hasta el presidente del Gobierno hayan llegado rumores sobre las presiones empresariales y los círculos de interés que se habían creado en torno al ministro y las inversiones de Fomento”. Se añadía, además, que Pedro Sánchez parecía obsesionado con que ningún escándalo, ninguna irregularidad, pudiera afectar al Gobierno y, a menudo, se mostraba “mucho más exigente que la legislación actual para contratos del Estado, que ya es muy severa, para garantizar la transparencia de todo lo que se haga”.

En la despedida, cuando entregó su cartera ministerial, José Luis Ábalos, visiblemente contrariado, dejó para los titulares de prensa un lamento agrio, de cabeza de turco, pero sin más explicación. “Uno es la cabeza a la que golpear”, dijo. Quizá no sabía entonces, malhumorado, que el mayor golpe le llegaría dos años y medio después, con la detención de su persona de confianza, un hombre para todo que lo mismo ejercía de chófer o guardaespaldas que de asesor ministerial. Una vida juntos en el partido, desde Valencia hasta Madrid.

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Koldo García Izaguirre, ese es el nombre clave de una operación policial que, por lo demás, si se acaban demostrando las sospechas de la Guardia Civil y de la Fiscalía Anticorrupción, reproduce los esquemas de muchos casos anteriores de tráfico de influencias. Una persona cercana al ministro, con poder de influencia, es el encargado de mediar para que una empresa reciba los contratos para la compra de mascarillas. La empresa se enriquece y el conseguidor obtiene comisiones millonarias. Todo esto se produce en los peores tiempos de la pandemia y, por la gravedad extrema del momento, se trata de contratos millonarios que se conceden por trámite de urgencia, sin los controles habituales de la Administración pública.

Si, en una operación como esta, con tantos meses de investigación y órdenes de detención contra 19 personas, no aparece implicado el titular del ministerio, que concedía los contratos, debemos pensar que ni la Guardia Civil ni la Fiscalía han encontrado el más mínimo indicio contra José Luis Ábalos. Puede entenderse, por tanto, que la primera reacción del exministro Ábalos haya sido una especie de invocación a su propio honor, y que por eso ha dicho que es él quien espera que le den explicaciones. “Ha sido un golpe, estoy muy decepcionado”, dice Ábalos para descartar a continuación cualquier conocimiento o sospecha de la trama criminal que se habría creado en su entorno: “No tenía ni idea”.

Detenido un antiguo asesor del exministro y diputado socialista José Luis Ábalos

El único problema de todo esto es que esas explicaciones pueden servirle para responder ante la Justicia, si es que se lo solicitan, pero no como justificación política. En política, la responsabilidad in vigilando es más exigente que su equivalente judicial y, necesariamente, convierte en responsable a la persona que, durante tanto tiempo, ha podido tener a su lado, sin enterarse, al cerebro de una trama de corrupción. Si los investigadores policiales comenzaron a sospechar por el repentino e injustificado alto nivel de vida del exasesor del ministro, cómo es posible que Ábalos no lo detectara, si siempre lo ha tenido al lado. La responsabilidad política, que nada tiene que ver con la culpa penal, afecta íntegramente a José Luis Ábalos, como ya debe haber adivinado él mismo, que tiene una larga experiencia y habrá visto pasar por delante cadáveres políticos con menos motivos.

Tampoco Pedro Sánchez queda a salvo porque es ahora, al conocerse la trama que se generó en su Gobierno, cuando debemos remontarnos, como hacíamos antes, al porqué de la destitución de Ábalos. Si, como se dijo entonces, el ministro de Fomento salió del Gobierno porque hasta el presidente Sánchez llegó la información de posibles irregularidades, ahora tiene la obligación de contestar qué hizo para acabar con esas prácticas y por qué no lo puso en manos de la Fiscalía. Como el escándalo acaba de empezar, por ahora solo podemos intuir que a este serial le quedan muchos capítulos. Veremos.

Los escándalos de corrupción en política suelen tener raíces imbricadas. Los antecedentes del caso de las mascarillas que acaba de estallarle al Gobierno de Pedro Sánchez se remontan al peor día de la vida política de José Luis Ábalos, cuando de forma inesperada y sorprendente, el presidente del Gobierno decide prescindir de él como ministro de Fomento y el afectado, soliviantado, eleva la afrenta a agravio personal y político y abandona también su puesto como secretario de Organización del PSOE. ¿Qué había pasado? Vayamos a un corta y pega de lo que recogimos aquí mismo, sostenido en fuentes del propio Partido Socialista para intentar explicar lo que parecía un misterio, el misterio del cese de Ábalos, hasta entonces figura fundamental del círculo más estrecho de Pedro Sánchez. Situémonos en julio de 2021, cuando ya se comenzaba a superar la pandemia.

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En la despedida, cuando entregó su cartera ministerial, José Luis Ábalos, visiblemente contrariado, dejó para los titulares de prensa un lamento agrio, de cabeza de turco, pero sin más explicación. “Uno es la cabeza a la que golpear”, dijo. Quizá no sabía entonces, malhumorado, que el mayor golpe le llegaría dos años y medio después, con la detención de su persona de confianza, un hombre para todo que lo mismo ejercía de chófer o guardaespaldas que de asesor ministerial. Una vida juntos en el partido, desde Valencia hasta Madrid.

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El honor de Ábalos y el misterio desvelado

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22.02.2024

Los escándalos de corrupción en política suelen tener raíces imbricadas. Los antecedentes del caso de las mascarillas que acaba de estallarle al Gobierno de Pedro Sánchez se remontan al peor día de la vida política de José Luis Ábalos, cuando de forma inesperada y sorprendente, el presidente del Gobierno decide prescindir de él como ministro de Fomento y el afectado, soliviantado, eleva la afrenta a agravio personal y político y abandona también su puesto como secretario de Organización del PSOE. ¿Qué había pasado? Vayamos a un corta y pega de lo que recogimos aquí mismo, sostenido en fuentes del propio Partido Socialista para intentar explicar lo que parecía un misterio, el misterio del cese de Ábalos, hasta entonces figura fundamental del círculo más estrecho de Pedro Sánchez. Situémonos en julio de 2021, cuando ya se comenzaba a superar la pandemia.

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También cae Ábalos. Pero ¿por qué destituyó también al ministro de Fomento que era, a la vez, su número dos en el PSOE, como secretario de Organización? En respuesta a esa pregunta, aquí se apuntó lo siguiente: “En el PSOE se mantiene como un misterio la salida de Ábalos y solo se apunta, como posibilidad, que hasta el presidente del Gobierno hayan llegado rumores sobre las presiones empresariales y los círculos de interés que se habían creado en torno al ministro y las inversiones de Fomento”. Se añadía, además, que Pedro Sánchez parecía obsesionado con que ningún escándalo, ninguna irregularidad, pudiera afectar al Gobierno y, a menudo, se mostraba “mucho más exigente que la legislación actual para contratos del Estado, que ya es muy severa, para garantizar la transparencia de todo lo que se haga”.

En la despedida, cuando entregó su cartera ministerial, José Luis Ábalos, visiblemente contrariado, dejó para los titulares de prensa un lamento agrio, de cabeza de turco, pero sin más explicación. “Uno es la cabeza a la que golpear”, dijo. Quizá no sabía entonces, malhumorado, que el mayor golpe le llegaría dos años y medio después, con la detención de su persona de confianza, un hombre para todo que lo mismo ejercía de chófer o guardaespaldas que de asesor ministerial. Una vida juntos en el partido, desde Valencia hasta Madrid.

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