"Esto es muy sencillo, el caso de Koldo reúne todos los elementos del perfecto manual del asistente". Este policía que susurra al oído lo dice, con sorna, porque estos días se acuerda de Juan Guerra, el asistente famoso de los años ochenta, hermano del número dos del PSOE de aquellos años, el también vicepresidente Alfonso Guerra. De asistente a asistente, del primer caso de tráfico de influencias al último conocido, de Juan Guerra a Koldo García. Lo más interesante de esta comparación es que, al margen de las similitudes penales que puedan existir, son igualmente relevantes las reacciones políticas de uno y otro caso. En el primer caso, el presidente Felipe González reaccionó con una defensa absoluta de su número dos, mientras que en este segundo caso el presidente Pedro Sánchez ha hecho justo lo contrario, señalarlo y apartarlo. González dijo aquello de “dos por el precio de uno”; Sánchez parece decir, “uno antes que pagar el precio de dos”.

En ambos casos, más allá de la retórica y de la épica, se ocultan miedos y certezas personales, fortalezas y debilidades políticas. Pedro Sánchez está muy lejos del liderazgo social de Felipe González y el control que ejercía Alfonso Guerra sobre el aparato —que era quizá lo que más preocupaba a González— no lo ha ejercido luego ningún otro número dos. Por eso, ahora, la preocupación fundamental de Pedro Sánchez es Pedro Sánchez. Porque debe saber además que, esta vez, no va a poder solucionarlo todo con su explicación más utilizada, “he cambiado de opinión”. Esta vez no le sirve de excusa porque, como veremos, la simple cronología de lo sucedido es su peor pesadilla.

Lo del manual del asistente que han vuelto a recordar los policías del primer gran escándalo de la España democrática, José Antonio Vidal y Diego Martínez, tiene que ver con la reiteración de un modelo de corrupción política. Dice así: “Juan Guerra era el asistente de su hermano, el número dos del PSOE, Alfonso Guerra. Como Koldo con José Luis Ábalos, también el segundo del aparato socialista. Juan Guerra disponía de un despacho oficial y obtenía información de contratos públicos, igual que Koldo. Con todo eso en su mano, poder e información, facilitaba negocios y cobraba comisiones por ello, que es exactamente de lo que se acusa a la trama de Koldo”.

La duda que no pudieron despejar, ni probar, en la investigación del caso Juan Guerra fue si una parte de ese dinero se destinó a la financiación del Partido Socialista, que es lo mismo que se sospecha ahora, pero también sin ninguna consistencia probatoria. De hecho, el escándalo de Juan Guerra acabó como un enorme bluf judicial porque, en aquellos primeros años de la democracia, la década de los años ochenta, ni siquiera existía el delito de tráfico de influencias, tampoco se había creado aún la Fiscalía Anticorrupción ni la Policía Judicial contaba con los medios y recursos más elementales para la investigación.

Opinión TE PUEDE INTERESAR

Caso Koldo: el Gobierno pierde el control Nacho Cardero

Juan Guerra, en fin, ni siquiera pisó la cárcel y solo fue condenado por un delito fiscal. Pero en la memoria queda intacta la explicación simple que ofreció un alcalde, Serafín Núñez, cuando se descubrió que recalificaba terrenos municipales a petición de Juan Guerra. “No es lo mismo que te llame el hermano del vicepresidente del Gobierno que cualquier otra persona”. Ese es el tráfico de influencias de los asistentes, que cuando se dirigen a alguien, el interlocutor percibe al momento que quien le habla es una instancia superior.

Lo ha explicado muy buen estos días el alcalde de León, el socialista José Antonio Díez, al que Koldo García amenazó abiertamente, “tengo tres años para joderte”, por reclamarle en público unas inversiones del Ministerio de Fomento. Se lo contó a Carlos Alsina, hace unos días: “Todo el mundo sabía que Koldo era el filtro [de Ábalos] en el ministerio y que quien quisiera conseguir algo tenía que pasar por Koldo. Por lo tanto, si Koldo te hablaba, o te amenazaba, sabías que era una amenaza directa del propio ministro y secretario de Organización del PSOE”.

TE PUEDE INTERESAR

El 'aizkolari' de Ábalos alabado por Sánchez y que llegó a Ferraz en el clan navarro de Cerdán Carlos Rocha Víctor Romero. Valencia

Este incidente del alcalde de León con el asistente de José Luis Ábalos es relevante, además de todo lo anterior, por la fecha, el primer trimestre de 2021, cuando el presidente Pedro Sánchez ya debía conocer, o sospechar, las irregularidades que se estaban produciendo en el Ministerio de Fomento. De hecho, en julio de ese mismo año 2021, es cuando se produce la remodelación del Gobierno que le cuesta el cargo a José Luis Ábalos. Contrariado, malhumorado, se queja públicamente de que se le está utilizando como cabeza de turco y abandona también la secretaría de Organización del PSOE. Pero las amenazas de Koldo se cumplen igualmente y el PSOE, ya sin Ábalos en la ejecutiva federal, se vuelca para acabar con el todavía alcalde de León, que resiste y vence en todos los embates.

Lo que cesa de forma inmediata tras la salida de Ábalos, y de su asistente, del Ministerio de Fomento son las contrataciones con Soluciones de Gestión, la empresa principal de la supuesta organización criminal. El presidente Sánchez, en su exculpación del caso, reitera que no tenía conocimiento alguno de las irregularidades, pero, como se decía antes, la cronología se empeña en señalar lo contrario. La última evidencia la aportó ayer El Confidencial, con una información de Alejandro Requeijo. En el año 2020, en plena pandemia, un abogado de Zaragoza puso en conocimiento de la Presidencia del Gobierno las irregularidades de esa trama, que coinciden plenamente con las denunciadas ahora por la Fiscalía Anticorrupción. Lo publicó en un artículo de prensa y envió varias cartas a la Presidencia del Gobierno, para que lo conociera el presidente Sánchez. La contestación que obtuvo fue el silencio administrativo por parte de Presidencia del Gobierno y una demanda del ministro Ábalos en la que le solicitaba 70.000 euros.

Cuatro años después, todo parece encajar. En 2020 comienzan los rumores de irregularidades en la contratación de mascarillas que llegan hasta la Moncloa; en 2021, Pedro Sánchez decide prescindir de José Luis Ábalos como ministro de Fomento; en 2022, se presenta la denuncia en la Fiscalía Anticorrupción; en 2023, la Guardia Civil la investiga, y en 2024 se procede a la detención de una veintena de personas. La cronología, la cronología... Cuánto pesa ahora.

"Esto es muy sencillo, el caso de Koldo reúne todos los elementos del perfecto manual del asistente". Este policía que susurra al oído lo dice, con sorna, porque estos días se acuerda de Juan Guerra, el asistente famoso de los años ochenta, hermano del número dos del PSOE de aquellos años, el también vicepresidente Alfonso Guerra. De asistente a asistente, del primer caso de tráfico de influencias al último conocido, de Juan Guerra a Koldo García. Lo más interesante de esta comparación es que, al margen de las similitudes penales que puedan existir, son igualmente relevantes las reacciones políticas de uno y otro caso. En el primer caso, el presidente Felipe González reaccionó con una defensa absoluta de su número dos, mientras que en este segundo caso el presidente Pedro Sánchez ha hecho justo lo contrario, señalarlo y apartarlo. González dijo aquello de “dos por el precio de uno”; Sánchez parece decir, “uno antes que pagar el precio de dos”.

En ambos casos, más allá de la retórica y de la épica, se ocultan miedos y certezas personales, fortalezas y debilidades políticas. Pedro Sánchez está muy lejos del liderazgo social de Felipe González y el control que ejercía Alfonso Guerra sobre el aparato —que era quizá lo que más preocupaba a González— no lo ha ejercido luego ningún otro número dos. Por eso, ahora, la preocupación fundamental de Pedro Sánchez es Pedro Sánchez. Porque debe saber además que, esta vez, no va a poder solucionarlo todo con su explicación más utilizada, “he cambiado de opinión”. Esta vez no le sirve de excusa porque, como veremos, la simple cronología de lo sucedido es su peor pesadilla.

Lo del manual del asistente que han vuelto a recordar los policías del primer gran escándalo de la España democrática, José Antonio Vidal y Diego Martínez, tiene que ver con la reiteración de un modelo de corrupción política. Dice así: “Juan Guerra era el asistente de su hermano, el número dos del PSOE, Alfonso Guerra. Como Koldo con José Luis Ábalos, también el segundo del aparato socialista. Juan Guerra disponía de un despacho oficial y obtenía información de contratos públicos, igual que Koldo. Con todo eso en su mano, poder e información, facilitaba negocios y cobraba comisiones por ello, que es exactamente de lo que se acusa a la trama de Koldo”.

La duda que no pudieron despejar, ni probar, en la investigación del caso Juan Guerra fue si una parte de ese dinero se destinó a la financiación del Partido Socialista, que es lo mismo que se sospecha ahora, pero también sin ninguna consistencia probatoria. De hecho, el escándalo de Juan Guerra acabó como un enorme bluf judicial porque, en aquellos primeros años de la democracia, la década de los años ochenta, ni siquiera existía el delito de tráfico de influencias, tampoco se había creado aún la Fiscalía Anticorrupción ni la Policía Judicial contaba con los medios y recursos más elementales para la investigación.

Juan Guerra, en fin, ni siquiera pisó la cárcel y solo fue condenado por un delito fiscal. Pero en la memoria queda intacta la explicación simple que ofreció un alcalde, Serafín Núñez, cuando se descubrió que recalificaba terrenos municipales a petición de Juan Guerra. “No es lo mismo que te llame el hermano del vicepresidente del Gobierno que cualquier otra persona”. Ese es el tráfico de influencias de los asistentes, que cuando se dirigen a alguien, el interlocutor percibe al momento que quien le habla es una instancia superior.

Lo ha explicado muy buen estos días el alcalde de León, el socialista José Antonio Díez, al que Koldo García amenazó abiertamente, “tengo tres años para joderte”, por reclamarle en público unas inversiones del Ministerio de Fomento. Se lo contó a Carlos Alsina, hace unos días: “Todo el mundo sabía que Koldo era el filtro [de Ábalos] en el ministerio y que quien quisiera conseguir algo tenía que pasar por Koldo. Por lo tanto, si Koldo te hablaba, o te amenazaba, sabías que era una amenaza directa del propio ministro y secretario de Organización del PSOE”.

Este incidente del alcalde de León con el asistente de José Luis Ábalos es relevante, además de todo lo anterior, por la fecha, el primer trimestre de 2021, cuando el presidente Pedro Sánchez ya debía conocer, o sospechar, las irregularidades que se estaban produciendo en el Ministerio de Fomento. De hecho, en julio de ese mismo año 2021, es cuando se produce la remodelación del Gobierno que le cuesta el cargo a José Luis Ábalos. Contrariado, malhumorado, se queja públicamente de que se le está utilizando como cabeza de turco y abandona también la secretaría de Organización del PSOE. Pero las amenazas de Koldo se cumplen igualmente y el PSOE, ya sin Ábalos en la ejecutiva federal, se vuelca para acabar con el todavía alcalde de León, que resiste y vence en todos los embates.

Lo que cesa de forma inmediata tras la salida de Ábalos, y de su asistente, del Ministerio de Fomento son las contrataciones con Soluciones de Gestión, la empresa principal de la supuesta organización criminal. El presidente Sánchez, en su exculpación del caso, reitera que no tenía conocimiento alguno de las irregularidades, pero, como se decía antes, la cronología se empeña en señalar lo contrario. La última evidencia la aportó ayer El Confidencial, con una información de Alejandro Requeijo. En el año 2020, en plena pandemia, un abogado de Zaragoza puso en conocimiento de la Presidencia del Gobierno las irregularidades de esa trama, que coinciden plenamente con las denunciadas ahora por la Fiscalía Anticorrupción. Lo publicó en un artículo de prensa y envió varias cartas a la Presidencia del Gobierno, para que lo conociera el presidente Sánchez. La contestación que obtuvo fue el silencio administrativo por parte de Presidencia del Gobierno y una demanda del ministro Ábalos en la que le solicitaba 70.000 euros.

Cuatro años después, todo parece encajar. En 2020 comienzan los rumores de irregularidades en la contratación de mascarillas que llegan hasta la Moncloa; en 2021, Pedro Sánchez decide prescindir de José Luis Ábalos como ministro de Fomento; en 2022, se presenta la denuncia en la Fiscalía Anticorrupción; en 2023, la Guardia Civil la investiga, y en 2024 se procede a la detención de una veintena de personas. La cronología, la cronología... Cuánto pesa ahora.

QOSHE - El temor de Sánchez, dos por uno - Javier Caraballo
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

El temor de Sánchez, dos por uno

4 1
27.02.2024

"Esto es muy sencillo, el caso de Koldo reúne todos los elementos del perfecto manual del asistente". Este policía que susurra al oído lo dice, con sorna, porque estos días se acuerda de Juan Guerra, el asistente famoso de los años ochenta, hermano del número dos del PSOE de aquellos años, el también vicepresidente Alfonso Guerra. De asistente a asistente, del primer caso de tráfico de influencias al último conocido, de Juan Guerra a Koldo García. Lo más interesante de esta comparación es que, al margen de las similitudes penales que puedan existir, son igualmente relevantes las reacciones políticas de uno y otro caso. En el primer caso, el presidente Felipe González reaccionó con una defensa absoluta de su número dos, mientras que en este segundo caso el presidente Pedro Sánchez ha hecho justo lo contrario, señalarlo y apartarlo. González dijo aquello de “dos por el precio de uno”; Sánchez parece decir, “uno antes que pagar el precio de dos”.

En ambos casos, más allá de la retórica y de la épica, se ocultan miedos y certezas personales, fortalezas y debilidades políticas. Pedro Sánchez está muy lejos del liderazgo social de Felipe González y el control que ejercía Alfonso Guerra sobre el aparato —que era quizá lo que más preocupaba a González— no lo ha ejercido luego ningún otro número dos. Por eso, ahora, la preocupación fundamental de Pedro Sánchez es Pedro Sánchez. Porque debe saber además que, esta vez, no va a poder solucionarlo todo con su explicación más utilizada, “he cambiado de opinión”. Esta vez no le sirve de excusa porque, como veremos, la simple cronología de lo sucedido es su peor pesadilla.

Lo del manual del asistente que han vuelto a recordar los policías del primer gran escándalo de la España democrática, José Antonio Vidal y Diego Martínez, tiene que ver con la reiteración de un modelo de corrupción política. Dice así: “Juan Guerra era el asistente de su hermano, el número dos del PSOE, Alfonso Guerra. Como Koldo con José Luis Ábalos, también el segundo del aparato socialista. Juan Guerra disponía de un despacho oficial y obtenía información de contratos públicos, igual que Koldo. Con todo eso en su mano, poder e información, facilitaba negocios y cobraba comisiones por ello, que es exactamente de lo que se acusa a la trama de Koldo”.

La duda que no pudieron despejar, ni probar, en la investigación del caso Juan Guerra fue si una parte de ese dinero se destinó a la financiación del Partido Socialista, que es lo mismo que se sospecha ahora, pero también sin ninguna consistencia probatoria. De hecho, el escándalo de Juan Guerra acabó como un enorme bluf judicial porque, en aquellos primeros años de la democracia, la década de los años ochenta, ni siquiera existía el delito de tráfico de influencias, tampoco se había creado aún la Fiscalía Anticorrupción ni la Policía Judicial contaba con los medios y recursos más elementales para la investigación.

Opinión TE PUEDE INTERESAR

Caso Koldo: el Gobierno pierde el control Nacho Cardero

Juan Guerra, en fin, ni siquiera pisó la cárcel y solo fue condenado por un delito fiscal. Pero en la memoria queda intacta la explicación simple que ofreció un........

© El Confidencial


Get it on Google Play