Todo se reduce a una cuestión de deberes cruzados. Es Begoña Gómez la que debe una explicación, no son los periodistas los que deben mantenerse en silencio. Se equivocan quienes desde el Gobierno señalan a los medios de comunicación, como El Confidencial, por querer implicar "a una persona anónima" (dicen de la mujer del presidente del Gobierno) porque las mayores sospechas las levanta el silencio, no las preguntas que se contestan. Sucede, además, que ambas cuestiones, las dudas y las explicaciones que se esperan, son fundamentales porque, a media que van trascendiendo detalles de la investigación de la trama de las mascarillas en el Gobierno de Pedro Sánchez, crece la impresión de que el escándalo público comenzó con una pregunta equivocada.

No se trata, en contra de la insistencia primera, de conocer quién introdujo en el Gobierno a Koldo García Izaguirre como asesor, sino quién lo puso en contacto con el empresario Víctor de Aldama. Ambos están siendo investigados por la Audiencia Nacional, pero el error ha estado, quizá, en centrar toda la atención en el asesor del exministro José Luis Ábalos, cuando la pregunta pertinente en este momento es quién le indicó a Víctor de Aldama que la persona para sacar adelante sus negocios de mascarillas era Koldo García Izaguirre, una persona de la total confianza en la cúpula del Partido Socialista. Para la contestación de esa pregunta, es indispensable que Begoña Gómez aclare, al detalle, los contactos que mantuvo con el citado Víctor de Aldama y con el CEO del grupo de empresas Globalia, Javier Hidalgo, como veremos ahora, ciñéndonos también a la mera cronología, como en otras ocasiones.

Lo primero que conocemos de Begoña Gómez, tras llegar Pedro Sánchez a La Moncloa en junio de 2018, es que pasó, de forma repentina, en 15 días, de pedir una excedencia de la empresa en la que llevaba 16 años trabajando a presidir un centro de una prestigiosa escuela de negocios, el Instituto de Empresa. Se dice que la decisión fue ‘repentina’ porque en las crónicas que aquellos días los periodistas mostraban su sorpresa por la decisión, ya que Begoña Gómez les había trasladado que su intención, como reciente esposa del presidente del Gobierno, era la de desarrollar un perfil solidario, volcada en el apoyo a causas sociales, quizá mirándose en el espejo de mujeres como Michelle Obama. La cuestión es que, al menos en teoría, lo primero que debería aclararse es qué interés podía tener el IE Africa Center, que dirigía entonces Begoña Gómez, en eventos como una Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo, que es donde se tiene constancia de que comienzan sus conversaciones con el CEO de Globalia, el primer grupo turístico español, y con un empresario/especulador, como Víctor de Aldama, contratado como representante por ese holding.

El IE Africa Center, según su propia carta de presentación, busca la colaboración con “expertos en conocimiento y líderes de pensamiento para llevar la perspectiva africana a las conversaciones globales sobre humanidades, educación e innovación social”. La asamblea del turismo se celebró en San Petersburgo, a principios de septiembre de 2019, y la conexión tuvo que ser fructífera porque un año después, ya en plena pandemia, es cuando se producen los contactos desvelados por El Confidencial entre Begoña Gómez y el consejero delegado de Globalia, en la sede central. El 24 de junio y el 16 de julio de 2020. De nuevo, la pregunta vuelve a ser pertinente: ¿se desplazó a la sede del holding turístico para ultimar algún programa concreto del IE Africa Center?

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Como no hay respuesta, las dos reuniones de Begoña Gómez con Javier Hidalgo se bifurcan, a su vez, en una doble sospecha. Por un lado, están los negocios del grupo turístico. El Gobierno de Pedro Sánchez aprobó un fondo de 10.000 millones de euros para rescatar a empresas arruinadas por la crisis de la pandemia y resulta que el grupo más beneficiado, con diferencia sobre los demás, fue, precisamente, Globalia. Se trata, conviene subrayarlo, de ayudas a las que ese grupo de empresas tenía pleno derecho, por el desplome que supuso la pandemia para todo el sector, pero de la misma forma conviene destacar la coincidencia de esas reuniones y la rareza de que, al final, Globalia acaparase casi el 30% de las ayudas que se aprobaron, que no llegaron ni a los 4.000 millones de los 10.000 millones prometidos inicialmente. Es decir, el Gobierno fue cicatero en el reparto de esos fondos con la mayoría de las empresas, pero no con Globalia.

Por el otro lado, en el segundo ramal de la bifurcación, están los negocios de Víctor de Aldama, por los que ha acabado acusado de varios delitos en la trama de las mascarillas. Sabemos, también por este periódico, que en las conversaciones que mantenían con la mujer del presidente del Gobierno, aprovechaban para presentarle “oportunidades de negocio” y tratar de conseguir su respaldo. ¿Guardan estos episodios alguna relación con los que hicieron llegar hasta la mujer de Pedro Sánchez? Conviene saberlo, desde luego. Porque, en ese periodo de tiempo de la pandemia, es cuando se establece el vínculo entre Víctor de Aldama y Koldo García Izaguirre, que es lo que nos devuelve a la primera pregunta: ¿quién los presentó o los relacionó para que saliese adelante el negocio de las mascarillas, investigado por la Audiencia Nacional? Ya ha dicho la Agencia Tributaria que fue en las negociaciones para el rescate de Air Europa, del grupo Globalia, donde hay que establecer el origen de la trama de las mascarillas.

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En una democracia, el deber de los medios de comunicación es este de presentar hechos y hacer preguntas pertinentes. Y la obligación de quienes nos gobiernan es la de ofrecer explicaciones. Aunque podemos imaginar que, probablemente, en el Gobierno de Pedro Sánchez impere estos días una pregunta distinta, que es la misma que tenía Lenin sobre la libertad de prensa: “¿Por qué el Gobierno debe permitir que lo critiquen cuando hace lo que cree que debe hacer?” Pero eso ya nos llevaría a otro socialista, a Fernando de los Ríos, cuando se reunió con Lenin en el Kremlin y este le cortó, malhumorado, al oír las quejas sobre el excesivo control del régimen soviético y la falta de libertades. “¿Libertad para qué?”, replicó Lenin. “Libertad para ser libres”, contestó el socialista andaluz. Pues eso. Respuestas para saber.

Todo se reduce a una cuestión de deberes cruzados. Es Begoña Gómez la que debe una explicación, no son los periodistas los que deben mantenerse en silencio. Se equivocan quienes desde el Gobierno señalan a los medios de comunicación, como El Confidencial, por querer implicar "a una persona anónima" (dicen de la mujer del presidente del Gobierno) porque las mayores sospechas las levanta el silencio, no las preguntas que se contestan. Sucede, además, que ambas cuestiones, las dudas y las explicaciones que se esperan, son fundamentales porque, a media que van trascendiendo detalles de la investigación de la trama de las mascarillas en el Gobierno de Pedro Sánchez, crece la impresión de que el escándalo público comenzó con una pregunta equivocada.

No se trata, en contra de la insistencia primera, de conocer quién introdujo en el Gobierno a Koldo García Izaguirre como asesor, sino quién lo puso en contacto con el empresario Víctor de Aldama. Ambos están siendo investigados por la Audiencia Nacional, pero el error ha estado, quizá, en centrar toda la atención en el asesor del exministro José Luis Ábalos, cuando la pregunta pertinente en este momento es quién le indicó a Víctor de Aldama que la persona para sacar adelante sus negocios de mascarillas era Koldo García Izaguirre, una persona de la total confianza en la cúpula del Partido Socialista. Para la contestación de esa pregunta, es indispensable que Begoña Gómez aclare, al detalle, los contactos que mantuvo con el citado Víctor de Aldama y con el CEO del grupo de empresas Globalia, Javier Hidalgo, como veremos ahora, ciñéndonos también a la mera cronología, como en otras ocasiones.

Lo primero que conocemos de Begoña Gómez, tras llegar Pedro Sánchez a La Moncloa en junio de 2018, es que pasó, de forma repentina, en 15 días, de pedir una excedencia de la empresa en la que llevaba 16 años trabajando a presidir un centro de una prestigiosa escuela de negocios, el Instituto de Empresa. Se dice que la decisión fue ‘repentina’ porque en las crónicas que aquellos días los periodistas mostraban su sorpresa por la decisión, ya que Begoña Gómez les había trasladado que su intención, como reciente esposa del presidente del Gobierno, era la de desarrollar un perfil solidario, volcada en el apoyo a causas sociales, quizá mirándose en el espejo de mujeres como Michelle Obama. La cuestión es que, al menos en teoría, lo primero que debería aclararse es qué interés podía tener el IE Africa Center, que dirigía entonces Begoña Gómez, en eventos como una Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo, que es donde se tiene constancia de que comienzan sus conversaciones con el CEO de Globalia, el primer grupo turístico español, y con un empresario/especulador, como Víctor de Aldama, contratado como representante por ese holding.

El IE Africa Center, según su propia carta de presentación, busca la colaboración con “expertos en conocimiento y líderes de pensamiento para llevar la perspectiva africana a las conversaciones globales sobre humanidades, educación e innovación social”. La asamblea del turismo se celebró en San Petersburgo, a principios de septiembre de 2019, y la conexión tuvo que ser fructífera porque un año después, ya en plena pandemia, es cuando se producen los contactos desvelados por El Confidencial entre Begoña Gómez y el consejero delegado de Globalia, en la sede central. El 24 de junio y el 16 de julio de 2020. De nuevo, la pregunta vuelve a ser pertinente: ¿se desplazó a la sede del holding turístico para ultimar algún programa concreto del IE Africa Center?

Como no hay respuesta, las dos reuniones de Begoña Gómez con Javier Hidalgo se bifurcan, a su vez, en una doble sospecha. Por un lado, están los negocios del grupo turístico. El Gobierno de Pedro Sánchez aprobó un fondo de 10.000 millones de euros para rescatar a empresas arruinadas por la crisis de la pandemia y resulta que el grupo más beneficiado, con diferencia sobre los demás, fue, precisamente, Globalia. Se trata, conviene subrayarlo, de ayudas a las que ese grupo de empresas tenía pleno derecho, por el desplome que supuso la pandemia para todo el sector, pero de la misma forma conviene destacar la coincidencia de esas reuniones y la rareza de que, al final, Globalia acaparase casi el 30% de las ayudas que se aprobaron, que no llegaron ni a los 4.000 millones de los 10.000 millones prometidos inicialmente. Es decir, el Gobierno fue cicatero en el reparto de esos fondos con la mayoría de las empresas, pero no con Globalia.

Por el otro lado, en el segundo ramal de la bifurcación, están los negocios de Víctor de Aldama, por los que ha acabado acusado de varios delitos en la trama de las mascarillas. Sabemos, también por este periódico, que en las conversaciones que mantenían con la mujer del presidente del Gobierno, aprovechaban para presentarle “oportunidades de negocio” y tratar de conseguir su respaldo. ¿Guardan estos episodios alguna relación con los que hicieron llegar hasta la mujer de Pedro Sánchez? Conviene saberlo, desde luego. Porque, en ese periodo de tiempo de la pandemia, es cuando se establece el vínculo entre Víctor de Aldama y Koldo García Izaguirre, que es lo que nos devuelve a la primera pregunta: ¿quién los presentó o los relacionó para que saliese adelante el negocio de las mascarillas, investigado por la Audiencia Nacional? Ya ha dicho la Agencia Tributaria que fue en las negociaciones para el rescate de Air Europa, del grupo Globalia, donde hay que establecer el origen de la trama de las mascarillas.

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Los silencios de Begoña y la pregunta equivocada

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05.03.2024

Todo se reduce a una cuestión de deberes cruzados. Es Begoña Gómez la que debe una explicación, no son los periodistas los que deben mantenerse en silencio. Se equivocan quienes desde el Gobierno señalan a los medios de comunicación, como El Confidencial, por querer implicar "a una persona anónima" (dicen de la mujer del presidente del Gobierno) porque las mayores sospechas las levanta el silencio, no las preguntas que se contestan. Sucede, además, que ambas cuestiones, las dudas y las explicaciones que se esperan, son fundamentales porque, a media que van trascendiendo detalles de la investigación de la trama de las mascarillas en el Gobierno de Pedro Sánchez, crece la impresión de que el escándalo público comenzó con una pregunta equivocada.

No se trata, en contra de la insistencia primera, de conocer quién introdujo en el Gobierno a Koldo García Izaguirre como asesor, sino quién lo puso en contacto con el empresario Víctor de Aldama. Ambos están siendo investigados por la Audiencia Nacional, pero el error ha estado, quizá, en centrar toda la atención en el asesor del exministro José Luis Ábalos, cuando la pregunta pertinente en este momento es quién le indicó a Víctor de Aldama que la persona para sacar adelante sus negocios de mascarillas era Koldo García Izaguirre, una persona de la total confianza en la cúpula del Partido Socialista. Para la contestación de esa pregunta, es indispensable que Begoña Gómez aclare, al detalle, los contactos que mantuvo con el citado Víctor de Aldama y con el CEO del grupo de empresas Globalia, Javier Hidalgo, como veremos ahora, ciñéndonos también a la mera cronología, como en otras ocasiones.

Lo primero que conocemos de Begoña Gómez, tras llegar Pedro Sánchez a La Moncloa en junio de 2018, es que pasó, de forma repentina, en 15 días, de pedir una excedencia de la empresa en la que llevaba 16 años trabajando a presidir un centro de una prestigiosa escuela de negocios, el Instituto de Empresa. Se dice que la decisión fue ‘repentina’ porque en las crónicas que aquellos días los periodistas mostraban su sorpresa por la decisión, ya que Begoña Gómez les había trasladado que su intención, como reciente esposa del presidente del Gobierno, era la de desarrollar un perfil solidario, volcada en el apoyo a causas sociales, quizá mirándose en el espejo de mujeres como Michelle Obama. La cuestión es que, al menos en teoría, lo primero que debería aclararse es qué interés podía tener el IE Africa Center, que dirigía entonces Begoña Gómez, en eventos como una Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo, que es donde se tiene constancia de que comienzan sus conversaciones con el CEO de Globalia, el primer grupo turístico español, y con un empresario/especulador, como Víctor de Aldama, contratado como representante por ese holding.

El IE Africa Center, según su propia carta de presentación, busca la colaboración con “expertos en conocimiento y líderes de pensamiento para llevar la perspectiva africana a las conversaciones globales sobre humanidades, educación e innovación social”. La asamblea del turismo se celebró en San Petersburgo, a principios de septiembre de 2019, y la conexión tuvo que ser fructífera porque un año después, ya en plena pandemia, es........

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