Los narcos del hachís no son la prioridad. Guardias civiles que lo han visto todo en el Estrecho, que son, desde hace casi medio siglo, la memoria del tráfico de sustancias en toda la zona, una superficie tan amplia como la que abarca la costa andaluza desde la desembocadura del Guadalquivir hasta la Costa del Sol, tienen claro lo que está ocurriendo: ha habido un cambio de prioridades en el Gobierno de Pedro Sánchez. De convertirse en abanderado de la lucha contra el narcotráfico en el primer Gobierno, en julio de 2018, hasta la situación actual en la que, sencillamente, la lucha contra el narcotráfico no es la prioridad. Tampoco habría de extrañarnos que, también en esto, haya habido un cambio de opinión. La cuestión es que, por razones que se desconocen, aunque no falten las hipótesis, desde 2022 los guardias civiles de la zona han comenzado a percibir con claridad que el desmantelamiento del Organismo de Coordinación contra el Narcotráfico, el conocido por sus siglas OCON-Sur, era solo la punta de lanza de un progresivo abandono.

Una tragedia, como la ocurrida el viernes pasado en el puerto de Barbate, es también una espoleta que destapa un escándalo mayor, sostenido, a lo largo de los últimos años, en que más de una veintena de policías y guardias civiles han muerto en enfrentamientos con los narcos o por la acción criminal directa de estos. Esa estrategia sangrienta de acoso a las fuerzas de seguridad del Estado es, precisamente, lo que ha llevado a la fiscal antidroga del Estrecho a calificar la situación de “narcoterrorismo”, sustentada en la evidencia de que la pretensión última de los delincuentes es crear en el litoral andaluz un narcoestado, con el único imperio de sus capos.

Ha sido ahora, cuando la opinión pública española ha visto los vídeos demoledores de unos narcos humillando con sus potentes lanchas a los guardias civiles que pretendían ahuyentarlos a bordo de una zódiac neumática, cuando ha estallado la pregunta que podría haberse hecho hace años: ¿por qué el Estado obliga a los policías y guardias civiles a enfrentarse a los narcos con tanta precariedad, sin medios? Esta es la contestación, agrupada, que varios de esos guardias civiles han querido hacer llegar a El Confidencial, con petición expresa de que se preserve su anonimato por temor a sanciones y represalias.

Dice así: “Nosotros no entramos en el porqué, ya que no alcanzamos a esas razones, pero sí constatamos un progresivo distanciamiento y concluimos que, claramente, el Gobierno no tiene intención de terminar con el tráfico de hachís. Si existiera esa política, como ha existido en otros periodos, no se permitiría, por ejemplo, que en todo en el sur de la Península no haya embarcaciones de alta velocidad en el servicio marítimo. En estos últimos años, la Guardia Civil, obviamente a través del Gobierno, se ha dedicado a comprar embarcaciones más bien dotadas para el rescate e interceptación de migrantes que para perseguir las narcolanchas. Por esa razón, se adquieren embarcaciones que alcanzan una velocidad máxima de unos 20 a 25 nudos, mientras que los narcotraficantes utilizan gomas, como se dice en el argot, que llegan a los 60 nudos. Se trata de embarcaciones de tres motores, capaces de transportar más de 1.000 kilos de hachís, cuyo coste puede rondar los 400.000 euros. ¿Pero qué supone esa cantidad para un negocio como este, que abastece a toda Europa? Nada. Pues bien, frente a eso, la Guardia Civil solo cuenta con dos patrulleras dotadas para alcanzar esas altas velocidades, que están fondeadas en Huelva y en Algeciras, pero que están más tiempo averiadas que operativas”.

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El viernes trágico fue, precisamente, esa precariedad habitual la que acabó desencadenando el patético y criminal espectáculo del puerto de Barbate. Breve resumen de lo acontecido: el alcalde de Barbate (andalucista que gobierna en coalición con el PP) detectó la presencia de cuatro a seis narcolanchas en el puerto de la localidad, amplio y desprotegido, para refugiarse allí del temporal. Decidió comunicárselo a la subdelegada del Gobierno (PSOE) para que se hiciera cargo del problema. Esta le trasladó la petición al coronel de la Guardia Civil de la zona y este, a su vez, le dio la orden al capitán del Servicio Marítimo para que lo resolviera. Las cuatro lanchas del servicio marítimo de Cádiz estaban averiadas (Río Agueda, motor inoperativo desde hace 10 días; Río Irati, con el sistema de fondeo averiado desde diciembre de 2023; Río Cedena, con el generador roto desde el martes anterior, al igual que la Río Ulla), con lo que no se podía recurrir a ellas. Tampoco era posible trasladar hasta el puerto embarcaciones mayores, como las fondeadas en Algeciras, por el estado de la mar en pleno temporal.

En ese momento es cuando se decide la operación fatal, que acabaría convirtiéndose en una misión suicida: recurrir a agentes del Grupo de Acción Rápida (GAR), al que pertenecía el agente natural de Barcelona que fue asesinado, y del Grupo de Especialistas en Actividades Subacuáticas (GEAS), del que formaba parte el guardia civil de Cádiz, igualmente asesinado. En una furgoneta, cargaron una pequeña zódiac, en la que solo caben seis personas, y les ordenaron lanzarse al mar en el puerto, frente a las narcolanchas. ¿Quién es el responsable de esa orden? Esa es la pregunta que deberá resolver la investigación judicial.

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La cadena de malas decisiones que propició el doble crimen del puerto de Barbate Carlos Rocha. Barbate P. D. Almoguera Infografía: Laura Martín

Existe una segunda evidencia de lo que está sucediendo. La denuncia que hacen los guardias civiles sobre la progresiva desatención de la lucha contra el hachís que proviene de Marruecos no se reduce a una mera especulación. Los guardias civiles que se han puesto en contacto con El Confidencial denuncian que las aprehensiones de hachís se han reducido en los últimos años y que el Gobierno lo camufla diciendo que esa es una señal de la eficacia del control policial. “No es cierto —afirman los guardias civiles—, es todo lo contrario. El hecho de que no se aprehenda droga no quiere decir que no entre droga en el país, la realidad es que cada vez llega más hachís y se incauta menos, porque nos superan ampliamente en medios humanos y materiales”. No son solo los policías quienes mantienen esta tesis.

En la última memoria anual de la Fiscalía Especial Antidroga, presentada en septiembre pasado, también se cita, de manera expresa, este escándalo. Dice así, punto 1.3.1 del informe, página 22: “La provincia de Cádiz sigue siendo en 2022 la provincia en la que más droga se incauta, concretamente, el 50% del hachís y un 78% de cocaína del total intervenido en Andalucía, y ello pese a la notable reducción de las cantidades de hachís intervenidas, casi la mitad que en el año 2021. Lo contrario ocurre con la cocaína, cuya incautación ha subido un 78,4%. Esta disminución de droga incautada [se debe] a una menor presión policial y a la desaparición del grupo operativo OCON-Sur, que se produjo sorpresivamente y sin comunicación previa alguna ni a la Fiscalía de Andalucía ni a la Fiscalía Especial Antidroga, ni a los órganos judiciales, que conocieron los hechos por la prensa”. Pues eso. Más hachís y menos policías. Ahora solo falta que el Gobierno explique este drástico cambio de opinión.

Los narcos del hachís no son la prioridad. Guardias civiles que lo han visto todo en el Estrecho, que son, desde hace casi medio siglo, la memoria del tráfico de sustancias en toda la zona, una superficie tan amplia como la que abarca la costa andaluza desde la desembocadura del Guadalquivir hasta la Costa del Sol, tienen claro lo que está ocurriendo: ha habido un cambio de prioridades en el Gobierno de Pedro Sánchez. De convertirse en abanderado de la lucha contra el narcotráfico en el primer Gobierno, en julio de 2018, hasta la situación actual en la que, sencillamente, la lucha contra el narcotráfico no es la prioridad. Tampoco habría de extrañarnos que, también en esto, haya habido un cambio de opinión. La cuestión es que, por razones que se desconocen, aunque no falten las hipótesis, desde 2022 los guardias civiles de la zona han comenzado a percibir con claridad que el desmantelamiento del Organismo de Coordinación contra el Narcotráfico, el conocido por sus siglas OCON-Sur, era solo la punta de lanza de un progresivo abandono.

Una tragedia, como la ocurrida el viernes pasado en el puerto de Barbate, es también una espoleta que destapa un escándalo mayor, sostenido, a lo largo de los últimos años, en que más de una veintena de policías y guardias civiles han muerto en enfrentamientos con los narcos o por la acción criminal directa de estos. Esa estrategia sangrienta de acoso a las fuerzas de seguridad del Estado es, precisamente, lo que ha llevado a la fiscal antidroga del Estrecho a calificar la situación de “narcoterrorismo”, sustentada en la evidencia de que la pretensión última de los delincuentes es crear en el litoral andaluz un narcoestado, con el único imperio de sus capos.

Ha sido ahora, cuando la opinión pública española ha visto los vídeos demoledores de unos narcos humillando con sus potentes lanchas a los guardias civiles que pretendían ahuyentarlos a bordo de una zódiac neumática, cuando ha estallado la pregunta que podría haberse hecho hace años: ¿por qué el Estado obliga a los policías y guardias civiles a enfrentarse a los narcos con tanta precariedad, sin medios? Esta es la contestación, agrupada, que varios de esos guardias civiles han querido hacer llegar a El Confidencial, con petición expresa de que se preserve su anonimato por temor a sanciones y represalias.

Dice así: “Nosotros no entramos en el porqué, ya que no alcanzamos a esas razones, pero sí constatamos un progresivo distanciamiento y concluimos que, claramente, el Gobierno no tiene intención de terminar con el tráfico de hachís. Si existiera esa política, como ha existido en otros periodos, no se permitiría, por ejemplo, que en todo en el sur de la Península no haya embarcaciones de alta velocidad en el servicio marítimo. En estos últimos años, la Guardia Civil, obviamente a través del Gobierno, se ha dedicado a comprar embarcaciones más bien dotadas para el rescate e interceptación de migrantes que para perseguir las narcolanchas. Por esa razón, se adquieren embarcaciones que alcanzan una velocidad máxima de unos 20 a 25 nudos, mientras que los narcotraficantes utilizan gomas, como se dice en el argot, que llegan a los 60 nudos. Se trata de embarcaciones de tres motores, capaces de transportar más de 1.000 kilos de hachís, cuyo coste puede rondar los 400.000 euros. ¿Pero qué supone esa cantidad para un negocio como este, que abastece a toda Europa? Nada. Pues bien, frente a eso, la Guardia Civil solo cuenta con dos patrulleras dotadas para alcanzar esas altas velocidades, que están fondeadas en Huelva y en Algeciras, pero que están más tiempo averiadas que operativas”.

El viernes trágico fue, precisamente, esa precariedad habitual la que acabó desencadenando el patético y criminal espectáculo del puerto de Barbate. Breve resumen de lo acontecido: el alcalde de Barbate (andalucista que gobierna en coalición con el PP) detectó la presencia de cuatro a seis narcolanchas en el puerto de la localidad, amplio y desprotegido, para refugiarse allí del temporal. Decidió comunicárselo a la subdelegada del Gobierno (PSOE) para que se hiciera cargo del problema. Esta le trasladó la petición al coronel de la Guardia Civil de la zona y este, a su vez, le dio la orden al capitán del Servicio Marítimo para que lo resolviera. Las cuatro lanchas del servicio marítimo de Cádiz estaban averiadas (Río Agueda, motor inoperativo desde hace 10 días; Río Irati, con el sistema de fondeo averiado desde diciembre de 2023; Río Cedena, con el generador roto desde el martes anterior, al igual que la Río Ulla), con lo que no se podía recurrir a ellas. Tampoco era posible trasladar hasta el puerto embarcaciones mayores, como las fondeadas en Algeciras, por el estado de la mar en pleno temporal.

En ese momento es cuando se decide la operación fatal, que acabaría convirtiéndose en una misión suicida: recurrir a agentes del Grupo de Acción Rápida (GAR), al que pertenecía el agente natural de Barcelona que fue asesinado, y del Grupo de Especialistas en Actividades Subacuáticas (GEAS), del que formaba parte el guardia civil de Cádiz, igualmente asesinado. En una furgoneta, cargaron una pequeña zódiac, en la que solo caben seis personas, y les ordenaron lanzarse al mar en el puerto, frente a las narcolanchas. ¿Quién es el responsable de esa orden? Esa es la pregunta que deberá resolver la investigación judicial.

Existe una segunda evidencia de lo que está sucediendo. La denuncia que hacen los guardias civiles sobre la progresiva desatención de la lucha contra el hachís que proviene de Marruecos no se reduce a una mera especulación. Los guardias civiles que se han puesto en contacto con El Confidencial denuncian que las aprehensiones de hachís se han reducido en los últimos años y que el Gobierno lo camufla diciendo que esa es una señal de la eficacia del control policial. “No es cierto —afirman los guardias civiles—, es todo lo contrario. El hecho de que no se aprehenda droga no quiere decir que no entre droga en el país, la realidad es que cada vez llega más hachís y se incauta menos, porque nos superan ampliamente en medios humanos y materiales”. No son solo los policías quienes mantienen esta tesis.

En la última memoria anual de la Fiscalía Especial Antidroga, presentada en septiembre pasado, también se cita, de manera expresa, este escándalo. Dice así, punto 1.3.1 del informe, página 22: “La provincia de Cádiz sigue siendo en 2022 la provincia en la que más droga se incauta, concretamente, el 50% del hachís y un 78% de cocaína del total intervenido en Andalucía, y ello pese a la notable reducción de las cantidades de hachís intervenidas, casi la mitad que en el año 2021. Lo contrario ocurre con la cocaína, cuya incautación ha subido un 78,4%. Esta disminución de droga incautada [se debe] a una menor presión policial y a la desaparición del grupo operativo OCON-Sur, que se produjo sorpresivamente y sin comunicación previa alguna ni a la Fiscalía de Andalucía ni a la Fiscalía Especial Antidroga, ni a los órganos judiciales, que conocieron los hechos por la prensa”. Pues eso. Más hachís y menos policías. Ahora solo falta que el Gobierno explique este drástico cambio de opinión.

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Más hachís y menos policías

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15.02.2024

Los narcos del hachís no son la prioridad. Guardias civiles que lo han visto todo en el Estrecho, que son, desde hace casi medio siglo, la memoria del tráfico de sustancias en toda la zona, una superficie tan amplia como la que abarca la costa andaluza desde la desembocadura del Guadalquivir hasta la Costa del Sol, tienen claro lo que está ocurriendo: ha habido un cambio de prioridades en el Gobierno de Pedro Sánchez. De convertirse en abanderado de la lucha contra el narcotráfico en el primer Gobierno, en julio de 2018, hasta la situación actual en la que, sencillamente, la lucha contra el narcotráfico no es la prioridad. Tampoco habría de extrañarnos que, también en esto, haya habido un cambio de opinión. La cuestión es que, por razones que se desconocen, aunque no falten las hipótesis, desde 2022 los guardias civiles de la zona han comenzado a percibir con claridad que el desmantelamiento del Organismo de Coordinación contra el Narcotráfico, el conocido por sus siglas OCON-Sur, era solo la punta de lanza de un progresivo abandono.

Una tragedia, como la ocurrida el viernes pasado en el puerto de Barbate, es también una espoleta que destapa un escándalo mayor, sostenido, a lo largo de los últimos años, en que más de una veintena de policías y guardias civiles han muerto en enfrentamientos con los narcos o por la acción criminal directa de estos. Esa estrategia sangrienta de acoso a las fuerzas de seguridad del Estado es, precisamente, lo que ha llevado a la fiscal antidroga del Estrecho a calificar la situación de “narcoterrorismo”, sustentada en la evidencia de que la pretensión última de los delincuentes es crear en el litoral andaluz un narcoestado, con el único imperio de sus capos.

Ha sido ahora, cuando la opinión pública española ha visto los vídeos demoledores de unos narcos humillando con sus potentes lanchas a los guardias civiles que pretendían ahuyentarlos a bordo de una zódiac neumática, cuando ha estallado la pregunta que podría haberse hecho hace años: ¿por qué el Estado obliga a los policías y guardias civiles a enfrentarse a los narcos con tanta precariedad, sin medios? Esta es la contestación, agrupada, que varios de esos guardias civiles han querido hacer llegar a El Confidencial, con petición expresa de que se preserve su anonimato por temor a sanciones y represalias.

Dice así: “Nosotros no entramos en el porqué, ya que no alcanzamos a esas razones, pero sí constatamos un progresivo distanciamiento y concluimos que, claramente, el Gobierno no tiene intención de terminar con el tráfico de hachís. Si existiera esa política, como ha existido en otros periodos, no se permitiría, por ejemplo, que en todo en el sur de la Península no haya embarcaciones de alta velocidad en el servicio marítimo. En estos últimos años, la Guardia Civil, obviamente a través del Gobierno, se ha dedicado a comprar embarcaciones más bien dotadas para el rescate e interceptación de migrantes que para perseguir las narcolanchas. Por esa razón, se adquieren embarcaciones que alcanzan una velocidad máxima de unos 20 a 25 nudos, mientras que los narcotraficantes utilizan gomas, como se dice en el argot, que llegan a los 60 nudos. Se trata de embarcaciones de tres motores, capaces de transportar más de 1.000 kilos de hachís, cuyo coste puede rondar los 400.000 euros. ¿Pero qué supone esa cantidad para un negocio como este, que abastece a toda Europa? Nada. Pues bien, frente a eso, la Guardia Civil solo cuenta con dos patrulleras dotadas para alcanzar esas altas velocidades, que están fondeadas en Huelva y en Algeciras, pero que están más tiempo averiadas que operativas”.

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