Isabel Díaz Ayuso y Mónica García se han estado tirando los trastos a la cabeza por lo de las mascarillas en los centros de salud. Como las dos hablan con tanto desparpajo, es imposible no engancharse a su trifulca. Las peleas entre mujeres siempre le han puesto mucho al personal. Ni el mejor reality show logra hacerles competencia.

Lo que tienen en común Isabel Díaz Ayuso y Mónica García es que ambas son superpropagadoras de virus. Es una cualidad que estas dos políticas comparten con todas las mujeres de España. La única cosa que somos todas. Lo que de verdad nos une. Da lo mismo que seamos de derechas como Ayuso, de izquierdas como García o de centro. Hasta las de Vox comparten esto con las independentistas. Virus que cruza la frontera por el aire, virus que propagamos. Ni uno se nos resiste.

La misión de superpropagar los virus forma parte del multitasking de cualquier mujer española. Aparte de las muchas tareas no remuneradas que desarrollamos en el cuidado de la casa y (si los tenemos) de los hijos, desde que salimos por las mañanas hasta que volvemos por la noche, cubrimos dos funciones paralelas: la nuestra habitual y la de absorber y esparcir todos los virus transmisibles por vía aérea que haya a nuestro alrededor. ¿Nuestra arma secreta letal para hacerlo? Los besos.

La clave está en cómo saludamos. No nos damos solo la mano como hacen los hombres. Ni nos damos un abrazo con apretón como a veces se dan ellos. Nosotras lo que hacemos (entre nosotras y a ellos) es dar dos besos. Cual abejas polinizadoras, damos un beso en cada mejilla cruzando bien bocas y aliento. Y no solo para saludar, sino también de despedida. Así, si no hemos cogido o transmitido bien el virus la primera vez, en esa otra cruzadita de bocas rematamos la faena.

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La dedicación de la mujer española a la propagación de virus no conoce límites: la española besa a todas horas. Persona que se nos cruza en el camino, persona a la que le plantamos dos besos. Besamos a nuestra familia, a nuestros amigos, a gente que solo conocemos a medias y a un montón de perfectos desconocidos.

En cuanto ponemos un pie en la calle, iniciamos la misión. ¿Te encuentras con un primo, un colega o un vecino?, dos besos. ¿Viene con dos amigos a los que no has visto nunca?, cuatro besos. ¿Te despides de ellos, aunque solo hayas estado tres minutos hablando?, seis besos. ¿Llegas a una reunión de trabajo de 20e personas?, pues antes de sentarte 40 besos y según te levantas para irte otros 40. Ya voy por los 90 y aún no he llegado a la hora de la comida. ¿Tienes que dar un discurso por la tarde en una sala de conferencias como me ocurrió a mí el otro día?, pues según entras vas haciendo un paseíllo de besos a gente que ni conoces ni vas a volver a ver y según sales otro. Docenas y docenas de besos. Nuestros besos son además democratizadores, porque no conocemos rango: besamos tanto a jefes como a colegas o subalternos. Y solo hay dos cosas que se nos ponen por delante: los mostradores (que es lo que nos impide besar a conserjes y dependientes) y el volante (que es lo que hace que no besemos a los taxistas).

El que Ayuso y Mónica García se sigan enzarzando sobre las mascarillas tiene un interesante y adictivo valor de entretenimiento

Yo sola en un día normal en Madrid doy bastante más de 50 besos. A lo mejor no sirve de media, porque estoy constantemente reuniéndome con gente. Pero a poco que una quiera no parecer borde, qué menos que dar 10 o 12 besos al día. Tirando muy por lo bajo, si somos 24,5 millones de mujeres en España, eso son unos 245 millones de transmisiones potenciales de virus respiratorios en tan solo una jornada. 1.715 millones de transmisiones potenciales a la semana. Y 7.350 millones de transmisiones potenciales de virus al mes. Que conste que a mí lo de las mascarillas en los centros de salud no me parece mal, sobre todo porque no cuesta nada ponérsela. Pero ¿qué son unas miserables mascarillas en un centro de salud comparadas con las 7.350.000.000 transmisiones potenciales de virus respiratorios por bocas cruzadas que ocurren fuera? ¡¡Una gota minúscula en la inmensidad del océano!!

El que Ayuso y Mónica García se sigan enzarzando sobre las mascarillas tiene un interesante y adictivo valor de entretenimiento. Pero seguro que ambas tendrían más efecto sobre el control de los virus respiratorios si simplemente durante un mes se abstuvieran de dar besos.

Isabel Díaz Ayuso y Mónica García se han estado tirando los trastos a la cabeza por lo de las mascarillas en los centros de salud. Como las dos hablan con tanto desparpajo, es imposible no engancharse a su trifulca. Las peleas entre mujeres siempre le han puesto mucho al personal. Ni el mejor reality show logra hacerles competencia.

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La misión de superpropagar los virus forma parte del multitasking de cualquier mujer española. Aparte de las muchas tareas no remuneradas que desarrollamos en el cuidado de la casa y (si los tenemos) de los hijos, desde que salimos por las mañanas hasta que volvemos por la noche, cubrimos dos funciones paralelas: la nuestra habitual y la de absorber y esparcir todos los virus transmisibles por vía aérea que haya a nuestro alrededor. ¿Nuestra arma secreta letal para hacerlo? Los besos.

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El que Ayuso y Mónica García se sigan enzarzando sobre las mascarillas tiene un interesante y adictivo valor de entretenimiento. Pero seguro que ambas tendrían más efecto sobre el control de los virus respiratorios si simplemente durante un mes se abstuvieran de dar besos.

QOSHE - Las españolas superpropagadoras de virus - Miriam González
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Las españolas superpropagadoras de virus

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15.01.2024

Isabel Díaz Ayuso y Mónica García se han estado tirando los trastos a la cabeza por lo de las mascarillas en los centros de salud. Como las dos hablan con tanto desparpajo, es imposible no engancharse a su trifulca. Las peleas entre mujeres siempre le han puesto mucho al personal. Ni el mejor reality show logra hacerles competencia.

Lo que tienen en común Isabel Díaz Ayuso y Mónica García es que ambas son superpropagadoras de virus. Es una cualidad que estas dos políticas comparten con todas las mujeres de España. La única cosa que somos todas. Lo que de verdad nos une. Da lo mismo que seamos de derechas como Ayuso, de izquierdas como García o de centro. Hasta las de Vox comparten esto con las independentistas. Virus que cruza la frontera por el aire, virus que propagamos. Ni uno se nos resiste.

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