Hay que reconocer a Santi Abascal su grado de lealtad a la causa del sanchismo. El patrón de la ultraderecha acude al socorro del presidente del Gobierno cada vez que se encuentra en serios apuros. Lo demuestra el enfoque incendiario de las protestas contra la amnistía. Y la chulería con que las inauguró Abascal, consciente de que la radicalidad permite a la propaganda socialista caricaturizar y simplificar el legítimo movimiento de oposición a los pactos siniestros que urden Sánchez y Puigdemont.

Más violencia y hostigamiento se exponen en Ferraz, mejor puede contarnos el PSOE que la resistencia a la amnistía no es tanto un clamor de la sociedad y una ignominia democrática como una expresión de la iracundia franquista. Y es Abascal el cabecilla de los insurrectos, pero ni siquiera está claro que pueda controlarlos o manejarlos una vez desbocados.

Sánchez les ha dado argumentos para excitarse. No solo la amnistía como atajo indecoroso de la investidura, sino un principio de inmunidad y de impunidad respecto al ejercicio de la violencia misma. Las disculpas con que se relativizan el vandalismo y la brutalidad de los CDR en las barricadas del procés sobrentienden un rotundo mensaje de subversión. ¿Cuándo, cómo y por qué es legítimo agredir a un policía, hasta dejarlo tetrapléjico?

La injusticia de la amnistía y el tratamiento discriminatorio respecto los ciudadanos protegidos socavan los cimientos del sistema y predisponen las reacciones anárquicas y antisistema. Es inaceptable el asedio de Ferraz, como es preocupante que el PP no se haya apresurado a condenar el asedio de la sede del PSOE, pero la ferocidad de la ultraderecha ha encontrado un estrafalario amparo normativo en la redacción de la amnistía.

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La amnistía que negocia Pedro Sánchez como seguro de vida en la Moncloa condesciende con semejantes barbaridades. E introduce la salvedad ideológica como argumento de asombrosa indulgencia. ¿Qué bandera puede alzarse o esgrimirse entonces para ubicarse al margen de la ley?

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Se dirán a sí mismos que el delito que puedan cometer hoy será perdonado mañana. Y que su causa ideológica, tan abyecta como la que defienden los CDR entre el anarquismo y antisistema, será digna de homologarse cuando Abascal llegue a la Moncloa y se los observe como héroes españolazos.

La distopía no difiere demasiado de la humillación del Estado que está perpetrando Sánchez en el fiel del sistema y del antisistema. Ha llegado tan lejos la degradación de la democracia y se ha exacerbado de tal manera la profanación de la separación de poderes que el presidente del Gobierno parece haber adquirido la voz de Walter White en la escena más inquietante de Breaking Bad: "No estoy en peligro, el peligro soy yo".

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¿Qué bandera ideológica permite agredir a un policía?

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09.11.2023

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