Ni el ' Manual de resistencia' ni la secuela de ' Tierra firme' sobrentienden que Pedro Sánchez sea capaz de abandonarse a una 'espantá' y marcharse de la Moncloa soliviantado por el escarmiento de la polarización que él mismo ejerce y que pretende convertir ahora en energía de supervivencia.

Es insólito e irresponsable que un presidente del Gobierno amague con el “no puedo más” a partir de una “carta a la ciudadanía”, como es inmaduro, excéntrico y caprichoso someter a los españoles a un psicodrama en entregas cuya línea medular enfatiza su incorregible naturaleza narcisista.

Viene a decirnos Sánchez que no le merecemos. Que no somos conscientes de su liderazgo. Y que deberían organizarse grandes manifestaciones populares para corresponder el privilegio que supone tenerlo al frente de los designios de la nación, aunque él mismo haya decidido gobernar para la mitad de la sociedad o se haya dedicado sistemáticamente a fracturarla.

El muro con que inauguró la legislatura desafina con el propósito de retirarse. El concepto que tiene Sánchez de sí mismo le impide capitular. Menos aún como respuesta a una estúpida conspiración “de la derecha y de la ultraderecha”. Sánchez nos lanza un órdago infantil y patético que ya ha conmovido a sus ministros -“No te vayas, Pedro”- y que pretende convertir el Comité Federal del sábado en Ferraz en una suerte de kermese plebiscitaria, como si el pueblo tuviera que arrodillarse delante del timonel y forzarle a reconsiderar la postura calenturienta de la abdicación.

Sánchez cancela su agenda para decidir si continúa como presidente del Gobierno

No va a entregar a nadie el cetro. La rabieta calculada del comunicado y el plazo de incertidumbre con que amenaza a la sociedad redundan en el victimismo y en la concepción ególatra y egocéntrica de la política. La carta de amor a sus votantes encubre la naturaleza de un depredador cuya trayectoria se significa precisamente en el historial de los cadáveres amontonados. No solo los rivales políticos -Rajoy, Iglesias, Rivera, Casado-, sino los compañeros de partido y de causa -Ábalos, Redondo, Calvo, González-Laya…- que han sido triturados o sacrificados en el objetivo de la supervivencia particular. De hecho, la naturaleza vampírica que caracteriza el sanchismo difícilmente puede conciliarse con estos gestos amañados de sensiblería y de sentimentalismo. Nos enseña Pedro el cruel su corazoncito, trata de consternarnos con el tópico de “no todo vale en política”, pero la estrategia difícilmente puede sustraerse al cinismo de su ejecutoria.

No es que Sánchez padezca el síndrome de la Moncloa, ni que viva ensimismado en la corte de sus palmeros y aduladores. Lo que padece es el síndrome de Hubris, o sea, un trastorno narcisista de la personalidad que se refleja en la adicción al poder, en la megalomanía y en el mesianismo. Tanta seguridad tiene Sánchez en sí mismo que ha terminado por exagerar la soberbia y la prepotencia. Y por considerar al pueblo indigno de su gobierno, no digamos cuando sale a la calle y se topa con las expresiones de rechazo e impopularidad. Por eso al camarada Patxi López se le ha ocurrido mediar con las consignas guerracivilistas. “No pasarán”, sostenía el portavoz socialista como reacción a la turba ultraderechista.

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Es un tipo astuto el presidente. La jugada que precipitó este miércoles no responde a un calentón ni a una bravuconada. Forma parte de una estrategia política cuyo propósito no consiste en marcharse, sino en quedarse. Y en convertir su causa en una suerte de drama nacional, como si él fuera el presidente de algunos españoles. Y como si estuviera provocando un clima de excitación y de controversia en un plano irresponsable.

El narcisismo puede acabar con el narcisista. La lectura misma del mito griego nos recuerda el escarmiento que aguarda a las criaturas enamoradas de sí mismas, escarmentada por la distancia con la realidad.

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QOSHE - El órdago infantil del narcisista - Rubén Amón
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El órdago infantil del narcisista

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25.04.2024

Ni el ' Manual de resistencia' ni la secuela de ' Tierra firme' sobrentienden que Pedro Sánchez sea capaz de abandonarse a una 'espantá' y marcharse de la Moncloa soliviantado por el escarmiento de la polarización que él mismo ejerce y que pretende convertir ahora en energía de supervivencia.

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