Resulta desalentador y desesperante el comportamiento infantil de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo a propósito de la reunión bilateral que finalmente va a oficiarse en el Congreso. Uno ha puesto la fecha. Otro ha puesto el lugar. Y el anfitrión recela del invitado tanto como el invitado recela del anfitrión. Ni siquiera la hipocresía del espíritu navideño ha inculcado una tregua en las hostilidades que delimitan la conveniencia del muro.

Lo demostró la sobreactuación de las respectivas posiciones en el debate premonitorio de este miércoles. Tan previsible eran la iracundia de Feijóo en el inventario de las últimas novedades políticas —el pacto con Bildu, la politización de la Agencia EFE, la foto con Puigdemont— como la chulería de Sánchez en la feroz caricaturización del adversario.

El muro lo ha levantado Sánchez con la argamasa de las mentiras, el sectarismo y las aberraciones políticas, pero se diría que Núñez Feijóo es feliz a la sombra de la tapia. Porque la altisonancia y las manifestaciones facilitan sobremanera el trabajo opositor. Y porque la fórmula del antagonismo funcionaría (¿?) como su mejor argumento político.

Así lo susurran les encuestas. Y así cobraría peso la credibilidad de la alternativa, si no fuera porque la legislatura acaba de empezar y porque Sánchez dispone de cuatro años para amortiguar las extravagancias.

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Y no solo porque el desgaste castiga a quien no tiene el poder, sino porque la obligación del jefe de la oposición consiste en beneficiar los intereses de los ciudadanos. No para suscribir las excentricidades de Sánchez, sino para relativizar el impacto nocivo que implica la coalición de los soberanistas.

Sabemos que el presidente del Gobierno va a abusar del muro y del aislamiento al PP. Y que los puntos de consenso con la oposición irritan la relación chantajista con los indepes, pero Feijóo está obligado a atravesar la muralla sanchista y prestarse a los grandes acuerdos de Estado.

Es la manera de conceder sentido a los 137 diputados que representa, de asumir la mayoría azul del Senado y de otorgar enjundia política al poder municipal y autonómico que el PP obtuvo en la gran victoria del 28-M.

¿Oposición constructiva o destructiva? La primera exige a Feijóo la disciplina de colgar el megáfono, la segunda predispone frustraciones

Los propios barones del PP reclaman al jefe un replanteamiento de la estrategia antagonista. Enconarse con Sánchez hiperbólicamente amenaza la relación del Gobierno central con las comunidades donde ondea la bandera popular, más todavía cuando tienen que dirimirse las cuestiones nucleares de la financiación y de la quita de la deuda.

¿Oposición constructiva u oposición destructiva? La primera hipótesis exige a Feijóo la disciplina de colgar el megáfono, velar por el interés general y esforzarse en cohabitar con la medusa de Sánchez sabiendo que el presidente va a instrumentalizarlo, mientras que la segunda predispone un cuatrienio de beligerancia y frustraciones que amenaza con agotar las energías del aspirante y su capacidad de liderazgo en Génova 13.

Y no es que Sánchez y Feijóo estén obligados a reunirse. Están obligados a entenderse en las grandes cuestiones de Estado, defensa y de política exterior, precisamente porque el 70% de los españoles ha votado la serenidad del bipartidismo y porque resulta inaceptable que las malas relaciones personales entre ellos repercutan en la salud de la nación.

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Feijóo es feliz en el muro de Sánchez

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21.12.2023

Resulta desalentador y desesperante el comportamiento infantil de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo a propósito de la reunión bilateral que finalmente va a oficiarse en el Congreso. Uno ha puesto la fecha. Otro ha puesto el lugar. Y el anfitrión recela del invitado tanto como el invitado recela del anfitrión. Ni siquiera la hipocresía del espíritu navideño ha inculcado una tregua en las hostilidades que delimitan la conveniencia del muro.

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