Poner el Niño en el Portal cuando aún no ha nacido no es un detalle sin importancia, no es un despiste, ni una tontería. Es un signo de los tiempos acelerados, impacientes e insatisfechos que sufrimos. Es un atropello a Dios que denota nuestra falta de elegancia como sociedad, una aceleración directamente proporcional a nuestra creciente vulgaridad grupal, un modo de arrearnos como si fuésemos bestias en este sistema capitalista que nos conmina a que compremos, a que consumamos, más deprisa, come on, más deprisa, para que todo empiece lo antes posible y termine cuanto antes en ese vicioso círculo clientelar en el que pretendemos incluir hasta a los niños, a los nuestros y al de escayola que representa a Dios hecho hombre, que ha sido siempre el símbolo más bello de nuestra religión, la supremacía del todopoderoso hecho un bebé para recordarnos, con el ciclo natural, que todo necesita constantemente regenerarse, comenzar de nuevo para seguir siendo.

Observamos con creciente disgusto que se ha puesto de moda colocar al Niño Jesús donde correspondería a partir de la Nochebuena. Y no solo en los centros comerciales, donde Cristo no tendría hoy autoridad para echar a los mercaderes porque son estos quienes están en su derecho de no rezarle más que al dinero. Ya vemos la zafia prisa en cualquier sitio, incluso en lugares que deberían respetar los tiempos pero que se han amalgamado con esa horrorosa filosofía estética de terminarlo todo cuanto antes para seguir rindiendo culto a aquel lema de antes muertos que sencillos. Incluso en iglesias, capillas y hermandades nos encontramos ya al Niño Dios ejerciendo el paripé festivo al que lo obliga la falta de tacto de estas nuevas juntas de gobierno que adolecen no solo de la más mínima formación cristiana, sino del más mínimo decoro para ir construyendo con gusto el tiempo litúrgico que nos va tocando, del Adviento esperanzador a la Natividad del Señor.

Ya rige en todas partes la técnica mercantilista de los grandes almacenes: la de que si se adelantan las Navidades al Halloween se vende el triple. Y así, mientras los Ayuntamientos engalanan con luces a destiempo nuestras calles y en nuestros hogares vamos ya por la cuarta remesa de polvorones, el Niño Dios prematuro que nos nace a todos antes de que llegue la Nochebuena nos recuerda hasta qué punto somos incapaces de disfrutar de la magia navideña porque hemos dejado de contar con aquellos mayores que nos advertían contra la mala costumbre de atiborrarnos de bombones antes de la cena. Ya todo es fast food y obligamos al Niño Dios a que sea un insolente adolescente cuando le toque nacer.

QOSHE - El Niño Dios no ha nacido todavía - Álvaro Romero
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El Niño Dios no ha nacido todavía

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18.12.2023

Poner el Niño en el Portal cuando aún no ha nacido no es un detalle sin importancia, no es un despiste, ni una tontería. Es un signo de los tiempos acelerados, impacientes e insatisfechos que sufrimos. Es un atropello a Dios que denota nuestra falta de elegancia como sociedad, una aceleración directamente proporcional a nuestra creciente vulgaridad grupal, un modo de arrearnos como si fuésemos bestias en este sistema capitalista que nos conmina a que compremos, a que consumamos, más deprisa, come on, más deprisa, para que todo empiece lo antes posible y termine cuanto antes en ese vicioso círculo clientelar en el que pretendemos incluir hasta a los........

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