Tengo hijos en tres edades distintas. Una es la de habérsele caído las escamas de los ojos sin que hubiéramos hablado nada al respecto, es decir, la de la madurez que se infiltra sibilinamente hasta el punto de que es una ventaja contar con un cómplice en la construcción de la merecida ilusión de las pequeñas. Uno no recuerda, y es mejor así, en qué momento lo descubrió, pero él sabe que los Reyes existen aunque se encarnen en los padres. El Misterio de la Encarnación va más allá del propio Cristo. Otra es la edad de la duda, de la pregunta capciosa, del oído fino frente a las conversaciones inoportunas de los adultos, tan aguafiestas. En este caso parece que la ilusión pende de ese hilo de araña que se bambolea en la última habitación del tiempo, que es también la de la sangre ilusionada por que no llegue jamás al río... La tercera es la del corazón palpitante, la de los ojos brillantes porque, en el fondo, no es capaz de asimilar tanta magia de veras. Se ha esforzado como nunca en redactar una carta a Sus Majestades, con dibujos y todo. Y al final ha saltado de puro nervio al descubrir que no había puesto su nombre, porque lo único que faltaba es que Melchor, Gaspar y Baltasar se lo trajeron todo a otra niña por falta de remitente...

Parece milagroso que también nuestra tradición milenaria les haya asignado tres edades distintas a los Magos, pues todo el mundo sabe que Melchor es, de los tres, el anciano más venerable; Gaspar es un señor muy maduro y de rasgos caucásicos; y Baltasar es el joven negro procedente de África, el tercer y último continente que se conocía en tiempos de Jesús. En su largo itinerario hasta donde se posó la Estrella –bendita ilusión-, nos podemos imaginar la voz de la experiencia en el mago europeo, la voz de la curiosidad en el mago asiático y la voz de la diversión en el mago africano. Tres magos distintos y una sola adoración verdadera. Epifanía de la Esperanza para Dios que se hace Niño, un niño como los nuestros pero que no tuvo que escribir cartas ni pasar por este tembleque de las horas más largas del año hasta que llegue la noche, la más hermosa de todas.

QOSHE - Las tres edades de Sus Majestades de Oriente - Álvaro Romero
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Las tres edades de Sus Majestades de Oriente

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05.01.2024

Tengo hijos en tres edades distintas. Una es la de habérsele caído las escamas de los ojos sin que hubiéramos hablado nada al respecto, es decir, la de la madurez que se infiltra sibilinamente hasta el punto de que es una ventaja contar con un cómplice en la construcción de la merecida ilusión de las pequeñas. Uno no recuerda, y es mejor así, en qué momento lo descubrió, pero él sabe que los Reyes existen aunque se encarnen en los padres. El Misterio de la Encarnación va más allá del propio Cristo. Otra es la edad de la duda, de la........

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