Los movimientos migratorios que se originan en países sumidos en crisis institucionales y bélicas son consecuencia de la falta de democracias estables y solventes.

He leído recientemente un artículo publicado por Alberto Mora y que cita al geólogo Iván Lizaga, que como científico lleva años investigando sobre temas relacionados con el medio ambiente, advirtiéndonos de las consecuencias que se producen por conflictos bélicos y por la falta de planificación para salvaguardar el medio ambiente.

Lo que el autor del artículo escribe y lo que cita del científico Iván Lizaga me llevan a apelar a nuestra sociedad para que no dejemos de intentar conocer qué sucede en la mayoría de los países de África. Quizá, si nos adentráramos en la realidad de África podríamos entender las razones de por qué se producen movimientos migratorios hacia Europa.

Es preciso denunciar con valentía lo que ahí está ocurriendo, al mismo tiempo que es preciso que los países receptores de emigrantes se preocupen en profundidad con lo que sucede en el continente africano. Esto ayudaría a solucionar lo que se puede denominar como la «la crisis de los cayucos».

Si queremos ayudar a que las sociedades progresen es preciso involucrarse con políticas de cooperación que impliquen la transformación de los parámetros sociales de estas sociedades. Escuchar a investigadores como Iván Lizaga y otros más, que conocen in situ lo que está ocurriendo sería muy acertado para implantar y desarrollar proyectos de cooperación que verdaderamente puedan ayudar a que estos países progresen, al mismo tiempo que cuiden con rigor el medio ambiente. No podemos olvidar que una buena parte del continente africano contiene recursos naturales que no pueden ni deben de ser explotados de manera indiscriminada.

Trabajé varios años en programas de cooperación de ayuda humanitaria y más allá de dar respuesta a las emergencias que surgieron fruto de conflictos bélicos como los existentes en Ruanda, Mozambique y Angola me percataba que era preciso ahondar en ayudar a establecer programas que pudieran ser sostenibles en el tiempo por la población autóctona. Precisamente, lo que señala el artículo que cito es proponer soluciones que ayuden a los africanos a salir adelante sin necesidad de tener que abandonar su propia tierra. Tener que dejar lo que de alguna manera forma parte de tu identidad supone quebrar el futuro, no ya de la vida, tu vida, sino del país del que se tiene que emigrar.

Tenemos grandes retos y éstos deben de ser solucionados de manera interdisciplinar; pero, hoy más que ayer los científicos que estudian situaciones como las referidas deberían de formar parte de los equipos de cooperación que tengan la misión de poner en marcha programas de cooperación internacional. Una actuación conjunta entre los ámbitos de la educación, la sanidad y el medio ambiente es una necesidad que no podemos obviar, al contrario, deberían programarse intervenciones que ayudaran a establecer proyectos anclados en estas tres dimensiones. Sin educación no existe libertad ni progreso. Sin sanidad no hay calidad de vida saludable y por tanto se da la involución y la muerte. Sin cuidado del medio ambiente es imposible establecer una línea de actuación que haga sostenible una alimentación adecuada, al mismo tiempo, que cuide los recursos naturales, siendo explotados con una planificación justa que no destruya ni envenene el entorno.

El problema de fondo es que la inmensa población de los países que llamamos desarrollados y, de manera especial la mayoría de los políticos de éstos, vivimos al margen de lo que está ocurriendo en países que deberían ser objeto de nuestra preocupación. Decimos que no hacen más que llegar y llegar inmigrantes y consecuentemente se señala que no existe control alguno al respecto, y la solución es un debate estéril entre las formaciones políticas porque todos esgrimen razones que intentan fundamentar teorías políticas cargadas de ideología sobre la llegada de inmigrantes. Personas, que hay que recordar, que logran alcanzar suelo europeo después de haber pagado cantidades de dinero inmensas a mafias que los ponen en cayucos obligándoles a llevar una vida denigrante mientras dura la travesía. Existen mafias de control antes de embarcarse y, también, después, una vez llegados a Europa.

El verdadero problema está en el origen. Si se abordara con profundidad lo que señala Iván Lizaga, con toda probabilidad comenzaríamos a poner la solución en el punto inicial del problema, y los habitantes de África no tendrían que emigrar en condiciones inhumanas. Desde luego, los programas de cooperación tienen que empezar a cambiar y dar un mayor protagonismo a lo que sucintamente se escribe en el artículo citado. No se debe olvidar que las guerras en estos países tienen una causa que está ligada a la existencia de estados fallidos, en donde la democracia, precisamente, no es un valor que sustenta las instituciones y las relaciones políticas, sino que son países con grandes carencias democráticas. Así que terminan siendo gobernados por oligarquías políticas y sociales que no propician la estabilidad necesaria para que puedan aplicarse programas de cooperación que superen lo que dice el titular del artículo al que hago referencia: «Aire contaminado, campos incultivables y sequía: las otras consecuencias de la guerra»

Lo ideal sería que se pudiera dar una cooperación entre la iniciativa pública y la iniciativa privada. El tejido público y el tejido empresarial, vinculando al tejido del Tercer sector sería la combinación perfecta para ayudar a implementar programas de cooperación sostenibles y duraderos. Esto es lo que falta y, sin embargo, es lo más prioritario para aparcar intereses particulares de políticos, empresas y tercer sector. Unidos los tres serían capaces de solucionar infinidad de problemas proponiendo proyectos transformadores que ayudaran al verdadero progreso social y económico.

QOSHE - Las consecuencias que no queremos ver - David López Royo
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Las consecuencias que no queremos ver

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03.12.2023

Los movimientos migratorios que se originan en países sumidos en crisis institucionales y bélicas son consecuencia de la falta de democracias estables y solventes.

He leído recientemente un artículo publicado por Alberto Mora y que cita al geólogo Iván Lizaga, que como científico lleva años investigando sobre temas relacionados con el medio ambiente, advirtiéndonos de las consecuencias que se producen por conflictos bélicos y por la falta de planificación para salvaguardar el medio ambiente.

Lo que el autor del artículo escribe y lo que cita del científico Iván Lizaga me llevan a apelar a nuestra sociedad para que no dejemos de intentar conocer qué sucede en la mayoría de los países de África. Quizá, si nos adentráramos en la realidad de África podríamos entender las razones de por qué se producen movimientos migratorios hacia Europa.

Es preciso denunciar con valentía lo que ahí está ocurriendo, al mismo tiempo que es preciso que los países receptores de emigrantes se preocupen en profundidad con lo que sucede en el continente africano. Esto ayudaría a solucionar lo que se puede denominar como la «la crisis de los cayucos».

Si queremos ayudar a que las sociedades progresen es preciso involucrarse con políticas de cooperación que impliquen la transformación de los parámetros sociales de estas sociedades. Escuchar a investigadores como Iván Lizaga y otros más, que conocen in situ lo que está ocurriendo sería muy........

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