¿Recuerdan aquellas máquinas recreativas de los 80 y 90, en las que con cinco duros podías echar toda la tarde o acabar con el gol en el último minuto de la Argentina de Maradona o perder en la pelea del Street Fighter con el ayuken de Ryu? A los millennials esta pregunta les puede sonar a chino. Incluso es probable que dejen de leer esta columna crítica contra esa marioneta rota llamada Sevilla Fútbol Club.

¿Por qué traigo a colación esos recuerdos de la infancia de aquellos videojuegos arcade? En primer lugar, porque el actual Sevilla se asemeja más al que coqueteaba eternamente con la mediocridad, aquel que jugaba ante un público crítico sentado en sus almohadillas sobre el hormigón frío del estadio, donde las pañoladas dominicales al palco eran frecuentes. Parece que ya nadie se resfría. Aquellos cinco duros de la partida después de salir del colegio podían alargarse más de lo debido, con la consecuente bronca materna; o terminar antes de que el sol se ocultara. Todas culminaban con la misma pantalla: Game Over. La misma que se vislumbra en la planta noble del Ramón Sánchez-Pizjuán desde la era post-covid de Lopetegui. Sí, más allá de las últimas charlotadas de Monchi en la dirección deportiva, auspiciado por los mandamases de esta empresa que camina por España y Europa en chanclas, bañador y resacosa.

La partida terminó hace mucho, Pepe Castro. Sin embargo, el presidente del Sevilla Fútbol Club parece querer estirar los cinco duros, porque fuera del club hace mucho frío. Y, dicho sea de paso, invirtió mucho cuando nadie o casi nadie lo hacía. Pero el tiempo ya se agotó, querido. Me imagino a Mendilíbar, a quien muchos criticamos por no comprenderle, sentado en casa viendo el esperpento de Champions League que ha cerrado el equipo sevillista, una actuación bochornosa. Y ahí siguen ellos, Castro y Del Nido Carrasco, ninguneando a periodistas noveles, hablando con despotismo como si estuvieran perdonando vidas, excepto a los que patrocinan sus programas radiofónicos o guardando silencio al más puro estilo cortijero andaluz.

En la retaguardia espera José María del Nido Carrasco, quien ha dejado de lado a su padre para seguir la senda del de Utrera. A éste hay que reconocerle los títulos, pero esa manía española de aferrarse al cargo porque sí, al más puro estilo Pedro Sánchez, como los totalitarios, porque el balón es suyo. Y si no, se lo lleva a casa y se acaba el partido. Dirigentes que mordieron plata una y otra vez y que ahora van camino de dejar en la ruina a un Sevilla otrora respetado y triunfante en Europa. No hace tanto, apenas unos meses. No hay plata, Milei.

Fin del juego, señor Castro. Nada de Insert Coin. Porque es una trituradora de entrenadores, al más puro estilo Jesús Gil, a quien tanto criticaba y al que tanto se parece. Y no importa que, a estas alturas, continúe o haya despedido a Diego Alonso, otro que llegó como descubridor del fútbol, un Sampaoli con chaquetón largo. Puede que tenga razón y el hombre sea un magnífico mister, pero los números son los que son y no le gana ni a la Lebrijana. Game Over por mantener en el cargo a Víctor Orta, que no fue ni primera ni segunda opción y al que han desautorizado en varias ocasiones, más allá de las manifestaciones que haya hecho aquí o allá. Por no hablar de la gestión de los canteranos haciendo más kilómetros que el baúl de la Piquer, pero jugando lo mismo que el Panda en la Selección Española.

Un plantel envejecido, con sueldos desorbitados y con escasa preparación física. Da igual quién vaya a coger las riendas del Sevilla mañana, pasado o después del parón, algo que ya cansa escuchar. Tras un parón, viene un nuevo rosario de derrotas o malos resultados. Total, don Diego Alonso es más de asados y que descansen en lugar de trabajar. Ya puede venir al banquillo sevillista la reencarnación de Rijkaard con el Guardiola del sextete que, como mucho, enmendará algo de forma momentánea, nada permanente. Ni el Luis Aragonés de la España del tiki-taka puede convertir a Jordán en el nuevo Redondo, ni a Rafa Mir en el clon de Kanouté con más gomina. No. Porque hay situaciones que solo la magia y los milagros pueden hacer realidad.

Game Over, Pepe Castro y Del Nido Carrasco. Pero los vecinos de enfrente, con José María del Nido a la cabeza, no tienen nada que hacer. El club necesita una profesionalización en condiciones, no fichar a un psicólogo que te ayudó a superar los baches de la adolescencia como gurú del equipo. El tiempo se ha agotado, y los cinco duros ya están más que aprovechados, Pepe Castro. La partida ha terminado y está como el niño manioso que quiere, sí o sí, la piruleta del quiosco. Y recuerde: da igual que elijan a Quique Sánchez Flores o a Sir Alex Ferguson. Darle la vuelta al calcetín solo se hace con arrojo, no parcheando. Su chándal ya está zurcido demasiado. Deje paso y abra el ropero, que huele a cerrado. Que Dios nos coja confesados. Y ahora viene el Getafe. Miedo me da.

QOSHE - Game Over, Pepe Castro - Ezequiel García
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Game Over, Pepe Castro

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13.12.2023

¿Recuerdan aquellas máquinas recreativas de los 80 y 90, en las que con cinco duros podías echar toda la tarde o acabar con el gol en el último minuto de la Argentina de Maradona o perder en la pelea del Street Fighter con el ayuken de Ryu? A los millennials esta pregunta les puede sonar a chino. Incluso es probable que dejen de leer esta columna crítica contra esa marioneta rota llamada Sevilla Fútbol Club.

¿Por qué traigo a colación esos recuerdos de la infancia de aquellos videojuegos arcade? En primer lugar, porque el actual Sevilla se asemeja más al que coqueteaba eternamente con la mediocridad, aquel que jugaba ante un público crítico sentado en sus almohadillas sobre el hormigón frío del estadio, donde las pañoladas dominicales al palco eran frecuentes. Parece que ya nadie se resfría. Aquellos cinco duros de la partida después de salir del colegio podían alargarse más de lo debido, con la consecuente bronca materna; o terminar antes de que el sol se ocultara. Todas culminaban con la misma pantalla: Game Over. La misma que se vislumbra en la planta noble del Ramón Sánchez-Pizjuán desde la era post-covid de Lopetegui. Sí, más allá de las últimas charlotadas de Monchi en la dirección deportiva, auspiciado por los........

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