Fue en 1.971, cuando Esther Vilar escribió un conocido libro –sin la hache de amor de Jardiel Poncela o la mujer de Pedro J.- al que denominó “el varón domado”.

Sugería que, en realidad, eran las mujeres quienes manipulaban a los hombres, de manera similar a como Pavlov condicionó a sus perros para hacerlos sus esclavos. Insinuaba que, a cambio de fingir debilidad, conseguían menor exigencia sobre ellas; y que, en compensación, los hombres recibían el uso intermitente de sus vaginas.

Las comparó con Abalos al encuentro de Delcy Rodriguez en Barajas. Esto es, “buscadoras de oro”. Por si les sirve de algo, es uno de los libros prohibidos en Amazon, junto con “El Guardian en el Centeno” de Sallinger o “El Principito” durante la dictadura argentina.

Para colmo, la pizpireta Irene, en su última actuación, confundió al malo de la película. En lugar de atacar a su exterminadora, la camarada Yolanda Díaz; atribuyó su epílogo al abandono de los suyos (supongo que se refería a la cuidadora de sus niños y a la maquilladora). Y se lo endosó -vaya regalito- a Pedro Sánchez, que pasaba por allí, como la canción del desaparecido Luis Eduardo Aute.

Deja libre de cargas la mansión de Galapagar y pronto la tendremos en Bruselas, el justo lugar donde para escucharte, todos usan el pinganillo, como en nuestro Congreso de los Diputados. Como los de a pie –visto el precio del aceite de oliva- no tenemos presupuesto para tal aparato, acabaremos por desenchufar la tele.

Deja un treinta por ciento de hombres como población penitenciaria, de donde ha dejado escapar, en cambio, a los violadores, con su Ley del Sí es sí.

Y abandona a la desesperación a sus madres y sus segundas parejas en las colas de las cárceles, donde se oyen sus nombres como maldiciones por los altavoces; que en los calabozos no rige la ley de protección de datos.

Condena al exilio a los inocentes como Arcuri, Antonio Daza o Ruben Castro, mientras retribuye a sus Letradas, con la gestion del negocio de la igualdad en las Universidades o en los puntos de información a la mujer.

Irene confundió el vestuario. En vez del blanco de Carolina Herrera de Yolanda, ella se enfundó vaqueros. Y eso se paga. Aquí el comunismo solo vende de blanco, que el luto de Pasionaria ya se jubiló hace años.

Protesta porque deja de ser casta. Pierde el coche oficial, el solícito conserje y los reportajes en Vogue, en los que resucitaba como Audrey Hepburn.

En fin, que es día de gozo, aunque está feo reirse de las gracias ajenas. Lo imposible al paso y lo posible nos cuesta un rato.

La casta, incólume, sonriendo como Miley. Sus amigas borrachas y en las tabernas. Distante queda el paseo por Manhattan.

Los hombres matando el tiempo en la interminable cola del Registro Civil para cambiar de género.

Así que les animo a celebrarlo. No en las bares, faltaría más. No sea que nos pasaporte un beso a lo Rubiales. Les recomiendo la vieja chocolatería del barrio con unos buenos churros.

En fin, que acabo con literatura y una recomendación. “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Otro libro prohibido. Una impostura desde su título. Ya saben, los cucos no tienen nido.

Debería terminar esta quinta columna, como ella y su querido solían.

“Sra. Montero, cierre la puerta al salir.”

Pero no. Sigo siendo un romántico.

“Chica vete a tu casa, no podemos jugar...”

QOSHE - Irene Montero, la mujer domada. - José Luis Escañuela
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Irene Montero, la mujer domada.

13 0
26.11.2023

Fue en 1.971, cuando Esther Vilar escribió un conocido libro –sin la hache de amor de Jardiel Poncela o la mujer de Pedro J.- al que denominó “el varón domado”.

Sugería que, en realidad, eran las mujeres quienes manipulaban a los hombres, de manera similar a como Pavlov condicionó a sus perros para hacerlos sus esclavos. Insinuaba que, a cambio de fingir debilidad, conseguían menor exigencia sobre ellas; y que, en compensación, los hombres recibían el uso intermitente de sus vaginas.

Las comparó con Abalos al encuentro de Delcy Rodriguez en Barajas. Esto es, “buscadoras de oro”. Por si les sirve de algo, es uno de los libros prohibidos en Amazon, junto con “El Guardian en el Centeno” de Sallinger o “El Principito” durante la dictadura argentina.

Para colmo, la pizpireta Irene, en su última actuación, confundió al........

© El Correo de Andalucía


Get it on Google Play