En la sala V del Museo de Bellas Artes de Sevilla se presenta una recopilación impresionante: 36 esculturas de Pedro Roldán y 44 de su círculo artístico, la mayoría expuestas al público por primera vez. Sin embargo, esta magnífica colección se enfrenta a una presentación que deja mucho que desear.

La muestra, comisariada por José Roda Peña, abrió sus puertas el pasado 29 de noviembre, justo antes del 325 aniversario del fallecimiento del escultor. Pero, lamentablemente, la sala resulta pequeña e inapropiada para tales tesoros. En momentos de gran afluencia, la sensación de inseguridad es palpable, agravada por la ocultación de obras destacadas tras un velo de tul más propio de una escena playera que de un espacio de arte.

La falta de espacio ha llevado a una distribución confusa, donde las primeras obras se pierden entre las limitaciones del montaje. Esta deficiencia en la disposición de las obras compromete el disfrute total de la exposición. El itinerario propuesto es del todo laberíntico, tan sólo alineado por unas serigrafías en la pared.

No se puede ignorar que piezas tan significativas, como el Cristo del Perdón de Medina Sidonia o el de la Caridad, de la iglesia sevillana del mismo nombre, merecen ser admiradas en un entorno que las realce. Este desafío museográfico evidencia la urgente necesidad de ampliar el Museo de Bellas Artes.

Lamentablemente, a día de hoy, no existe un proyecto concreto para esta ampliación tras décadas de espera para poder llevarse a cabo.

¿Es momento de considerar la inclusión de edificios como Monsalves o San Ildefonso para dar cabida a memorias de tal envergadura? La grandeza de estas obras y las posibilidades que ofrece Andalucía para exposiciones de diferentes artistas y prácticamente todas las épocas exige un espacio acorde, y es hora de que desde las administraciones la planificación se ponga en marcha para honrar adecuadamente el legado artístico que reúne no solo Sevilla, sino a la largo y ancho de toda la comunidad andaluza.