Si tuviera que buscar una palabra que definiera de forma precisa el entierro ayer del guitarrista y cantaor Pedro Peña en su pueblo, Lebrija, sería la palabra dolor. Añadiría otra más: ausencia. No vi una representación de las instituciones públicas andaluzas, algo sorprendente si tenemos en cuenta que el lebrijano colaboró mucho con la Junta en la época socialista. Tampoco hubo muchos artistas, solo unos pocos, entre ellos, José el de la Tomasa, Luis el Zambo, Carmen Ledesma, Ricardo y Pedro Ricardo Miño, Antonio Moya y su esposa, la cantaora de Utrera Mari Peña. No incluyo a los locales, que estuvieron. Igualmente, pocos peñeros de fuera de Lebrija. Su pueblo sí estuvo, porque Pedro era un lebrijano muy querido en su tierra y en localidades como Utrera y Las Cabezas de San Juan. Cuando dije hace años que el flamenco se estaba deshumanizando, está claro que no lo dije por gusto. Pero, ¿importa ya eso? Pedro Peña estaba en la historia del flamenco antes de morirse, por su arte, su entrega y compromiso con este mundo artístico y los gitanos. Ayer estuvieron los que de verdad querían al artista, y los que se enteraron, tanto en la capilla ardiente como en la Parroquia de Santa María de la Oliva, donde ofreció un discurso el director del Instituto de Cultura Gitana, Diego Fernández Jiménez, que deberían de poner en las escuelas andaluzas.

Diego Fernández destacó muchas cualidades del señor Peña, pero por encima de todas, su insobornable compromiso con el pueblo de Lebrija y los gitanos andaluces. “Fue el primer intelectual gitano”, dijo. Un discurso largo pero de una calidad extraordinaria, y sin papeles. Fuera, en la calle, el oripandó –sol, en caló– quiso aportar su granito de arena y brillaba como suele hacerlo en este pueblo, con un cielo que estaba más azul que de costumbre. Había mucha tristeza en Lebrija, un dolor más que visible en sus calles y tabernas. No era para menos, porque no todos los días se muere un artista flamenco de la categoría de Pedro Peña, que, además, era fundamentalmente un buen hombre. Es curioso que cantara aquella letra tan conocida en su repertorio: “Amigo, ya no hay amigo/ el más amigo la pega/. No hay más amigo que Dios/, y un durito en la faltriquera”. Porque Pedro tenía una legión de amigos, como quedó claro ayer, aunque brillaran por su ausencia las instituciones públicas, como, por ejemplo, el Instituto Andaluz del Flamenco. De regreso a Sevilla, al pasar por Las Cabezas recordé algo que me dijo hace muchos años su gran amigo Pedro de Miguel: “Pedro Peña hizo que escribiera la palabra Amistad con mayúscula”. Se ha ido un gran hombre, un lebrijano de oro moreno.

QOSHE - ¿Dónde estaban las instituciones? - Manuel Bohórquez
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¿Dónde estaban las instituciones?

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22.12.2023

Si tuviera que buscar una palabra que definiera de forma precisa el entierro ayer del guitarrista y cantaor Pedro Peña en su pueblo, Lebrija, sería la palabra dolor. Añadiría otra más: ausencia. No vi una representación de las instituciones públicas andaluzas, algo sorprendente si tenemos en cuenta que el lebrijano colaboró mucho con la Junta en la época socialista. Tampoco hubo muchos artistas, solo unos pocos, entre ellos, José el de la Tomasa, Luis el Zambo, Carmen Ledesma, Ricardo y Pedro Ricardo Miño, Antonio Moya y su esposa, la cantaora de Utrera Mari Peña. No incluyo a los locales, que estuvieron. Igualmente, pocos peñeros de fuera de........

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