Nunca he visto el trabajo como un castigo, sino como una manera de que la vida no sea precisamente una sanción. Estos días estoy viendo lo de la jubilación, que tendría que hacerlo este mismo año, en verano. No quiere decir retirada, que significa otra cosa distinta a la jubilación. De niño pacté con el Estado que trabajaría toda la vida para que un día me empezaran a pagar lo aportado y ha llegado el momento. Ni les digo lo que me van a pagar mensualmente, para que no se echen a llorar. Tampoco es que me quite el sueño, porque siempre me he ganado el plato de comida, desde niño, y ser un mantenido nunca ha ido conmigo. La pensión no es una limosna, aunque lo parezca: es lo que te corresponde por tus cotizaciones a lo largo de toda una vida. Nunca se debería hablar de las pensiones en modo de alarma, como si anunciaran un problema para el futuro, porque el Estadio no te regala nada. Me quiero morir trabajando y no solo porque vaya a seguir en el tajo por pura necesidad de sobrevivir, sino porque no sabría vivir sin escribir cada día, sin echar horas diarias en los archivos o sir encender el ordenador cada mañana.

A veces reflexiono sobre todo esto y me vengo arriba, aunque cueste, cuando miro todo lo que he aportado al mundo del flamenco en calidad de crítico, escritor e investigador. Para volver a hacer lo mismo tendría que vivir tres o cuatro siglos más, y no creo que llegue ni siquiera a cumplir uno. Dejarlo todo ahora, cuando tengo más experiencia, porque me ha llegado la hora de jubilarme, sería un tremendo error. Moriré con las botas puestas y no lo considero una condena, sino un privilegio: el de poder seguir aportando cosas importantes a la sociedad, bien sea en el flamenco o fuera de este arte al que le estoy dedicando la vida. Los flamencos nunca van a saber, al menos por mí, la cuantía mensual de la paguita del Estado. ¿Saben por qué? Porque el mejor premio ha sido trabajar durante cuarenta y cinco años por los mejores músicos del mundo, los artistas del cante, el baile y el toque jondos. Me siento sobradamente recompensado, en serio. Lo siento por quienes celebrarían mi retirada, pero no les voy a dar ese gusto. Me entenderán si les digo que solo soy feliz escribiendo y disfrutando de este arte, que es como una hermosa amante que te maltrata porque sabe que no concibes la vida sin ella, y a la que no puedes dejar. La flamencura no tiene cura. Ni falta que hace.

QOSHE - Con las botas puestas - Manuel Bohórquez
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Con las botas puestas

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05.01.2024

Nunca he visto el trabajo como un castigo, sino como una manera de que la vida no sea precisamente una sanción. Estos días estoy viendo lo de la jubilación, que tendría que hacerlo este mismo año, en verano. No quiere decir retirada, que significa otra cosa distinta a la jubilación. De niño pacté con el Estado que trabajaría toda la vida para que un día me empezaran a pagar lo aportado y ha llegado el momento. Ni les digo lo que me van a pagar mensualmente, para que no se echen a llorar. Tampoco es que me quite el sueño, porque siempre me he ganado el plato de comida, desde niño, y ser un........

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