Si tuviera que hacer un balance de este año que prepara ya el petate, la verdad es que me daría vergüenza porque profesionalmente ha sido muy bueno, uno de los mejores de mi vida. En lo personal no puedo decir lo mismo, lamentablemente, y el nuevo año puede ser terrible por un asunto personal del que les daré noticias en cuanto me dejen. Es un asunto grave, serio, que me puede enterrar vivo. Pero eso no será hoy mismo y tampoco quiero amargarles el día a quienes me vienen leyendo en este periódico centenario en los últimos cuarenta años y que sé que me quieren y que me miran bien.

Sí, este año se cumplen, concretamente en el mes de junio, cuarenta años de mi vida en El Correo de Andalucía. Comencé con 25 años y tengo ya 65. Si miro atrás, casi no me reconozco, porque hace cuatro décadas yo era prácticamente un analfabeto funcional que abría calicatas en las calles de Sevilla para una contrata de Sevillana. Con sueños, eso sí, y sin complejos de pobre iletrado. Tenía más moral que el Alcoyano. Si llegar a la luna de un salto es totalmente imposible, tuve que intentarlo desde el fondo de un pozo muy hondo y estrecho, que era ya algo así como el triple salto mortal sin red.

Cada vez que el reloj marca la medianoche en la Nochevieja, sentimos una mezcla de emociones: la emoción de un nuevo comienzo y la nostalgia por lo que dejamos atrás. Demasiadas cosas importante, a veces. Es como si el calendario nos diera una página en blanco para escribir nuestra próxima aventura, el nuevo año, que es como una nueva oportunidad en la vida. Es el momento de los propósitos de Año Nuevo. ¿Por qué nos obsesionamos con los propósitos? Vemos en el cambio de año una oportunidad fresca para darle un giro a nuestras vidas.

No importa si el año pasado fue un desafío o un triunfo. La esperanza de un nuevo año nos inspira a fijarnos metas y sueños. Uno de los propósitos más comunes es adoptar un estilo de vida más saludable. Después de las festividades, con la nevera llena de sobras y algún que otro exceso culinario, muchos de nosotros decidimos hacer las paces con nuestro cuerpo. En mi caso, sinceramente, lo de mirar por el físico lo dejé hace años, porque hay cuerpos que no tienen arreglo.

No se trata solo de perder tocino, sino de sentirnos bien con nosotros mismos, de llenar nuestro día con elecciones más saludables y movernos un poco más. Ya sea caminar, correr o bailar en la sala de estar, la meta es simple: sentirnos mejor. Otro propósito que ocupa la mente de muchos es cambiar de trabajo. La rutina diaria puede volverse monótona, y el deseo de encontrar un trabajo que nos apasione y nos motive es una llama que arde con fuerza al comienzo del año. Ya sea por buscar nuevas oportunidades, emprender un proyecto propio o mejorar en el trabajo actual, la promesa de un cambio laboral es un propósito valioso. Ya no busco trabajo, tengo más ocupaciones de las que debería.

La búsqueda de la paz interior es otro propósito que resuena en muchos corazones. El estrés de la vida cotidiana puede pesar como una carga, y el Año Nuevo se presenta como la ocasión perfecta para dejar atrás las tensiones. Ya sea a través de la meditación, el tiempo dedicado a uno mismo o simplemente diciendo «no» a lo que no aporta positividad, encontrar la paz se convierte en un propósito valioso. Y, por supuesto, estamos los soñadores, los que miramos al futuro con ojos llenos de sueños y ambiciones. Soy uno de esos, de los que aún sueñan despiertos, aunque, volviendo al comienzo del artículo, casi que no merece la pena ya intentar comenzar de nuevo. ¿Para qué y por qué?

QOSHE - Un nuevo comienzo, ¿para qué? - Manuel Bohórquez
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Un nuevo comienzo, ¿para qué?

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29.12.2023

Si tuviera que hacer un balance de este año que prepara ya el petate, la verdad es que me daría vergüenza porque profesionalmente ha sido muy bueno, uno de los mejores de mi vida. En lo personal no puedo decir lo mismo, lamentablemente, y el nuevo año puede ser terrible por un asunto personal del que les daré noticias en cuanto me dejen. Es un asunto grave, serio, que me puede enterrar vivo. Pero eso no será hoy mismo y tampoco quiero amargarles el día a quienes me vienen leyendo en este periódico centenario en los últimos cuarenta años y que sé que me quieren y que me miran bien.

Sí, este año se cumplen, concretamente en el mes de junio, cuarenta años de mi vida en El Correo de Andalucía. Comencé con 25 años y tengo ya 65. Si miro atrás, casi no me reconozco, porque hace cuatro décadas yo era prácticamente un analfabeto funcional que abría calicatas en las calles de Sevilla para........

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