Cuando nos demos cuenta, habrá pasado la Navidad. Todo va muy deprisa, casi volando, cuando no te importan demasiado estas y otras fiestas. Será verdad lo que me dicen las sesentonas que me tiran los tejos en Facebook: que he acabado siendo un joven viejo algo rezongón, con lo alegre que era hace treinta o cuarenta años, cuando me reía hasta de mi sombra. Quizás me abandonó por eso -mi sombra, quiero decir-, porque, ahora que caigo, hace tiempo que no la veo cuando paseo bajo el sol de la marisma sevillana. Ya mismo no es Navidad, qué manera de correr. Era muy distinto cuando, de niño, en Palomares, se hacía tan larga como un día sin pan. Comenzaban las candelas en noviembre y algunas no se apagaban hasta enero, como la de la hijuela de Cuatro Vientos. Siempre había algún vecino que se acercaba a echar un leño o varetas secas y las mujeres calentaban a veces la leche en un cazo o hacían las tostadas por las mañanas en una lata. Alguien con posibles llevaba una botella de anís y un plato de alfajores y los niños cantábamos villancicos a la antigua usanza: con una rudimentaria orquesta de platillos cerveceros, triángulos, panderetas y el clásico cántaro al que le dábamos con una alpargata en la boca buscando un sonido de percusión ancestral. En Nochebuena, el niño que se acostara antes del amanecer era considerado un cobarde. Había que aguantar como fuera, aunque fuese dando alguna cabezada que otra. Todo valía con tal de hacer que la Navidad fuera larga y no un suspiro, como ahora, que empezamos a comernos un mantecado a mediados de diciembre y si no andamos listos nos pillan las uvas de Nochevieja. Ya mismo no es Navidad y cuando dejamos de oler a mazapán y turrón del duro, la vida es menos vida, tan dura como el turrón de Jijona. Me gustaba la Navidad cuando mi madre hacía mojones de perro y nos regalaba unos zapatos y un abrigo de lana. Cuando mi abuelo Popá Manué llenaba el lebrillo de palma y hojas de cidra para que los Reyes fueran generosos con sus nietos. Cuando podíamos entrar en cualquier casa del pueblo, siempre de puertas abiertas, donde nos recibían con un plato de garrapiñadas y cortadillos de hojaldre y manteca. Ya mismo no es Navidad. Apresúrense, que corre como una liebre en tierra de calma.

QOSHE - Ya mismo no es Navidad - Manuel Bohórquez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Ya mismo no es Navidad

3 0
07.12.2023

Cuando nos demos cuenta, habrá pasado la Navidad. Todo va muy deprisa, casi volando, cuando no te importan demasiado estas y otras fiestas. Será verdad lo que me dicen las sesentonas que me tiran los tejos en Facebook: que he acabado siendo un joven viejo algo rezongón, con lo alegre que era hace treinta o cuarenta años, cuando me reía hasta de mi sombra. Quizás me abandonó por eso -mi sombra, quiero decir-, porque, ahora que caigo, hace tiempo que no la veo cuando paseo bajo el sol de la marisma sevillana. Ya mismo no es Navidad, qué manera de correr.........

© El Correo de Andalucía


Get it on Google Play