Me he pasado cuatro días del “acueducto” Constitución-Inmaculada rulando por El Algarve y vaya cómo está de bien aquello. Limpio, bullicioso en unas partes y tranquilo en otras, estético, buen yantar y algo mejor de precios que en España. Las carreteras han cambiado muchísimo, las hay por todas partes, autovías y en muy buen estado, contrastan con la autovía a Huelva y Portugal desde Sevilla que está repleta de “calvas” y se deja uno en ella un buen desgaste de neumáticos y de sobresaltos físicos y psíquicos. Da la impresión de que la tortilla está dando la vuelta, los pobres más pobres empezamos a ser nosotros mientras que Portugal despega con tranquilidad y modestia.
Anda que no han cambiado esos lares desde los tiempos en que tenía que meter el coche en la barcaza porque no había puente para cruzar el Guadiana... Naturalmente que había estado ya antes allí varias veces, pero no lo había visto todo tan correcto como ahora. Me he hospedado en un hotel para ricos, de esos que están entre pinos, llenos de verde y de campos de golf. No juego a nada de eso, una vez más me he dado cuenta de que los ricos quieren para sí lo que no quieren para los demás, esto es, poco cemento y mucha vegetación. Hace cantidad de años que me percaté del asunto cuando veraneaba en Cantabria -o invernaba- y veía en Puente San Miguel una de las casas de los Botín, allí, aislada, rodeada por una tapia y en su interior un oasis verde o sosegado mientras que la costa cántabra se iba degradando entre otros factores por el dinero que el Santander prestaba a los bárbaros arrasadores.
En El Algarve he disfrutado de unos lugares donde los apartamentos de los hoteles se hallan cuidadosamente separados por árboles y plantas para que estemos juntos pero no revueltos. Y es que conviene, al abrir las ventanas en cada amanecer, comprobar que hay verde en el horizonte y cerca de uno. Eso es vida. Como a la gente parece que no le importa estar revuelta en casas adosadas, se les proporciona una, calurosa, sin árboles, y así puede acercarse a la riqueza. Y en cuanto a hoteles y alojamientos, hoteles para que los niños armen el jaleo que les dé la gana y apartamentos estilo telenovela en Miami, grandes edificios de apartamentos y en medio unas piscinas. Si es posible, la playa, cerquita. El paraíso.
La especulación es mucho menor en El Algarve, Playa Verde es una maravilla que ni viene en el GPS, la conocí hace bastantes lunas y más o menos sigue así. Lo contrario es Vilamoura, cuando estaba de periodista económico en la Junta fui para allá por cosas de trabajo, no había ni puente sobre el Guadiana. Metí mi Seat Málaga en el barco, me cruzaron a la otra orilla y me planté en ese lugar más artificial que las barbas de un rey mago. Se trataba de una reunión empresarial entre emprendedores portugueses y andaluces que creo que existen. La reunión se enmarcaba en un programa llamado Europartenariat -si mal no recuerdo-. Su fin era desarrollar aquello y vaya si lo han hecho, no sé quién ha sido, pero los ricos se han montado un puerto pijo de lujo con sus barquitos por allí. Vi hasta un auto Tesla cargando las baterías en un enchufe. Me gustó y si no fuera porque tengo que escribir para El Correo -una empresa que me quiere mucho- alquilaría una barca en la plaza de España y me la llevaría para allá.
Bueno, que lo que quiero decir es que o espabilamos en España y especialmente en Huelva o la gente se irá para allá en mayor porcentaje y mucho más ahora que los turistas extranjeros no están dispuestos a aguantar el calorazo que hace en casi toda Andalucía. Tienen razón, si yo fuera más joven me iban a ver poco por Sevilla pero como ya no lo soy no tengo ganas de moverme de aquí, a fin de cuentas no está mal mi ciudad, todos los días una procesión y han traído hasta los Grammy latinos aunque la Plaza de España no pase los controles de conservación.
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