Por lo que voy leyendo en los medios -ver, en TV, los veo mucho menos- soy un superviviente de los braseros de picón y cisco. Desde El País, Ginés Donaire me contó en su momento, el pasado día 2: “La combustión incompleta del picón de un brasero y la falta de ventilación de la vivienda ha sido la combinación fatídica que ha provocado la muerte de tres personas en Linares (Jaén, 55.000 habitantes)”, por medio de la llamada muerte dulce que consiste en el que el gas adormece a las personas hasta hacerlas fallecer por falta de oxígeno. La información estaba encabezada por este titular: “La pobreza energética mantiene encendidos los peligrosos braseros de picón”.

“Los temidos braseros de picón, que desafortunadamente siguen dando noticias trágicas con sucesos de este tipo”, aseguraba la web de la Cadena SER. “Fueron los bomberos los que confirmaron los más terribles pronósticos. Cuando entraron en la vivienda se encontraron la triste situación. Había tres personas fallecidas, una menor de 16 años, así como un hombre y una mujer. Se confirmó que los fallecimientos se produjeron tras la inhalación de humo de un brasero de picón que había en el domicilio”.

Yo pude haber sido esa persona menor de 16 años y mis padres el hombre y la mujer. Mi familia no era precisamente adinerada, era obrera. De pequeño, recuerdo cómo mi madre elaboraba a diario el brasero de picón en el barrio sevillano de San Vicente, encendiendo el carbón, abanicándolo, añadiéndole ceniza y luego esa maravilla que se llama alhucema, cuyo olor prendía toda la casa. Los domingos, tras el paseo correspondiente de la mano de mi padre, que a veces me llevaba a cruzar el puente de madera que estaba por donde hoy se halla el del Cristo de la Expiración -llamado también de los Toldos o de los Leperos porque primero hicimos el puente y luego pusimos el río-, tras ese paseo dominical y después de haber visto jugar en Triana al Triana Balompié, filial del Betis, llegábamos al piso de alquiler y el olor a comida se mezclaba con el de la alhucema y con el de la limpieza de nuestro hogar en la calle Mendoza Ríos, situado en una casa de interés cultural hoy abandonada por el ayuntamiento mientras se cae a pedazos.

En esta época invernal, cuando estábamos bajo su lumbre, el brasero -la copa se la llamaba también- se iba enfriando hasta que uno de mis progenitores la movía y removía con la badila como había que hacerlo, desde los bordes hacia el centro y sin que se saliera nada. Ahora matará a algunos, pero ese calorcito que me subía por las piernas y el cuerpo mientras en la camilla desarrollaba mis traducciones de latín y griego clásicos y escuchaba en la radio el programa Para vosotros, jóvenes, con un locutor que desde Valencia anunciaba la llegada de un tal Nino Bravo al que le auguraba toda clase de éxitos con su canción Te quiero, te quiero, todo aquello jamás se borrará de mi mente, creo que ni el Alzheimer lo borra.

Era el tiempo en el que no todos podíamos permitirnos una televisión y los que la tenían eran afortunados que veían un sólo canal en blanco y negro. Yo fui, por pocos años, de la generación radio, la que tenía que llegarse por Radio Sevilla en la calle Rafael González Abreu o por los de La Voz del Guadalquivir en la Plaza del Duque con estudios que daban a la calle Aponte. Nunca fui a la radio cara al público, yo era demasiado pequeño, pero bien cerca que estaban de mi domicilio y yo ni lo sabía.

Lamento que por falta de dinero entonces y, sobre todo ahora todavía, se tenga que echar mano de la copa de picón. Lamento mucho esas muertes que sin embargo me han traído a la mente aquello que ya está en “el humo dormido”, como diría Gabriel Miró: mis padres, que tenían mucho cuidado con ese utensilio y lo ventilaban y tapaban con ceniza antes de irnos a dormir. Entonces no sabía de su peligro, tal vez por eso fui más feliz. La realidad es necesaria, pero triste con frecuencia.

Aquel piso amplio en el que se entraba por la calle Mendoza Ríos e incluso por la calle García Ramos -ya dije que forma parte de una casa abandonada de interés cultural-, era un bajo, había que descender tres escalones para acceder a él. Creo que estábamos por debajo del caudal del río, bastante cercano. Era tan frío y húmedo en invierno que dudo que el brasero se hubiera tragado el oxígeno del ambiente, más bien ese ambiente se lo hubiera tragado a él como en efecto así ocurría cuando lo dejábamos a su suerte y nos íbamos a dormir.

QOSHE - Aquellos braseros de picón hoy matan - Ramón Reig
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Aquellos braseros de picón hoy matan

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06.01.2024

Por lo que voy leyendo en los medios -ver, en TV, los veo mucho menos- soy un superviviente de los braseros de picón y cisco. Desde El País, Ginés Donaire me contó en su momento, el pasado día 2: “La combustión incompleta del picón de un brasero y la falta de ventilación de la vivienda ha sido la combinación fatídica que ha provocado la muerte de tres personas en Linares (Jaén, 55.000 habitantes)”, por medio de la llamada muerte dulce que consiste en el que el gas adormece a las personas hasta hacerlas fallecer por falta de oxígeno. La información estaba encabezada por este titular: “La pobreza energética mantiene encendidos los peligrosos braseros de picón”.

“Los temidos braseros de picón, que desafortunadamente siguen dando noticias trágicas con sucesos de este tipo”, aseguraba la web de la Cadena SER. “Fueron los bomberos los que confirmaron los más terribles pronósticos. Cuando entraron en la vivienda se encontraron la triste situación. Había tres personas fallecidas, una menor de 16 años, así como un hombre y una mujer. Se confirmó que los fallecimientos se produjeron tras la........

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