Ahí estaba Doñana, con sus leyes de protección que no la protegían. Con sus expertos quejándose, con los ecologistas poniendo el grito en el cielo, impotentes. Y ahí sigue, agonizando, como la climatología siga así. Los progresistas se han llevado cerca de cuarenta años dejándola en su decadencia progresiva. Hasta hubo un tiempo en que, si no recuerdo mal, se vio amenazada por la especulación del ladrillo. Llegan los “fachas” del PP y el progresismo madrileño se espabila porque en la capital de España saben que si Doñana muriera la principal culpa sería de ellos y también la famosa UE sería consciente del asunto.

Nadie decía nada desde la Junta progresista, nadie legislaba con decisión, nadie tomaba el toro por los cuernos, claro, si hasta se han prohibido las corridas y está prohibido atentar contra los animales, esas son las medidas progresistas, primero los animales, luego la gente. En el caso de Doñana ni animales ni gente, ahí estaban en tierra de nadie los humanos que también viven de aquello y tienen derecho a seguir haciéndolo. Hasta que llegó la Junta actual, el presidente Moreno Bonilla, y decidieron acabar con el olvido. Entonces, primero, se intentó utilizar aquello como arma política contra la derecha y los ultras. Después, como no se cedía al chantaje del discurso demagogo de yo soy quien cuida el medio ambiente y vosotros los que lo destrozáis, llegó la ministra Ribera, llamada de Transición Ecológica, y se sentó con Moreno y soltó la pasta, a falta de agua y de pozos, buena es la pasta.

Ni Chaves, ni Griñán, ni Susana levantaron la voz como tenían que haberlo hecho. Algunos expertos son de su cuerda y protestaban pero con la boca pequeña. Y los ecologistas no le iban a la zaga. El pobre Juan Espadas ahí que ha estado, mamporreando que es su misión, a pesar de ello y de sus múltiples servicios al peloteo sanchista, ni un ministerio le han dado, a ver si le cae algo madrileño a este hombre, por favor, Don Pedro, que es leal caballero sin caballo, útil para ir al choque en situaciones concretas.

Supongo que entre los interesados de verdad -que son los que necesitan Doñana para vivir y cultivar- los habrá contrarios o partidarios del acuerdo de la señora Ribera con el señor Moreno. La lección, sin embargo, está aprendida. Cuando se guardan las pasiones de la política en un cajón y se piensa en el “desvalido”, en este caso Doñana, las metas pueden alcanzarse. Miren, una cosa son las chorradas y las veleidades de la política entendida como confrontamiento de unos pocos que juegan a eso cobrando un dineral hasta cuando los despiden de sus puestos de trabajo -como les sucede a “Pam” y a Irene Montero-, y otra la realidad de quienes están a pie de tajo, pisando tierras secas y sin agua en lugar de moquetas en Las Cortes. Esa gente no está jugando a separatismos, amnistías o lanzando leyes chorras a diestro y siniestro, sino que desea sobrevivir y hacer negocios.

Se trata de un simple acto de empatía, para eso se elige a los políticos. Doñana no entiende de derechas, ultras, izquierdas, o papas alioli, Doñana es un pulmón, un medio de vida y una alegría para los ojos que ven a la naturaleza en todo su esplendor. Han tenido que venir los derechosos -encerrados por Sánchez tras el muro que lo protege de los “fachas”- para que la ministra mueva el trasero y se siente a dialogar. Y ha tenido Moreno Bonilla que dejar a un lado su proposición de ley para que Doñana respire un poquito.

Desde la Cadena SER decía un vocero del PSOE que, anda, anda, que tome nota Feijoo de cómo su partido negocia con el malvado PSOE. El muchacho sabe que es al revés, que es el PP quien le ha propuesto varias veces un pacto de Estado al PSOE para detener a la minoría que ahora mismo está mangoneando España. Pero tiene que quedar bien con sus señoritos. Esto ha sido y sigue siendo buena parte del periodismo, por desgracia. Lo mejor, Doñana está hoy más animadita que ayer, se está muriendo por falta de lluvia pero le están aplicando algunos cuidados paliativos.

QOSHE - Doñana, un triunfo de la Junta - Ramón Reig
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Doñana, un triunfo de la Junta

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28.11.2023

Ahí estaba Doñana, con sus leyes de protección que no la protegían. Con sus expertos quejándose, con los ecologistas poniendo el grito en el cielo, impotentes. Y ahí sigue, agonizando, como la climatología siga así. Los progresistas se han llevado cerca de cuarenta años dejándola en su decadencia progresiva. Hasta hubo un tiempo en que, si no recuerdo mal, se vio amenazada por la especulación del ladrillo. Llegan los “fachas” del PP y el progresismo madrileño se espabila porque en la capital de España saben que si Doñana muriera la principal culpa sería de ellos y también la famosa UE sería consciente del asunto.

Nadie decía nada desde la Junta progresista, nadie legislaba con decisión, nadie tomaba el toro por los cuernos, claro, si hasta se han prohibido las corridas y está prohibido atentar contra los animales, esas son las medidas progresistas, primero los animales, luego la gente. En el caso de Doñana ni animales ni gente, ahí estaban en tierra de nadie los humanos que también........

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