Hoy es lunes y siempre que puedo hablo de deportes. Nunca me gustaron los deportes, eso quiere decir que me moriré antes. Los deportes me parecen necesarios, pero no están hechos para mí, me cansan y aburren demasiado. Cuando de chico, en Los Maristas, llegaba la hora de la gimnasia, me sentaba fatal aquello. Desde ponerme las calzonas hasta subir por esas sogas del gimnasio, con nudos y sin nudos, esas parihuelas, esos travesaños con sus palos cruzados, esos potros, esos caballos, esos partidos de fútbol en los que destacaba mi compañero Folgado y el personal iba al choque sin echar cuenta de la clase, de la técnica y la situación en el campo.

El fútbol sí me hubiera gustado jugarlo más, pero con elegancia. Admiraba a Rogelio, el del Betis, cuando estaba en Las Salesianas yo era el capitán del equipo de fútbol. Jugaba de 10 y mi amigo Barberán era el 9. Imaginaba que Barberán era Quino y yo Rogelio, de hecho, le pasaba la pelota y él se encargaba de meter los goles salvo en las faltas directas que me lucía yo y a veces anotaba. ¡Qué tiempos en aquel colegio de la calle San Vicente con flores a María y vestido de monaguillo en la procesión de la Virgen María Auxiliadora! Y con mi inolvidable y querida Sor Rosa Manso, Sor Rosita, que se me murió hace pocos años. Ella me enseñó a leer y a escribir y a dividir que no me entraba ni a tiros.

Oh, Rogelio, qué grande eras. Claro, quien tenía que correr era la pelota, no tú, eso cansa mucho. El tito Barrios le decía al de Coria cuando estaba de suplente y el equipo no tiraba: “Salga usted”. Rogelio preguntaba: “¿Y qué hago, míster?”. “Haga lo que sabe hacer”. Y Rogelio irrumpía en el campo, ordenaba los muñecos y aquello cambiaba para bien. Nunca pude hacer ese regate de la tostá pero lo intentaba. Me parece que hoy ni tú ni yo serviríamos de mucho, Rogelio, hoy hay que correr y correr y pensar deprisa, el fútbol es un reflejo de la sociedad: se corre y se corre y no se sabe por qué ni para qué, salvo para una cosa: p’a morirse y por eso la gente hace deporte, p’a morirse más después.

En mi caso, necesito hacer ejercicio pero me cuesta un mundo, hasta caminar me cuesta, por eso escribo, pienso y leo tanto, así que ya saben, no lean, no escriban, no piensen, caminen o vayan al gimnasio, que leer y pensar pone los pies fríos y la cabeza caliente, hoy en día hasta queda chulo afirmar que ni se lee ni se piensa.

Les cuento otra cosa deportiva, les va a gustar porque va de sucesos. Ahora va a hacer un año que, bajando unas escaleras cargado con mi ordenador y algunos libros, sin apenas visión, creí que había llegado al final y como aún faltaban dos o tres peldaños me di un carajazo de narices. Caída libre, deporte puro. Resultado: una lesión similar a la de Fekir, medio tendón cruzado, de rodilla, roto. Claro que Fekir se lo rompió entero sin llevar libros ni ordenador. A él lo operaron y lo mimaron, a mí se me ha curado solo porque a los viejos, como no tenemos que hacer deporte, nos dejan y se nos recupera sola la rodilla. Camino perfectamente, me pasó en la rodilla izquierda, como a Fekir, soy zurdo como él, y sin embargo ya puedo pegarle patadas a las naranjas sevillanas cuando las veo por el suelo.

Ya está bien por hoy, de tanto contarles asuntos deportivos estoy rendido. Otro lunes, a ver si me acuerdo de hablarles del tenis cuando era un somnífero para la siesta. Ya sé que tienen prisa para comprobar nuevamente los resultados de las quinielas y demás sorteos a ver si ha caído algo. Cuando me toquen a mí contrataré a un personal trainer y que me lleve en brazos a pasear.

QOSHE - El deporte es una pamplina, no lo dejen - Ramón Reig
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

El deporte es una pamplina, no lo dejen

2 0
20.11.2023

Hoy es lunes y siempre que puedo hablo de deportes. Nunca me gustaron los deportes, eso quiere decir que me moriré antes. Los deportes me parecen necesarios, pero no están hechos para mí, me cansan y aburren demasiado. Cuando de chico, en Los Maristas, llegaba la hora de la gimnasia, me sentaba fatal aquello. Desde ponerme las calzonas hasta subir por esas sogas del gimnasio, con nudos y sin nudos, esas parihuelas, esos travesaños con sus palos cruzados, esos potros, esos caballos, esos partidos de fútbol en los que destacaba mi compañero Folgado y el personal iba al choque sin echar cuenta de la clase, de la técnica y la situación en el campo.

El fútbol sí me hubiera gustado jugarlo más, pero con elegancia. Admiraba a Rogelio, el del Betis, cuando estaba en Las Salesianas yo era el capitán del equipo de fútbol. Jugaba de 10 y mi amigo Barberán era el 9. Imaginaba que Barberán era Quino y yo........

© El Correo de Andalucía


Get it on Google Play