Días familiares estos de Navidad, nos dicen siempre. Y es así. También son fechas para recordar cuando todos estábamos juntos y éramos felices o eso parecía, o éramos felices de verdad y no sabíamos valorar bien aquello porque no comprendíamos del todo el momento y porque se canta lo que se pierde, no lo que se tiene.

Lo primero que rompe las familias es la muerte, por regla general de los mayores. Sus sillas están vacías y por mucho que sepamos que descansaron en paz y los tuvimos más o menos tiempo ya no es igual, nunca será igual. Un profesor amigo me decía mientras paseábamos charlando por los pasillos de la universidad cuando se le murió su madre y su padre ya había fallecido, que sentía la orfandad a pesar de su edad, a pesar de que se marchó pronto de casa y estudió la carrera en Madrid, se sentía solo de padre y madre. También yo sé lo que es eso. Conforme pasan los años los problemas que otros tienen por enormes nos parecen una idiotez en comparación con esa orfandad con la que no hay más remedio que cargar como no hay más remedio que cargar con otras cruces que nadie, nadie, va a llevar por ti, contigo, sí, por ti, no, son personales, intransferibles, y nadie las va a sentir como tú porque cada cual afronta las desgracias de una manera.

Cuando alguno de mis amigos me envía una foto acompañado de sus hijos y de sus nietos siento una profunda alegría y una profunda melancolía. Es la vida que pasa, son las células del mundo, unas creciendo y otras decreciendo, unas sustituirán a las otras, pasa a diario dentro de nuestro cuerpo y ocurre lo mismo en el cuerpo social. Es muy difícil mentalizarse para el final, supongo que si se muere uno cuando debe morirse no será tan terrible el asunto, el cuerpo va perdiendo energía -la vida ya no es su mundo- y él mismo te dice que basta de paisajes hermosos y de gente querida, que se baja en la próxima.

Cuando murió el sacerdote y periodista José María Javierre -con quien tanto aprendí- y fui a su velatorio, un miembro de la familia con la que siempre estuvo me dijo que le había manifestado varias veces que no tenía ganas de seguir viviendo. Le habría llegado la hora, un tiempo antes, por la calle Sierpes, nos dijo a dos o tres periodistas que lo encontramos que aquí seguía, que por lo visto Dios aún no había estimado lo contrario.

Javierre cargó muchos años con una leucemia de esas lentas. O algo parecido, no me acuerdo bien. Esa mente brillante, allí, en su ataúd, me mostraba qué poca cosa somos, qué estupidez tanta pelea, tanta amnistía, tanto nacionalismo, tanto juzgar al otro con precipitación, tanto insulto, tanta guerra donde dos bandos se enfrentan en nombre del mismo Dios; hasta tanto vacilar con modelitos, con autos, con casas... Javierre dejó su obra y nos dijo adiós. Su obra es su testamento, no es él, no es él exactamente y es terrible.

Cada año falta alguien en la familia a causa de las muertes, ya hablaremos de otras causas en otro de estos escritos. No, no estamos preparados para afrontarlo, por eso los guionistas de la maravillosa serie Cuéntame como pasó nos dieron una de arena pero soportable por lógica -la muerte de la abuela- y otra de cal: el final, todos unidos al son de la música, como deseaba la abuela que fue útil hasta después de morir. Muy bien, pero no estaba ella, no estaba ella, y quién sabe si aquel arreglo familiar fue o no duradero. El tiempo deja un rastro cruel conforme va transcurriendo.

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Las familias se rompen (1): las muertes

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22.12.2023

Días familiares estos de Navidad, nos dicen siempre. Y es así. También son fechas para recordar cuando todos estábamos juntos y éramos felices o eso parecía, o éramos felices de verdad y no sabíamos valorar bien aquello porque no comprendíamos del todo el momento y porque se canta lo que se pierde, no lo que se tiene.

Lo primero que rompe las familias es la muerte, por regla general de los mayores. Sus sillas están vacías y por mucho que sepamos que descansaron en paz y los tuvimos más o menos tiempo ya no es igual, nunca será igual. Un profesor amigo me decía mientras paseábamos charlando por los pasillos de la universidad cuando se le murió su madre y su padre ya había fallecido, que sentía la orfandad a pesar de su edad, a pesar de que se marchó pronto de casa y estudió la carrera en Madrid, se sentía solo de padre y madre. También yo sé........

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