Ayer terminó la magnífica serie Cuéntame cómo pasó. Me pareció tan maravillosamente hecha que no pude soportar seguir viéndola. Me llevaba a mi barrio de San Vicente, de Sevilla, en mi niñez. Toni Leblanc era Blas, el que nos vendía desde su tienda chicles Bazooka o papel fino de colores con los que elaborar las cruces de mayo. Hubo un tiempo en que los mayores no estaban siempre encima de los hijos, protagonizando lo que debería ser de ellos solamente. Nosotros en mi barrio nos organizábamos solos las cruces de mayo, jugábamos en la plaza de tierra al fútbol hasta que nos avisaban nuestras madres, nos caíamos, nos heríamos, mercromina y a seguir adelante. Conquistábamos a chicas y nos peleábamos por ellas. Esas eran nuestras actividades extraescolares. Y ya de adolescentes organizábamos nuestros conjuntos musicales con guitarras españolas a las que les adheríamos “pastillas” eléctricas y cuerdas de metal para que sonaran fuertes y roqueras. Los altavoces eran los fonos de las radios grandotas que teníamos en casa. A mi conjunto -entonces no se llamaban grupos ni bandas- lo bautizamos como Cold Bird, así, en inglés, compusimos nuestras canciones y aún conservamos grabadas una buena parte de ellas. Hasta cantábamos en inglés sin saber una papa de inglés porque estábamos en los Maristas y allí se daba francés y clases de guitarra.

Hace muchos años que comprendí que ésa fue la época más feliz de mi vida, la sigo añorando, salvo alguna que otra casa, todo ha desaparecido, el edificio donde viví, en la calle Mendoza Ríos con salida también por la calle García Ramos, está cayéndose. Es del ayuntamiento, tiene un precioso patio interior con azulejos andalusíes y columnas de mármol pero allí está, pudriéndose, pudriéndose, cerrado, cegado, a pesar de ser de interés cultural. Tenían un proyecto para él, paralizado, lleva años cayéndose.

Las vecinas del barrio eran nuestras madres, todas ellas lo eran. No suponía un problema saber en qué casa estábamos si cualquiera de nuestra familia lo preguntaba. Había sus broncas, sus alegrías, sus penas y la tuna universitaria venía de vez en cuando a rondar a una muchacha. Me despertaban sus canciones y yo me alegraba. Por la mañana los vecinos se preguntaban quién habían sido la afortunada.

La fábrica de helados Ballester, de mi tío-padrino, abastecía de polos y napolitanos a todo el que iba a comprar allí, incluso a los del Palmar de Troya que se instalaron en varias casas de la calle Redes y eran excelentes consumidores. La casa que estaba al lado de la fábrica luce un recordatorio en su fachada: allí vivieron los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer y en la calle Redes nació Pilar Bardem a la que primero le pusieron una calle en Sevilla y luego se la quitaron.

Podría seguir varias horas narrando toda aquella felicidad. Murió. Y la quiero tanto, me emociona tanto que cuando comencé a ver Cuéntame cómo pasó no quise seguir adelante mucho tiempo. La nostalgia revitaliza tanto como anula el alma, ensalzo a una serie que me muestra mi niñez y mi adolescencia, que se quede ahí para la Historia. Cuando su argumento empieza a entrar en el tardofranquismo y la Transición, también me muestra mi oposición militante y clandestina a la dictadura. Luego comienza la decadencia, lo que nosotros, los de entonces, consideramos la decadencia que no es tal, es nuestra decadencia física, biológica, psíquica, y es no sólo el progreso de España sino la cruda realidad de la vida mundial que irrumpió y se llevó por delante el paraíso perdido de otros tiempos donde se lloraba y se trabajaba, se reía y se trabajaba y se bañaban los llantos y los gozos con unas cañas en el bar del barrio: el Quitapesares, en la calle Alfonso XII.

Aquello fue hermoso para mí, demasiado hermoso para haber sido verdad. Lo fue a mis ojos infantiles. Casi todos están muertos. Sus habitantes de entonces, sus paisajes de entonces. No me contéis más cómo pasó. Descanse en paz la serie. Toca ya desde hace tiempo centrarse en el presente, mirar hacia el futuro, seguir adelante al tiempo que se piensa en la muerte, en preparase para morir con toda la naturalidad del mundo, gracias a esa energía inagotable que nos dio el barrio que retrata la inmortal serie Cuéntame cómo pasó.

QOSHE - No me cuentes cómo pasó - Ramón Reig
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No me cuentes cómo pasó

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30.11.2023

Ayer terminó la magnífica serie Cuéntame cómo pasó. Me pareció tan maravillosamente hecha que no pude soportar seguir viéndola. Me llevaba a mi barrio de San Vicente, de Sevilla, en mi niñez. Toni Leblanc era Blas, el que nos vendía desde su tienda chicles Bazooka o papel fino de colores con los que elaborar las cruces de mayo. Hubo un tiempo en que los mayores no estaban siempre encima de los hijos, protagonizando lo que debería ser de ellos solamente. Nosotros en mi barrio nos organizábamos solos las cruces de mayo, jugábamos en la plaza de tierra al fútbol hasta que nos avisaban nuestras madres, nos caíamos, nos heríamos, mercromina y a seguir adelante. Conquistábamos a chicas y nos peleábamos por ellas. Esas eran nuestras actividades extraescolares. Y ya de adolescentes organizábamos nuestros conjuntos musicales con guitarras españolas a las que les adheríamos “pastillas” eléctricas y cuerdas de metal para que sonaran fuertes y roqueras. Los altavoces eran los fonos de las radios grandotas que teníamos en casa. A mi conjunto -entonces no se........

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