Se lamentaba Woody Allen en una de sus películas de que él no podía ser feliz mientras alguna persona pasara hambre en el mundo. Los medios se hacen eco de cifras escalofriantes en lo que se refiere a hambrunas y necesidades básicas varias sin cubrir. Los medios nos hablan de oleadas de inmigración hacia Estados Unidos desde América Latina y desde África hacia las Canarias, por no citar más éxodos. Los medios informan -a su manera- de las dos guerras que nos cogen más “cerca” culturalmente: la de Ucrania y la de Gaza. No está el asunto para brindar por un año nuevo mejor, lo haremos -menos da una piedra- sabiendo que esto no va a cambiar apenas e incluso aún puede ir a peor.

¿Quiénes son los culpables de tanta movida como padece nuestro mundo? El único y principal culpable se resume con un artículo y un sustantivo neutro: el humano. Tal y como decía Hobbes, el humano, es egoísta por naturaleza y se ve obligado a vivir en sociedad como mal menor. Su naturaleza egoísta ha levantado una vida solitaria, pobre, áspera. La alternativa a esta situación no es asunto de un artículo periodístico porque es muy compleja. Desde luego no es el amor ni la educación llamada progresista, eso son sólo aspiraciones, imaginarios que sirven para no autodestruirnos. Venimos educando en el amor desde hace siglos y miren cómo está el año 2023 después de Cristo, si todavía hay quien se refugia en eso mi humildísimo consejo es que vaya más lejos o al menos nos deje ir a los demás.

Después de señalar la causa esencial de lo que ocurre habrá que desglosarla y concretarla más. ¿Por qué padecemos -ellos, los afectados, los primeros- esta tremenda inmigración? Porque tanto en América Latina como en África hay humanos -vamos a llamarles malnacidos especiales- que provocan la inmigración. ¿Quiénes son? Muchos de los protagonistas de la economía de mercado -actores principales y sus secuaces- que es la expresión última y más patente del egoísmo destructor humano. Se trata de malnacidos porque son conscientes del daño que hacen pero, al no encontrar contrapeso a sus daños, prolongan eternamente la agonía. En el fondo, los emigrantes les hacen un favor: no hay que preocuparse por ellos, que lo hagan en EEUU o en Europa y EEUU y Europa callan porque tienen alianzas con esos putrefactos, formando una secta plural de putrefactos que viven bajo el mercadeo en nombre del capitalismo, el comunismo, la libertad, la democracia y demás monsergas.

Ya es hora que desde el periodismo se aborde todo esto día y noche. Pero, oh, el periodismo es una manifestación epidérmica y está vendido a los mismos putrefactos que originan los que consideramos males del mundo. En realidad, ni es positivo ni negativo lo que sucede, es, simplemente, que el humano se halla en acción, todos nosotros, unos más putrefactos que otros, sin distinción de razas, credos, géneros o condiciones. Desde hace unos 50.000 años nuestro cerebro no ha avanzado en eso que llamamos solidaridad, ni la solidaridad existe ni el amor al prójimo tampoco ya que si existieran no sería menester llevar milenos con ello en la boca y en los escritos. Las mejoras que vemos son sobre todo tecnológicas, para una minoría, y se han logrado a base de sangre y muerte, no por concesiones humanitarias. Hasta con el llamado humanitarismo hace mercadeo el humano.

¿Y quién está tras las dos guerras que ahora comentamos más y que nos importan un pito mientras sigan lejos? A nosotros lo que nos importa es la cesta de la compra y poder viajar, más el positivismo y la felicidad: dos falacias. Pues detrás están los de siempre empezando por EEUU y Europa más Rusia y China. Se van a sumar más potencias en esta lucha por la supervivencia y en esa pugna morirá mucha más gente porque ahora no conviene un choque frontal -como tampoco era procedente en la guerra fría- sino que ardan ciertos lugares del mundo, las víctimas es asunto del periodismo sensacionalista y en el fondo son meras anécdotas para mercadear también con la información sobre la parca y los vulnerables. Los medios más influyentes jamás se lanzarán a buscar y denunciar las raíces de todo porque esas raíces los sustentan a ellos, los medios se dedican a distraerle a usted que es en el fondo lo que quiere (el conocimiento certero es asunto de muy pocos, entre ellos están los que desde la ética podemos llamar putrefactos pero también héroes).

Así llevamos desde que tenemos uso de razón histórica y así vamos a seguir. Como diría Sáenz de Buruaga en aquellos informativos de Antena 3 TV, así son las cosas y así se las he contado, muy rápidamente. Ahora proceda usted como le dé la gana, más bien haremos aquello que nuestra naturaleza de especie nos ordene. Por ahora.

QOSHE - Un año catastrófico, como siempre - Ramón Reig
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

Un año catastrófico, como siempre

5 0
31.12.2023

Se lamentaba Woody Allen en una de sus películas de que él no podía ser feliz mientras alguna persona pasara hambre en el mundo. Los medios se hacen eco de cifras escalofriantes en lo que se refiere a hambrunas y necesidades básicas varias sin cubrir. Los medios nos hablan de oleadas de inmigración hacia Estados Unidos desde América Latina y desde África hacia las Canarias, por no citar más éxodos. Los medios informan -a su manera- de las dos guerras que nos cogen más “cerca” culturalmente: la de Ucrania y la de Gaza. No está el asunto para brindar por un año nuevo mejor, lo haremos -menos da una piedra- sabiendo que esto no va a cambiar apenas e incluso aún puede ir a peor.

¿Quiénes son los culpables de tanta movida como padece nuestro mundo? El único y principal culpable se resume con un artículo y un sustantivo neutro: el humano. Tal y como decía Hobbes, el humano, es egoísta por naturaleza y se ve obligado a vivir en sociedad como mal menor. Su naturaleza egoísta ha levantado una vida solitaria, pobre, áspera. La alternativa a esta situación no es asunto de un artículo periodístico porque es muy compleja. Desde luego no es el amor ni la educación........

© El Correo de Andalucía


Get it on Google Play