Con cientos de drones iraníes volando hacia Israel; cazas estadounidenses, británicos y jordanos derribándolos; Putin invadiendo Ucrania; Alemania la antigua locomotora de la economía europea dejándose arrastrar más que tirando de ella; la dictadura China convirtiéndose en la mayor potencia del planeta y los EEUU inmersos en una interminable campaña electoral entre dos octogenarios; es difícil ser optimista. La herencia que las primeras generaciones de humanos que no hemos vivido ninguna guerra en nuestras vidas, estamos dejando como legado de tanta suerte a nuestros descendientes; es la certeza de que el homo sapiens, el mayor depredador que ha caminado por la Tierra, tras destruir miles de especies, ahora ha decidido acabar consigo mismo. En los últimos años hemos creado un mundo en el que la mayor empresa dedicada al alojamiento de viajeros no tiene ni un solo hotel en propiedad (Airbnb). La televisión más vista (YouTube) no produce contenido audiovisual, y somos muchos a los que nos dan de comer empresas que carecen de restaurantes. Guiados por la corriente, los seres humanos parecemos haber concluido que lo mejor para defender la vida es despojarla de cualquier atisbo de humanidad y ponernos en manos de drones, algoritmos y noticias falsas.

Con una coyuntura así, lo fácil es ser pesimista. Porque, además, los discursos bañados de desesperanza suenan profundos y sesudos. Pero ni son los más adecuados, ni siquiera los más acertados. La abrumadora mayoría de ciudadanos es buena gente, hacen bien su trabajo, cuidan de los suyos y los quieren, ayudan a otras personas que como ellos tienen dificultades y no lo hacen por interés alguno. Luego ves la matanza indiscriminada de Hamas en Israel y la bestial e intolerable respuesta en Gaza, y te preguntas cuántos miles más de años necesitan las tribus de la zona para reconocerse como compañeros de un mismo viaje, en vez de aniquilarse entre ellos. El ser humano es capaz de lo peor y todos los días deja constancia de ello, pero también ha puesto color a paredes en blanco, palabras e historias extraordinarias en papeles vacíos, música que alimenta el espíritu donde sólo había silencio o ciencia que ilumina donde reinaba la oscuridad. Hay razones por tanto para el pesimismo, pero también para la esperanza. Cuando se enfrentan el cultivado pesimista del “ya os lo dije”; con el ingenuo optimista que proclama “que se puede”. Apostemos por la ilusión frente a las excusas. Y que sean otros los que le organicen el funeral al sol.

QOSHE - Mejor ilusión que excusas - Mikel Lejarza
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Mejor ilusión que excusas

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19.04.2024

Con cientos de drones iraníes volando hacia Israel; cazas estadounidenses, británicos y jordanos derribándolos; Putin invadiendo Ucrania; Alemania la antigua locomotora de la economía europea dejándose arrastrar más que tirando de ella; la dictadura China convirtiéndose en la mayor potencia del planeta y los EEUU inmersos en una interminable campaña electoral entre dos octogenarios; es difícil ser optimista. La herencia que las primeras generaciones de humanos que no hemos vivido ninguna guerra en nuestras vidas, estamos dejando como legado de tanta suerte a nuestros descendientes; es la certeza de que el homo sapiens,........

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