En nuestro país, el fenómeno de la corrupción no es solo un rumor, es una realidad palpable y aterradora. Cada vez que el gobierno quiere desviar la atención de su mala gestión, siempre saca a la palestra un escándalo, y de esa manera los bolivianos, a través de los medios de comunicación, estamos como brutos esperando las noticias macabras que pueden aparecer.

En este reino de los Eternos Contratiempos, donde la corrupción no solo es una costumbre, sino un deporte nacional observado con binoculares por la población. Ahora bien, con este gobierno los escándalos tienen una peculiaridad, político implicado en un gran escándalo financiero, aparece inexplicablemente muerto, dejando tras de sí una carta póstuma tan predecible que la gente llega a realizar apuestas sobre su contenido. A estos se los llama cariñosamente "suicipoliticos".

La pérdida de estas vidas no solo es un trágico recordatorio de los riesgos de desafiar el sistema, sino también de la información crucial sobre la corrupción en las altas esferas que se llevan a la tumba. Es fascinante cómo, al desaparecer estos estratégicos personajes, también se esfuman las pistas sobre la magnitud de la corrupción en las altas esferas. Casi se podría pensar que es un acto de magia, o mejor aún, de prestidigitación política.

Tras cada "suicipolítico" emergen legiones de dolientes. Son figuras patéticas que claman injusticias y negligencias, aunque hasta ayer compartían mesa, brindis y probablemente más de un negocio turbio con el difunto, como es el caso del actual ministro que hizo la denuncia y que fue parte del equipo técnico que llevaba adelante el proyecto de Litio. Todos ellos se convierten en actores estelares en el teatro del absurdo político, donde el guión parece escrito por un novelista cínico.

Las discusiones sobre responsabilidades en la pérdida de miles de millones de dólares y la falta de infraestructura para proyectos esenciales, como la explotación del litio, se convierten en ejercicios de retórica vacía. Unos acusan y los otros se defienden, pero todos ellos son parte de la pérdida de cientos millones de dólares y bolivianos, que afectan las arcas del país y pasan a engrosar la lista de proyectos mal ejecutados de los gobiernos del MAS en las gestiones de Evo y de Lucho.

Es de no creer, que los grandes “suicipoliticos” que aparecen, sean los incapaces profesionales (Juan Carlos Montenegro), los corruptos testigos protegidos (Felipe Sandy Rivero), el preocupado interventor de bancos quebrados (Carlos Alberto Colodro) y el abogado de presos políticos (Christopher Balcázar). Donde los verdaderos responsables, todos ellos altas autoridades del gobierno actual, se respaldan en el cuento barato, la mala fe y el discurso preparado que siempre toma protagonismo.

Los que piensan mal, pero que siempre aciertan, son marginados del caso, de los medios de prensa y si fuera por los sicarios-delincuentes-masistas hasta de las redes sociales.

Mientras tanto, el gas se agota, el litio es un sueño efímero, y los dólares se volatilizan como por arte de magia. La inflación, esa invitada impertinente, no necesita ni tocar la puerta; ya tiene una copia de las llaves. Pero, tranquilos, los salarios de los funcionarios públicos están seguros, escalando vertiginosamente para asegurar que pronto serán parte de la próspera economía informal. Todo gracias al acuerdo de las sabandijas de siempre y el empleado público número uno, un señor que no entiende el esfuerzo del emprendedor y del empresario que generan empleos y riquezas para el país.

Así que, ¿continuarán los "suicipoliticos”? En un país sin justicia independiente, con una policía amordazada por la política y una asamblea legislativa que gira en un círculo vicioso, la respuesta será un "MAS que seguro que sí".

Después de todo, en el reino de los Eternos Contratiempos, lo único que realmente prospera es la corrupción, está perfectamente orquestada y adornada con una ausencia total de principios y una afinidad inquebrantable por el poder del narcotráfico, volando todos en la libertad de su propio albedrío.

Porque, en el juego del poder, los últimos en saber siempre serán los ciudadanos. La corrupción, ese deporte nacional, siempre encuentra nuevos caminos para florecer, incluso en tiempos de crisis.

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Los "suicipolíticos" y el juego del poder

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30.04.2024

En nuestro país, el fenómeno de la corrupción no es solo un rumor, es una realidad palpable y aterradora. Cada vez que el gobierno quiere desviar la atención de su mala gestión, siempre saca a la palestra un escándalo, y de esa manera los bolivianos, a través de los medios de comunicación, estamos como brutos esperando las noticias macabras que pueden aparecer.

En este reino de los Eternos Contratiempos, donde la corrupción no solo es una costumbre, sino un deporte nacional observado con binoculares por la población. Ahora bien, con este gobierno los escándalos tienen una peculiaridad, político implicado en un gran escándalo financiero, aparece inexplicablemente muerto, dejando tras de sí una carta póstuma tan predecible que la gente llega a realizar apuestas sobre su contenido. A estos se los llama cariñosamente "suicipoliticos".

La pérdida de estas vidas no solo es un trágico recordatorio de los riesgos de desafiar el sistema, sino también de la información crucial sobre la corrupción en las altas esferas que se llevan a la tumba. Es fascinante........

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