Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Como lo hemos referido en ocasiones anteriores, el 2024 es un súper año electoral, no solamente porque buena parte de los países ha pasado y pasará por votaciones para renovar a sus autoridades, también porque muchos de estos procesos incidirán en la configuración del orden internacional.

Entre las instancias decisivas estará la elección del Parlamento Europeo, que a su vez define la Comisión Europea.

En los turbulentos e inciertos tiempos que corren, muchos de los comicios están asumiendo el carácter de encrucijadas. Es decir, la elección de una u otra opción implicará un derrotero distinto, del cual no se podrá regresar. Ya no es una misma dirección con variaciones más a la izquierda o derecha. Y la Unión Europea, como bloque, tampoco escapa a esta disyuntiva.

La reconfiguración del orden mundial, si bien avanza hacia la consolidación de un orden multipolar, más complejo y que gira en torno a alianzas como fue el escenario anterior a ambas guerras mundiales, también se mueve hacia una separación en dos grandes campos, bajo las hegemonías de Estados Unidos y China. Esa dinámica solo podría ser alterada en el tiempo presente por la Unión Europea, la que podría jugar el rol de alternativa intermedia y contrapeso al alineamiento de suma cero que estimula las posibilidades de un conflicto global. Pero para eso, se requiere de cambios urgentes en su seno.

La Unión Europea es sin duda una potencia económica y un bastión democrático (a pesar de los avances autoritarios en algunos de sus miembros), pero hasta ahora ha fallado en combinar y dirigir ambos atributos en una política exterior y de defensa común a la altura de los tiempos que corren.

Desgraciadamente la tónica mundial impone un rearme, porque son cada vez más los actores que desconocen el Derecho Internacional y el sistema multilateral instalado post Segunda Guerra Mundial, orientando sus acciones exclusivamente en función de su interés nacional y su poder duro.

La invasión de Ucrania por Rusia es uno de los ejemplos de aquello y es la amenaza más grave para el bloque europeo desde la caída de la URSS. No es exagerado decir que el futuro de la Unión Europea se juega en Ucrania. Si no es capaz de neutralizar esa amenaza en su propio continente y a sus puertas, entonces todo lo demás es vano y no solo corre el riesgo de verse involucrada en un conflicto mayor, también podría implosionar.

Si bien el bloque ha logrado constituir una posición común de apoyo a Ucrania, hay varios de sus miembros que derechamente no cooperan y que quisieran revertir lo que se está haciendo. Esto redunda en que no se está haciendo lo suficiente en el auxilio a Ucrania, ni en materia financiera, ni en el ámbito militar. Esto quedó en evidencia en estos últimos meses durante los cuales Estados Unidos congeló su ayuda por oposición de los republicanos, período durante el cual los europeos no solo no pudieron llenar el vacío, tampoco cumplieron con sus propios compromisos en materia de pertrechos militares”.

Aunque todos los países están haciendo esfuerzos para llegar al menos al 2% del producto en materia de gasto militar, acicateados por la OTAN, eso no es suficiente porque la mayoría tiene un rezago grande de falta de inversión en sus fuerzas armadas. Se impone entonces un gasto mucho mayor, entendiendo que ya no es opcional, sino un imperativo ante una amenaza real y la probabilidad de no contar con la intervención de Estados Unidos, o no como fuerza principal en un episodio bélico continental.

El aumento del gasto por cada país debe conllevar asimismo una coordinación que incida en la recuperación y desarrollo de la industria militar europea. Actualmente esta está atomizada y no es capaz de producir municiones y armas para sostener una guerra. En simple y si ahora estallara un conflicto, los ejércitos europeos se quedarían sin municiones en pocas semanas, dependiendo básicamente de envíos externos (Estados Unidos mayormente), lo que desde el punto de vista logístico sería muy complejo.

En este contexto la política exterior europea debe ir estrechamente de la mano con su política de defensa. Pero para ese se requiere un fuerte liderazgo dentro del bloque y el alineamiento de sus miembros, partiendo por los más importantes.

Aquí es donde convergemos en las elecciones del Parlamento Europeo que tendrán lugar del 6 al 9 de junio.

Considerando el panorama político de los miembros, la proyección probable es que los partidos de derecha incrementen sus escaños y se constituyan en la mayoría. Pero ese incremento será en parte por el auge de una derecha más dura, representada por partidos como Vox en España, Chega en Portugal, Agrupación Nacional en Francia, Hermanos de Italia, Alternativa para Alemania, Demócratas Suecos, Fidesz de Hungría, Ley y Justicia de Polonia, Partido de la Libertad de Austria, y así en prácticamente todos los socios de la UE.

Una característica de estos partidos es que por regla general son opuestos a la profundización de la integración, cuando no derechamente partidarios de dejarla. En el caso entonces de constituir mayoría, sería como dejar el gato a cargo de la carnicería, o sea debilitar la coordinación y las políticas comunitarias para favorecer una devolución y mayor autonomía de cada miembro. En suma, sería truncar el proyecto de unidad europeo con su evidente contrapartida de una disminución del poder e influencia de la Unión Europea en el mundo, arriesgando además una guerra con Rusia como continuación de la de Ucrania.

Un primer dilema entonces, de triunfar las derechas, será la posición de la derecha más tradicional, la que se ha aglutinado tradicionalmente en el bloque conservador. ¿Pactar con su ala más a la derecha o buscar alianzas hacia su izquierda? Por supuesto que eso dependerá de la magnitud del avance de los partidos anti UE. Si dentro de la derecha son mayoría, entonces el margen de los conservadores será reducido y la calidad de su liderazgo será fundamental para evitar ser vagón de cola.

Un segundo dilema y ante la eventualidad de ese escenario electoral, es quien será candidato a presidente de la Comisión Europea. La actual presidenta Ursula von der Leyen podría ir a la reelección por un segundo período de 5 años, siempre y cuando sea nominada por el Consejo Europeo. Este agrupa a los jefes de estado y gobierno de los 27 miembros y la regla general es que las decisiones se adopten por consenso. Entre las excepciones está la propuesta del presidente de la Comisión Europea, que debe ser ratificada posteriormente por la mayoría absoluta del Parlamento Europeo.

La propuesta al Parlamento Europeo de un candidato a la presidencia de la Comisión, a falta de consenso, opera por mayoría cualificada. Esta se definirá con un mínimo del 55% de los miembros del Consejo Europeo, que incluya al menos a 15 de ellos, y que represente al menos a un 65% de la población total de la Unión.

Ya se está hablando de otros candidatos alternativos a Ursula von der Leyen. El presidente Macron ha mencionado que podría ser Mario Draghi quien fuera presidente del Banco Central Europeo y también primer ministro de Italia, con un excepcional desempeño en ambos cargos. Draghi no solo es un convencido del proyecto europeo que conoce desde adentro, también es un líder que tiene buenas relaciones con todo el espectro político. Además, ha sido muy vocal que la Unión Europea requiere de un urgente remozamiento para adaptarse a los nuevos tiempos, lo que incluye reformar el sistema de toma de decisiones. O sea tiene un claro mapa de ruta.

De ser nominado Draghi, introduciría también una cuña en la derecha dura, haciendo difícil que los Hermanos de Italia, el partido de la primera ministra Meloni, no lo voten favorablemente, incidiendo posiblemente en otros del sector.

Queda todavía más de un mes para estas elecciones, pero ya hay muchos movimientos con plena conciencia que la Unión Europea y su proyecto se están jugando su futuro. ¿Pensarán lo mismo los votantes europeos? ¿Y estarán a la altura los líderes de los principales países miembros, incluso en la eventualidad de una mala elección para el futuro del bloque, para no descarrilar su rumbo?

Solo resta esperar, sin olvidar que en política un mes es mucho tiempo.

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Elecciones en la Unión Europea

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28.04.2024

Juan Pablo Glasinovic Vernon es Abogado

Como lo hemos referido en ocasiones anteriores, el 2024 es un súper año electoral, no solamente porque buena parte de los países ha pasado y pasará por votaciones para renovar a sus autoridades, también porque muchos de estos procesos incidirán en la configuración del orden internacional.

Entre las instancias decisivas estará la elección del Parlamento Europeo, que a su vez define la Comisión Europea.

En los turbulentos e inciertos tiempos que corren, muchos de los comicios están asumiendo el carácter de encrucijadas. Es decir, la elección de una u otra opción implicará un derrotero distinto, del cual no se podrá regresar. Ya no es una misma dirección con variaciones más a la izquierda o derecha. Y la Unión Europea, como bloque, tampoco escapa a esta disyuntiva.

La reconfiguración del orden mundial, si bien avanza hacia la consolidación de un orden multipolar, más complejo y que gira en torno a alianzas como fue el escenario anterior a ambas guerras mundiales, también se mueve hacia una separación en dos grandes campos, bajo las hegemonías de Estados Unidos y China. Esa dinámica solo podría ser alterada en el tiempo presente por la Unión Europea, la que podría jugar el rol de alternativa intermedia y contrapeso al alineamiento de suma cero que estimula las posibilidades de un conflicto global. Pero para eso, se requiere de cambios urgentes en su seno.

La Unión Europea es sin duda una potencia económica y un bastión democrático (a pesar de los avances autoritarios en algunos de sus miembros), pero hasta ahora ha fallado en combinar y dirigir ambos atributos en una política exterior y de defensa común a la altura de los tiempos que corren.

Desgraciadamente la tónica mundial impone un rearme, porque son cada vez más los actores que desconocen el Derecho Internacional y el sistema multilateral instalado post Segunda Guerra Mundial, orientando sus acciones exclusivamente en función de su interés nacional y su poder duro.

La invasión de Ucrania por Rusia es uno de los........

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