Más allá del índice de percepción de la corrupción publicado por Transparencia Internacional en su último informe, donde Bolivia se sigue percibiendo como uno de los países más corruptos de la Región, habría que preguntarnos cuan responsables somos los ciudadanos, de este mal que nos aqueja, o cuan tolerantes o cómplices nos hemos convertimos, por acción u omisión. Convengamos que no existen corruptos sin corruptores y que la corrupción no es exclusiva del sector público, sino, que se comparte con el sector privado e inclusive con el ciudadano común.

Un acto corrupto implica la percepción de un beneficio particular a cambio de un favor de naturaleza pública y/o privada, es corrupción recibir una comisión por la compra o venta de un bien o servicio en una empresa privada, en tanto la misma no esté normada y declarada formalmente en la empresa. El encargado de compras o suministros de una compañía privada que percibe comisiones por las compras que autoriza es un funcionario privado corrupto, al igual que el proveedor que paga tal comisión.

Hemos llegado al punto que los actos corruptos “están bien”, porque “así funcionan” porque “todo el mundo lo hace”, al extremo que, el que no lo hace, o no se adapta al sistema corrupto, es un tonto, un inútil, un bueno para nada. Convivimos con la corrupción día tras día, en los bancos cuando se favorece la aprobación de un crédito vinculado o con insuficiente respaldo ni garantía, como sucedió con el Banco Fassil o con los Bancos BancoSur, BIDESA, BigBeni, Cochabamba y otros más.

Nuestras emblemáticas cooperativas de servicios públicos, han estado signadas por hechos graves de corrupción, nepotismo y el manejo de grupos de poder, que han representado perdidas millonarias para sus socios como el caso de la Cooperativa de Telefonía. De la misma manera la corrupción ha salpicado a nuestras instituciones gremiales cuando se han desviado de su rol esencial de defensa de sus asociados, creando empresas subsidiarias de provisión de insumos o la comercialización de la producción de sus miembros. En definitiva, cuando se trastoca el rol y se pierde la misión, priman los intereses y aflora la corrupción.

Como indica el informe de Transparencia Internacional, vivimos en un sistema corrupto, el problema es estructural y esta enraizado en la misma sociedad, lo peor, se nos está haciendo costumbre. Son contados con los dedos de las manos las empresas que prestan servicios públicos o ejecutan obras públicas, que no hubieran dado comisión por su contratación, ya que esto es una regla corrupta no escrita, pero arraigada y aceptada. Se es funcionario público para ser rico, no se es por vocación de servicio ciudadano, eso es para los tontos e inútiles.

En las entidades públicas, con excepción del Magisterio, la Policía y las Fuerzas Armadas, en la mayoría no se respeta la carrera del funcionario público, por tanto el que ingresa al servicio público, sabe que su función es de corto plazo y con suerte durara una gestión de gobierno, por tanto debe aprovechar al máximo su tiempo de permanencia en el cargo, porque también saben que no tienen derecho a desahucio y menos indemnización, como lo tienen los empleados privados. Entonces, el sistema de contratación pública también propicia la corrupción.

Cuando se contrata a una persona de forma indebida y no respetamos sus derechos como trabajador, cuando no pagamos un salario justo, cuando se soborna a un policía, a un juez o fiscal, cuando evadimos o eludimos impuestos que debemos pagar, cuando hacemos una falsa declaración, en suma cuando no actuamos enmarcados en las reglas y normas de convivencia, estamos propiciando actos de corrupción, pues estamos percibiendo, de una u otra forma, un beneficio directo o indirecto, resultado de la comisión de un acto indebido, reñido con la Ley.

La corrupción generalizada en los países en desarrollo y las entidades de toda naturaleza, tienen dos pilares sobre los que se sostiene y fortalece: la impunidad y la tolerancia. Es por demás evidente que un sistema de justicia corrupto, lejos de impartir justicia, tiene como función esencial proteger al poder corrupto, por tanto el delito al no ser punible se institucionaliza, es decir que el acto delincuencial se torna en el pan nuestro de cada día. El otro padrino de la corrupción es la tolerancia del ciudadano que lejos de condenar un acto corrupto lo acepta y puede hasta llegar a convivir con él, como el caso de los narcotraficantes.

No es tarea fácil luchar contra la corrupción, para esto se requieren una verdadera voluntad política y decisiones drásticas, empezando por la administración del gobierno, institucionalizando las entidades recaudadoras de impuestos y aduana, devolviendo la carrera de funcionario público basado en el desempeño y la meritocrácia.

Con base en contrainteligencia y cooperación externa, se debe purgar la Policía y las Fuerzas Armadas de funcionarios corruptos devolviéndole la dignidad a policías y militares probos. La contratación pública de toda índole debe concesionarse a entidades privadas especializadas con base a la planificación de cada ministerio, entidad o empresa pública. Se debe sacar el dinero de las manos de los corruptos, con ello se tendrán más y mejores obras, propiciando mayor transparencia.



QOSHE - La corrupción nuestra de cada día - Antonio Rocha
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La corrupción nuestra de cada día

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05.02.2024

Más allá del índice de percepción de la corrupción publicado por Transparencia Internacional en su último informe, donde Bolivia se sigue percibiendo como uno de los países más corruptos de la Región, habría que preguntarnos cuan responsables somos los ciudadanos, de este mal que nos aqueja, o cuan tolerantes o cómplices nos hemos convertimos, por acción u omisión. Convengamos que no existen corruptos sin corruptores y que la corrupción no es exclusiva del sector público, sino, que se comparte con el sector privado e inclusive con el ciudadano común.

Un acto corrupto implica la percepción de un beneficio particular a cambio de un favor de naturaleza pública y/o privada, es corrupción recibir una comisión por la compra o venta de un bien o servicio en una empresa privada, en tanto la misma no esté normada y declarada formalmente en la empresa. El encargado de compras o suministros de una compañía privada que percibe comisiones por las compras que autoriza es un funcionario privado corrupto, al igual que el proveedor que paga tal comisión.

Hemos llegado al punto que los actos corruptos “están bien”, porque “así funcionan” porque “todo el mundo lo hace”, al extremo que, el que no lo hace, o no se adapta al sistema corrupto, es un tonto, un inútil, un bueno para nada. Convivimos con la........

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