No hay duda de que el año 1985 marca una profunda inflexión en la historia política y económica de Bolivia por varias razones. El país necesitaba salir de un remolino de hiperinflación e ingobernabilidad que marcaron los tres tormentosos años de gobierno de la Unidad Democrática Popular (UDP) cuyo mandatario, Hernán Siles Suazo, encontró así un penoso ocaso para su larga carrera política..

En esos tiempos, la democracia se recuperó con votos y con sangre, y la economía se tuvo que reencaminar con ajustes y con hambre. No había otra salida. Víctor Paz Estenssoro asumió ese reto respaldado por una coalición política fuerte en el parlamento, el Pacto por la Democracia, que le permitió viabilizar una serie de reformas estructurales.

Fueron necesarios recortes inevitables como el cierre de varias empresas estatales quebradas o el despido masivo de mineros ante el colapso internacional de los precios del estaño, lo que eufemísticamente fue denominado como “relocalización”. Hasta el día de hoy, todo ese paquete medidas es motivo de críticas positivas y negativas.

En ese contexto, vale la pena mencionar una de las medidas más acertadas: la creación del bolsín del dólar cuya administración quedó en manos del Banco Central de Bolivia, cuando esta institución alcanzó un alto grado de independencia y estuvo en manos de profesionales honestos e idóneos.

El bolsín permitió regularizar y transparentar la compra y venta de dólares en el mercado boliviano, con cotizaciones diarias, variaciones razonables y mínimas e información clara y transparente sobre la cantidad de dólares que habían sido comprados y vendidos. El mecanismo, simple y eficiente acabó con uno de los peores cánceres de la economía: el mercado negro o paralelo, esa dicotomía entre el precio oficial y el precio real que se negociaba en las calles, en manos de librecambistas y especuladores.

El bolsín transparentó el mercado y permitió el acceso regular a la divisa norteamericana para personas particulares, importadores y exportadores que trabajan a diario con la moneda que sigue siendo, desde mediados del siglo pasado, el principal referente mundial. Incluso en los primeros años de los sucesivos gobiernos de Evo Morales, con Luis Arce como ministro de economía, el mecanismo se mantuvo intacto.

Pero la historia cambió en noviembre de 2011, cuando el Gobierno decidió mantener el tipo de cambio fijo a Bs.6,96. Difícil saber si el ministro Arce convenció al presidente o si fue al revés, pero Bolivia entró en una burbuja ajena a los constante altibajos de la economía global y pasó del tipo de cambio real al dólar fijo que por razones de discurso político fue denominado bolivianización. Es más, se aprobó y se mantiene vigente hasta la fecha el Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) que, básicamente, penaliza las transacciones en dólares.

Pero cierto es que las burbujas tienen vida corta y mucho más si, como ocurrió en la economía boliviana, no se invirtió en desarrollo de nuevas reservas de gas, se limitó en extremo la capacidad del sector productivo, se invirtió en empresas estatales innecesarias e improductivas y se dilapidaron las reservas internacionales manteniendo, entre otros factores, una dañina subvención a los combustibles.

Ahora, Bolivia está en crisis por falta de dólares, y negarlo ya es una ofensa al sentido común. En diciembre de 2023, el presidente Luis Arce declaró que le preocupaba que la gente siga confiando en el dólar. “En algún momento, esa moneda extranjera va a dejar de tener el peso que tiene hoy y gradualmente eso está ocurriendo”, afirmó. Palabras que, a estas alturas, caen en saco roto.

Hace meses que el país camina por el borde de la cornisa y el Gobierno no muestra capacidad para lograr pactos políticos que permitan preservar la economía y la estabilidad democrática. No es cierto que el dólar esté en caída libre, ni mucho menos.

¿Será que el Gobierno insiste en mantener el tipo de cambio fijo que solo existe en la pizarra del BCB? Tal vez mecanismos más idóneos como el bolsín puedan funcionar bien. Porque, aunque cueste admitirlo, tanto en países liberales como socialistas, el dólar se regular por las fuerzas del mercado y no por decretos.

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El dólar y la economía

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01.03.2024


No hay duda de que el año 1985 marca una profunda inflexión en la historia política y económica de Bolivia por varias razones. El país necesitaba salir de un remolino de hiperinflación e ingobernabilidad que marcaron los tres tormentosos años de gobierno de la Unidad Democrática Popular (UDP) cuyo mandatario, Hernán Siles Suazo, encontró así un penoso ocaso para su larga carrera política..

En esos tiempos, la democracia se recuperó con votos y con sangre, y la economía se tuvo que reencaminar con ajustes y con hambre. No había otra salida. Víctor Paz Estenssoro asumió ese reto respaldado por una coalición política fuerte en el parlamento, el Pacto por la Democracia, que le permitió viabilizar una serie de reformas estructurales.

Fueron necesarios recortes inevitables como el cierre de varias empresas estatales quebradas o el despido masivo de mineros ante el colapso internacional de los precios del estaño, lo que eufemísticamente fue denominado como “relocalización”. Hasta el día de hoy, todo ese paquete medidas es motivo de........

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