La ex presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez no pudo salir del penal de Palmasola para despedir a su madre, que falleció el martes como consecuencia de un paro cardiaco. La burocracia y la crueldad impidieron un acto humanitario y son señal de que hay condiciones diferentes para los presos y las presas políticos. No hay justificativo para lo ocurrido y es una nueva demostración de falta de sensibilidad en la Dirección de Régimen Penitenciario.

La madre de la expresidenta falleció en Santa Cruz de la Sierra. Su salud tuvo un deterioro progresivo. El ministro de Gobierno, Carlos Eduardo del Castillo, asegura que ella pudo despedirse de su mamá el 19 de marzo y divulgó una fotografía del encuentro, aunque la versión ha sido desmentida por Carolina Ribera, hija de la exmandataria.

Jeanine Áñez está presa hace tres años. A pesar de su condición de expresidenta de Bolivia, sistemáticamente la justicia le negó un proceso mediante juicio de responsabilidades, que es lo que corresponde al haber sido la primera autoridad del país. En ese lapso tampoco fue posible que sea atendida en un centro hospitalario, durante los primeros meses de su reclusión. De acuerdo con versiones de sus familiares, ella mantiene un régimen de aislamiento ya que solo puede recibir la visita de sus hijos y abogados, condición diferente a la de cualquier otro preso, salvo el caso del gobernador cruceño, Luis Fernando Camacho, que tiene las mismas restricciones.

Más allá de las severas condiciones de reclusión de la exmandataria, en este caso se trata de la muerte de su madre cuando ella está imposibilitada de darle asistencia o, al menos, despedirse de ella. Si estuvieron juntas el 19 de marzo, ninguna autoridad, por más poder que tenga, tiene atribuciones para dar a entender que ese encuentro fue suficiente.

Del otro lado, la justicia emitió una orden inhumana de dar permiso durante seis horas para que la ex presidenta se traslade de La Paz a Santa Cruz (una hora de vuelo de ida y otra de vuelta), asista al sepelio y retorne a la cárcel de Miraflores a las 18:00. Ella hubiera tenido que acceder a un vuelo privado para tener un tiempo mínimo de presencia en el funeral. Además, le exigían ser acompañada por cuatro custodios y que ella pague todos los gastos.

Obviamente, era imposible lograrlo en pocas horas y las condiciones parecen haber sido emitidas de ese modo con la intención de que finalmente Áñez se quede en el penal.

La solicitud se presentó con horas de anticipación. Llegó a Régimen Penitenciario al mediodía y fue conocida por el director tres horas más tarde. Es decir que, aparte de la falta de humanidad del permiso judicial, la expresidenta tuvo que cargar con la ineficiencia de un sistema penal que es muy cuestionado. El responsable de las cárceles no puede alegar desconocimiento, porque la noticia del deceso y el pedido de permiso estaban en todos los medios de comunicación y había expectativa general por la respuesta.

Lo ocurrido demuestra una crueldad extrema, además que deja evidencias de que hay nomás presos políticos, que son tratados de manera inhumana en Bolivia. Es de esperar que esto cambie tomando en cuenta que organismos como la CIDH, las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales van pronunciándose para censurar esta conducta del poder en Bolivia.