Hace unos días, un viejo amigo de la u me mandó al WhatsApp un texto que era una réplica a una columna mía publicada hace ya muchos meses y que versaba sobre (el espejismo que siempre fue) la democracia boliviana. Aquella respuesta, que parece escrita con algo de bilis —y que incluso contiene apuntes sobre mi vida personal—, llevaba la firma de un tal Eduardo Paz Gonzáles, a quien, apenas terminé de leer, gugleé para saber si internet podía decirme algo de él. Considero que su réplica (titulada “Demócratas de pantomima: Una columna en decadencia”, disponible en la nube, en un portal mexicano), pese a ser algo grosera, merece una contrarréplica, dado que, debido a la sensación que provoca lo superficial en lugares como Bolivia, hay que aprovechar lo poquito que hay en materia de discrepancias intelectuales que tienen algo de altura para polemizar. Prometo ser breve e ir al grano.

El columnista Paz dice: “Vera sostiene que en Bolivia la democracia es nominal, solo una palabra que esconde una práctica política más cercana al autoritarismo”. Bueno; si la democracia boliviana no es nominal, entonces habrá que creer que es real o, si quiere Paz, incluso buena; que los bolivianos vivimos en un Estado de derecho y que aquí impera la ley (porque eso es lo que Paz insinúa… ¿o me equivoco?). O tal vez tendría que decir, junto con García Linera, que la democracia plebeya supera a la democracia liberal y que aquella está recién en construcción, que hay que darle tiempo; que los pueblos históricamente relegados la consumarán mañana, cuando el sistema elitista quede abolido, y, por ende, aunque con un poco de rubor, tendré que aceptar que soy un “demócrata de pantomima”. Solamente quisiera apuntar que Bobbio, uno de los politólogos más notables del siglo XX, dice en su obra Teoría general de la política que la gente ingenua suele confundir la democracia con la imagen de una fila de sufragantes que esperan su turno para dibujar una equis en una papeleta electoral. Pero si realmente no es así, debe ser que no logré comprender los tiempos actuales ni el espíritu de nuestra raza, que tiene sus formas propias y originales de hacer la democracia. Si así es, pido perdón, tanto para Bobbio como para este servidor.

En otro párrafo, Paz no me ataca realmente a mí, sino a la línea editorial de la revista británica The Economist; arremete no contra los datos del estudio de medición de la democracia, sino contra el medio como tal. Es decir que Paz tropieza con lo que los griegos llamaron falacia ad hominem, que significa atacar a la persona (en este caso, una revista), pero no a su argumento o contenido. Tal vez a Paz no le gusta el término “griegos”, por ser este muy occidental o aristocrático para su gusto. Pero el asunto es que embiste contra The Economist (neoliberal, blancoide o de derecha, si se quiere), pero no contra los datos que muestra y que dejan, naturalmente, muy mal parada a Bolivia en términos de democracia. (Temo que otra sería la reacción de Paz si la línea editorial del medio fuera de izquierdas o afín a las teorías de la descolonización, a las que parece tenerles apego. Mas este es solo un prejuicio.)

Pero sigamos.

Continúa Paz: “Antes que modelos explicativos, la “incultura” u “oscurantismo” [sic] de Bolivia son etiquetas que el autor usa para remarcar su pretendida altura espiritual en un país que desprecia”. Esto, atribuir desprecio al cotarro o a la casa solariega —o cosas similares—, es usual en la descalificación del adversario, cuando el impugnador se deja llevar por el sentimiento antes que por la razón. Sobre aquello podría escribir mucho, pero por cuestiones de espacio y tiempo solo diré que la gente suele no entender que mientras más severos son los juicios de un autor crítico respecto a su país, más intenso es el interés que arde en el corazón de aquel por su sociedad; tampoco suele entender que la indignación, que obliga a los demás a frotarse los ojos para que vean cosas que tal vez no veían, solo puede existir en aquel que siente mucho interés por su país. Lo que Paz llama “desprecio”, en realidad se llama —lo sabemos muchos, por suerte— crítica, la cual, como se prueba nuevamente en la reacción del mismo Paz, suele resultar impopular e/o incómoda.

Habría varios otros prejuicios y acusaciones de Paz que desbrozar o, por lo menos, poner en duda, pero el espacio de una columna es mezquino. Además, cuando las polémicas se extienden, el debate suele bajar de nivel, así que no diré palabra más sobre nada de esto. De todas maneras, aplaudo el esfuerzo que hace Paz de leer la prensa boliviana y escribir sobre lo que lee; en verdad, no cualquiera lo hace, y debo reconocer que de todas las críticas que recibí hasta hoy en mi carrera de columnista, la suya fue de las menos simplonas. El ejercicio que hizo aquel sociólogo mexicano fortalece la democracia y es algo que la gente de una sociedad poco democrática o que vive creyendo que vive en democracia —como, lamento reiterarlo, la boliviana— no suele practicar.


QOSHE - Respuesta al sociólogo Eduardo Paz Gonzales - Ignacio Vera De Rada
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Respuesta al sociólogo Eduardo Paz Gonzales

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03.04.2024

Hace unos días, un viejo amigo de la u me mandó al WhatsApp un texto que era una réplica a una columna mía publicada hace ya muchos meses y que versaba sobre (el espejismo que siempre fue) la democracia boliviana. Aquella respuesta, que parece escrita con algo de bilis —y que incluso contiene apuntes sobre mi vida personal—, llevaba la firma de un tal Eduardo Paz Gonzáles, a quien, apenas terminé de leer, gugleé para saber si internet podía decirme algo de él. Considero que su réplica (titulada “Demócratas de pantomima: Una columna en decadencia”, disponible en la nube, en un portal mexicano), pese a ser algo grosera, merece una contrarréplica, dado que, debido a la sensación que provoca lo superficial en lugares como Bolivia, hay que aprovechar lo poquito que hay en materia de discrepancias intelectuales que tienen algo de altura para polemizar. Prometo ser breve e ir al grano.

El columnista Paz dice: “Vera sostiene que en Bolivia la democracia es nominal, solo una palabra que esconde una práctica política más cercana al autoritarismo”. Bueno; si la democracia boliviana no es nominal, entonces habrá que creer que es real o, si quiere Paz, incluso buena; que los bolivianos vivimos en un Estado de derecho y que aquí impera la ley........

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