En plena tramitación de los presupuestos y las ordenanzas fiscales de los ayuntamientos para el año 2024, ya han empezado a sonar las alarmas de las subidas generalizadas de los impuestos municipales para el próximo año. Ya viene siendo habitual que, después de las elecciones locales, los nuevos consistorios aprovechen para subir significativamente sus ingresos tributarios el primer año de mandato, ya sea para poder sacar adelante todas las promesas hechas en campaña o para reducir las deudas de los anteriores equipos de gobierno. En todo caso, el hecho de que las siguientes elecciones municipales no sean hasta dentro de cuatro años, también ayuda a adoptar esta decisión.

Sin embargo, este año está cogiendo protagonismo la tasa de basuras, tributo que los ciudadanos pagamos por la recogida y tratamiento de los residuos urbanos. Esta tasa, como el resto de tasas, es la contraprestación que los usuarios y beneficiarios de un servicio público abonan por la prestación del servicio. Sería muy similar al precio que como consumidores pagamos por recibir un servicio personal, con la particularidad de que aquí el prestador es la Administración y la suma de todos los precios que los "clientes" pagamos tiene que cubrir el coste del servicio sin posibilidad de superarlo.

A pesar del esfuerzo de los técnicos municipales en su cálculo, la tasa de basuras suele ser deficitaria, es decir, la suma del total recaudado no cubre el conjunto de gastos generados por la prestación del servicio. Una parte importante de este desajuste se debe a los recibos impagados, ya sea por errores en la gestión o por insolvencia, y otra por la desviación al alza de los costes definitivos de la actividad de recogida, los cuales se conocen al finalizar el ejercicio una vez recaudada la tasa de acuerdo con las previsiones hechas un año antes y, como no se acaban cumpliendo, la cuantía final ingresada acostumbra a ser insuficiente.

El actual protagonismo de la tasa de basura resulta de los fuertes incrementos de las cuotas a pagar que se anuncian para el próximo año, en algunos casos superiores al 20%. Se justifican estos aumentos por la entrada en vigor de la ley estatal de residuos para una economía circular. De acuerdo con el articulado de dicha ley, las entidades locales tienen que aprobar, en un plazo de tres años, una tasa específica y no deficitaria que permita establecer un sistema de pago por generación, el cual refleje el coste real directo de las operaciones de recogida, transporte y tratamiento de residuos.

El pago por generación significa que cada hogar y establecimiento tendría que contribuir en función de su generación real de residuos, haciendo realidad la máxima de quien más contamina, más paga, y no como hasta ahora que en la mayoría de municipios se paga una cuota lineal sin tener en cuenta la cantidad de residuos que cada uno genera. Un ejemplo claro serían los propietarios de viviendas o locales vacíos a quienes actualmente también se les puede exigir el pago de la tasa de basuras.

Existen varios métodos para conocer la cantidad de residuos generados por cada uno, ya sea poniendo el foco en el cubo o la bolsa de basura, como sería el caso de los sistemas de recogida puerta a puerta, los cuales tienen en cuenta el volumen o peso de los residuos así como la frecuencia de la recogida. Mientras que otros métodos ponen el foco en los usuarios, mediante contenedores inteligentes que miden el peso de los residuos o la frecuencia de uso a través de la identificación de los usuarios cada vez que los utilizan, ya sea mediante tarjetas magnéticas o códigos de barras.

En todo caso, la adopción de estos nuevos sistemas de recogida, más sofisticados, sería el argumento que se utiliza para justificar el incremento de la nueva tasa. Ahora bien, el objetivo de la ley es fomentar la recogida selectiva, el reciclaje y la reducción de los desechos generados por los ciudadanos, dado que la nueva tasa tendría que "premiar" aquellos contribuyentes que generan menos residuos, lógicamente con una reducción de la cuota a pagar. Es decir, el objetivo de conocer cuánta basura genera cada uno es poder exigir más a quién más residuos genera y menos a quienes generan menos. En este punto, reitero lo que decía en un anterior artículo sobre la fiscalidad medioambiental, donde ya denunciaba que buena parte de los llamados "impuestos verdes" no estarían diseñados para favorecer la reducción de las actividades contaminantes sino más bien como una nueva fuente de ingresos tributarios, no teniendo la mayoría un impacto significativo en las políticas contra el cambio climático. De modo que actualmente no pagaría solo quién contamina sino que se pagaría por contaminar sin más y sin disponer de una alternativa plausible para evitar el pago (como por ejemplo, el impuesto catalán sobre las emisiones de carbono de los vehículos).

Por todo ello, donde se tendría que poner el foco de la nueva tasa de basuras no sería tanto en el aumento de la misma derivado de los mayores costes de implementar sistemas más personalizados de recogida de residuos, sino en las reducciones de la cuota que tendrán aquellos que generen menos residuos y como se aplicarán, de forma que los contribuyentes sepan cómo hacerlo y, sobre todo, que lo puedan hacer. Por lo tanto, el espíritu de la ley estatal no busca que los ayuntamientos ingresen más, sino que los ciudadanos generen menos basura, incentivados con la posibilidad real de que si lo hacen pagarán menos tasa.

Existe un gran consenso en que la actividad humana está siendo dañina para el medio ambiente y la sostenibilidad del planeta. Y, al mismo tiempo, se reconoce que la fiscalidad puede ser una buena herramienta para ayudar a impulsar comportamientos y actividades menos perjudiciales o incluso favorables en la lucha contra el cambio climático. No obstante, y de acuerdo con el principio de quién contamine que pague, hace falta que exista la posibilidad de real de no pagar o pagar menos si no se contamina o se contamina menos.

Por todo ello, la nueva tasa de basura tendrá que reconocer y premiar a todos aquellos que reduzcan y generen menos residuos puesto que, en caso contrario, no solo será una tasa más cara sino también injusta y, por lo tanto, impugnable. Después de los pronunciamientos de los tribunales anulando el impuesto de plusvalía municipal en aquellos casos en los cuales no existe un incremento real de valor del inmueble transmitido, nada hace dudar de que los tribunales no acabarán diciendo lo mismo en los casos de las tasas de basuras que no se ajusten a la cantidad real de basura generada.

Mal vamos si antes de que se apruebe un nuevo tributo, éste ya se sitúa en el punto de mira de los tribunales por vulnerar principios tributarios fundamentales, pero dado que en el caso de la plusvalía pasaron años hasta disponer de una sentencia definitiva y que ésta no tuvo efectos retroactivos, la tentación de las entidades locales vuelvan a las andadas no resulta tan descabellada. En fin, como la tasa depende de cada ayuntamiento, tiempo habrá para analizar y comparar cuotas y métodos y, mientras tanto, a seguir reciclando por el bien del planeta, porque por el bien de nuestros bolsillos aún es pronto para decirlo.

Benjamí Anglès es Profesor agregado de Derecho financiero y tributario de la UOC

QOSHE - La nueva tasa de basuras, en el punto de mira - Benjamí Anglès Juanpere
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La nueva tasa de basuras, en el punto de mira

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06.11.2023

En plena tramitación de los presupuestos y las ordenanzas fiscales de los ayuntamientos para el año 2024, ya han empezado a sonar las alarmas de las subidas generalizadas de los impuestos municipales para el próximo año. Ya viene siendo habitual que, después de las elecciones locales, los nuevos consistorios aprovechen para subir significativamente sus ingresos tributarios el primer año de mandato, ya sea para poder sacar adelante todas las promesas hechas en campaña o para reducir las deudas de los anteriores equipos de gobierno. En todo caso, el hecho de que las siguientes elecciones municipales no sean hasta dentro de cuatro años, también ayuda a adoptar esta decisión.

Sin embargo, este año está cogiendo protagonismo la tasa de basuras, tributo que los ciudadanos pagamos por la recogida y tratamiento de los residuos urbanos. Esta tasa, como el resto de tasas, es la contraprestación que los usuarios y beneficiarios de un servicio público abonan por la prestación del servicio. Sería muy similar al precio que como consumidores pagamos por recibir un servicio personal, con la particularidad de que aquí el prestador es la Administración y la suma de todos los precios que los "clientes" pagamos tiene que cubrir el coste del servicio sin posibilidad de superarlo.

A pesar del esfuerzo de los técnicos municipales en su cálculo, la tasa de basuras suele ser deficitaria, es decir, la suma del total recaudado no cubre el conjunto de gastos generados por la prestación del servicio. Una parte importante de este desajuste se debe a los recibos impagados, ya sea por errores en la gestión o por insolvencia, y otra por la desviación al alza de los costes definitivos de la actividad de recogida, los cuales se conocen al finalizar el ejercicio una vez recaudada la tasa de acuerdo con las previsiones hechas un año........

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