Dicen que la mejor manera de viajar sin moverse de casa es a través de la comida. Puede ser tan simple, por ejemplo, como abrir un frasco de kimchi. Esta especialidad coreana, con su sabor picante y su rica historia, me transportó desde mi cocina hasta las bulliciosas calles de Seúl. Fue en uno de los nuevos restaurantes coreanos de Colombia donde redescubrí el kimchi, esa col fermentada que se ha convertido en una estrella gastronómica. Impulsado por la curiosidad, me aventuré a prepararlo en casa. Tras ocho días de fermentación, he descubierto por qué el kimchi es más que una tendencia culinaria pasajera.

Recuerdo la primera vez que lo probé, hace años, gracias a un amigo chef coreano que me sirvió este tesoro culinario. En cada bocado sus sabores intensos me transmitieron siglos de tradición. Esa experiencia no solo me deleitó el paladar sino que también encendió mi curiosidad por los relatos que albergaba cada hoja de col fermentada. El kimchi, como me enseñó mi amigo coreano, no es simplemente un plato, sino un proceso ancestral de conservación transformado en arte. Con su mezcla de vegetales, chile, ajo y jengibre, y la magia de la fermentación, este platillo encapsula una lección de historia y paciencia. Los coreanos, enfrentados a la necesidad de conservar alimentos para los crudos inviernos, idearon el kimchi como una solución de supervivencia. Las primeras formas de kimchi se remontan a épocas ancestrales y consistían principalmente en salar y fermentar vegetales para extender su vida útil. Esta fermentación natural, realizada en jarras de barro enterradas en el suelo para aprovechar las temperaturas más frescas, permitía fermentar los vegetales lentamente, desarrollando esos sabores distintivos y complejos.

Pero su valor se extiende más allá de la cultura y la cocina: el kimchi es un campeón de la salud. Cargado de probióticos, vitaminas y antioxidantes, es un baluarte contra enfermedades y el envejecimiento. Inspirado por estos beneficios y los sabores que había atesorado en mi memoria, me lancé a la tarea de prepararlo. Lo que emergió de mi cocina después de esos ocho días fue una celebración de sabores, un puente entre Corea y Colombia, y un testamento a la comida como un diálogo intercultural. El kimchi no solo nutrió mi cuerpo, sino que también expandió mi mente, permitiendo conectarme con un país lejano.

Conocer otras culturas a través de su gastronomía es una aventura para el paladar y la mente, una oportunidad de saborear historias que trascienden fronteras y generaciones. Así que, la próxima vez que entren a un restaurante coreano, ordenen kimchi. Quizás puede representar, para ustedes, el inicio de una aventura, una que comienza con un sabor audaz y desemboca en un abrazo cultural.

QOSHE - Kimchi - Aldo Civico
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Kimchi

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07.11.2023

Dicen que la mejor manera de viajar sin moverse de casa es a través de la comida. Puede ser tan simple, por ejemplo, como abrir un frasco de kimchi. Esta especialidad coreana, con su sabor picante y su rica historia, me transportó desde mi cocina hasta las bulliciosas calles de Seúl. Fue en uno de los nuevos restaurantes coreanos de Colombia donde redescubrí el kimchi, esa col fermentada que se ha convertido en una estrella gastronómica. Impulsado por la curiosidad, me aventuré a prepararlo en casa. Tras ocho días de fermentación, he descubierto por qué el kimchi es más que una tendencia culinaria pasajera.

Recuerdo la primera vez que lo probé, hace años, gracias a un amigo........

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