Los hinchas del fútbol en Colombia, en general, son malos amigos. Claro, acá no hay cultura deportiva, pero al menos deberíamos ser lo básico. Se considera que un amigo es aquel que está en las buenas y en las malas, que nos acepta tal como somos y siempre está dispuesto a perdonar y ayudar.

Es fácil estar cuando el club de los amores gana la Libertadores o se pone durante una buena racha de papá de los rivales más respetados. Es elemental estar ahí en la victoria y debería serlo estar en las derrotas. Pero en los malos tiempos quedan pocos. Así son el fútbol y la vida.

Como el amor por el fútbol se parece a veces más al amor que a la amistad, aunque esta última es un componente esencial del primero, uno puede entender el dolor, la frustración y la impotencia en las horas bajas.

Lo que no se puede explicar ni entender es la sevicia con la que muchos tratan a sus equipos. Desde quemar sillas en las tribunas para causar suspensiones hasta irrumpir en una rueda de prensa para insultar al entrenador de turno, pasando por los insultos en las redes sociales e incluso en la prensa a través de sus exponentes más mediáticos.

El deber con el equilibrio no es solo del periodismo. Es de todos los ciudadanos y aunque cada vez estemos más polarizados como sociedad, el fútbol debería ser ese escenario de conciliación, paz y amor, aun cuando las pulsaciones estén a mil.

Todo lo anterior si entendemos al fútbol como un fenómeno cultural que mueve masas, sentimientos y emociones alrededor de un deporte.

Pero aun si entendemos el fútbol como un negocio en el que hay una relación entre prestador de un servicio (club) y cliente (hincha), este ultimo debería, si tanto le molesta que su equipo ande mal, abandonar el estadio y no molestar más.

Está claro que hay algunos que tienen montado su negocio sobre la base del terror y la violencia en los estadios y alrededores, pero esos son una gran minoría.

En esta ocasión me quiero referir a los que creen que porque pagan una boleta tienen derecho a insultar a los integrantes de la institución que dicen amar. Esos son malos amigos y no les importa serlo.

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Columna de opinión de Antonio Casale: Malos amigos

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19.02.2024

Los hinchas del fútbol en Colombia, en general, son malos amigos. Claro, acá no hay cultura deportiva, pero al menos deberíamos ser lo básico. Se considera que un amigo es aquel que está en las buenas y en las malas, que nos acepta tal como somos y siempre está dispuesto a perdonar y ayudar.

Es fácil estar cuando el club de los amores gana la Libertadores o se pone durante una buena racha de papá de los rivales más respetados. Es elemental estar ahí en la victoria y debería serlo estar en las derrotas. Pero en los malos tiempos quedan pocos. Así son el........

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