¿Qué cosas vio el pintor Hans Hertervig en sus larguísimas contemplaciones de los fiordos occidentales de su Noruega natal? ¿Qué entidad fantasmagórica le hablaba sin hablarle? ¿Fueron aquellas comunicaciones la causa de la enfermedad mental que, de asilo en asilo, lo llevó a la muerte a sus 72 años, en 1902?

¿Qué conmovió al escritor Jon Fosse, Nobel 2023 y pariente lejano del pintor, cuando en el otoño de 1991 resolvió entrar a la Galería Nacional de Oslo y descubrió uno de los cuadros abigarrados de Hertervig, que muestra la pequeña isla donde este nació y creció?

Pues a pesar de que hoy Hertervig es una de las glorias de la historia de las bellas artes noruegas, y de que Melancolía es la fulgurante novela en que Fosse trata sobre la vida de aquel genio, si usted quiere resolver esas preguntas, no lea esta obra literaria. O léala, si se cree capaz de persistir hasta el final de sus 373 páginas, sin capítulos, sin intertítulos, un chorro de palabras que ruedan y ruedan sobre sí mismas.

Así comienza a narrar este Nobel: “estoy echado en la cama, vestido con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje, (...) y no quiero escuchar a Hans Gude decir que no le gusta el cuadro que estoy pintando. Solo quiero quedarme en la cama mirando las musarañas, mirando por la ventana... Y en una de las otras estancias de la casa está mi amada Helene”.

Este es el inicio de una retahíla a la que se añaden unas pocas escenas más, igualmente reiteradas: Lars, estudiante de pintura, no tolera la descalificación de su obra; la amada Helene tiene apenas 15 años y su familia expulsa al pintor del cuarto alquilado; él insiste es que es el único que sabe pintar, quiere matar a los pintores que no saben pintar; es atormentado por la visión de telas blancas y negras voladoras que lo asedian.

El relato en primera persona muestra la creciente esquizofrenia de un ser que se siente a la vez iluminado y perseguido por la mediocridad circundante. El escritor va dando vueltas en el asador a esta víctima, que al mismo tiempo es un genio. Regresa a su juventud de nueve hermanos y extrema pobreza, y lo exhibe trepado solitario a una roca del fiordo mientras contempla quién sabe qué misterio.

El lector se queda sin saber con qué mundos más allá de lo humano se fascina Lars. Lo acompaña a los torturantes ámbitos de los sanatorios. Y apurada la pócima de esta lectura, va corriendo a su computador para buscar en un clic las pinturas de Hertervig. Entonces recuerda al alemán Caspar David Friedrich que entre el XVIII y XIX pintó atmósferas similares.

Los cuadros del noruego suceden en valles hundidos bajo el peso de glaciares derretidos –fiordos, en lengua vikinga–, con rocas marinas cuarteadas, árboles esqueléticos, cielos amenazantes, vegetación roja. Alguien desconocido se asoma sin proponérselo, cierta voz se pronuncia, aunque no se oiga.

Bajo esta sustancia encrespada es posible intuir lo que entrevió Hertervig y lo que sospecha Fosse. Dos hombres grandes, bajo el halo grande del mundo.

arturoguerreror@gmail.com

QOSHE - “Melancolía” de Fosse y fiordos de Hertervig - Arturo Guerrero
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“Melancolía” de Fosse y fiordos de Hertervig

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23.02.2024

¿Qué cosas vio el pintor Hans Hertervig en sus larguísimas contemplaciones de los fiordos occidentales de su Noruega natal? ¿Qué entidad fantasmagórica le hablaba sin hablarle? ¿Fueron aquellas comunicaciones la causa de la enfermedad mental que, de asilo en asilo, lo llevó a la muerte a sus 72 años, en 1902?

¿Qué conmovió al escritor Jon Fosse, Nobel 2023 y pariente lejano del pintor, cuando en el otoño de 1991 resolvió entrar a la Galería Nacional de Oslo y descubrió uno de los cuadros abigarrados de Hertervig, que muestra la pequeña isla donde este nació y creció?

Pues a pesar de que hoy Hertervig es una de las glorias de la historia de las bellas artes noruegas, y de que Melancolía es la fulgurante novela en que Fosse trata sobre la vida de........

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