Año y medio de concierto y desconcierto. Este es el lapso que se cumplió antier. Hay varios conciertos y varios desconciertos. Por una ruta parecen ir los discursos, por otra diferente, las acciones. Las palabras no siempre concuerdan con la realidad y las realizaciones se asemejan sospechosamente en sus marrullas a las usanzas del pasado. De ahí que la población ande despistada. Los únicos que cuentan con certezas a prueba de todo son los fanáticos de cada bando. Son las guardias pretorianas, minoritarias pero eficaces en su vociferación. En el comienzo hubo aturdimiento, pues era difícil de asimilar el cambio de sentido arrojado por los votos. Luego de siglos y siglos, por primera vez se asomaba la manera disidente de pensar.

Al pasar los meses se fue definiendo la hondura de la divergencia. De verdad la corriente recién llegada contradecía los modales, los contenidos y las políticas que el país había experimentado a lo largo del prolongado hilo de la historia. Pronto se advirtió que no era posible gobernar sin juntarse en alianzas con quienes sabían dominar el potro nacional, pero al que se acerca a la candela se le quema la ropa, y no solo a causa de esas alianzas, sino de costumbres largamente incrustadas en el modo antiguo de ser colombianos. Aquí un negocito, allí una embajada, más acá una duda en la financiación de campañas, más allá ciertos modales millonarios de familiares y cercanos.

No todo era asunto de indelicadezas. También se evidenció que detrás de la discordancia estratégica bullía un sesgo del pensamiento que parte en dos a la humanidad: los de nuestro lado popular y los del bando empresarial y oligárquico. De este parteaguas esencial deriva íntegra la concepción de las reformas y del consiguiente cambio sustancial. Paulatinamente emergió el fondo de la discrepancia.

A todo se agregaron actitudes incomprensibles en la cúpula del nuevo liderazgo. Ciertas ausencias, ciertas lagunas en la agenda oficial, ciertos preocupantes signos de costumbres personales de dudosa ortografía. El conjunto, además, condimentado con una incapacidad de hacer equipo, una megalomanía extendida hasta el confín de las estrellas, y un ego que no cabe en el planeta Tierra.

“Eso pasa porque da papaya”, conjeturaron los obsecuentes, las adoratrices. Y esa papaya fue espléndidamente aprovechada por la prensa de la vieja sociedad que difundió también en redes sociales las minucias de esa conducta fácilmente ridiculizable. Así llegó el desconcierto. Así los convencidos de la paz y del cambio se vieron reducidos a bandada virtuosa que redunda en certezas deslucidas.

Y así navega el pobre país. Unos tratando de escenificar la recuperación del gobierno por primera vez perdido. Otros procurando ondear banderas en las plazas para que cien años de soledad no sean más el único destino de las estirpes condenadas.

Entre conciertos y desconciertos esta patria eternamente contradictoria recuerda que es montaña y es llano, es mar y es selva, es páramo y es agua termal.

arturoguerreror@gmail.com

QOSHE - Año y medio de concierto y desconcierto - Arturo Guerrero
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Año y medio de concierto y desconcierto

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09.02.2024

Año y medio de concierto y desconcierto. Este es el lapso que se cumplió antier. Hay varios conciertos y varios desconciertos. Por una ruta parecen ir los discursos, por otra diferente, las acciones. Las palabras no siempre concuerdan con la realidad y las realizaciones se asemejan sospechosamente en sus marrullas a las usanzas del pasado. De ahí que la población ande despistada. Los únicos que cuentan con certezas a prueba de todo son los fanáticos de cada bando. Son las guardias pretorianas, minoritarias pero eficaces en su vociferación. En el comienzo hubo aturdimiento, pues era difícil de asimilar el cambio de sentido arrojado por los votos. Luego de siglos y siglos, por primera vez se asomaba la manera disidente de pensar.

Al pasar los meses se fue........

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