The Economist de Londres, denomina “conservadores nacionales” al creciente listado de líderes que está conformando una especie de frente global contra el liberalismo, y señala que este necesita encontrar una manera de detenerlos. Personajes como Trump en Estados Unidos, Orban en Europa, Bolsonaro en América Ibérica, son referentes de un variopinto grupo de políticos de occidente interesados en demoler la ortodoxia no solo política sino económica que, en las últimas décadas ha dominado el pensamiento occidental.

Esa ortodoxia es hija de otro revisionismo, originado en el mundo anglosajón, según el cual el Estado ya no es la solución sino el problema. Europa mantuvo formas de estado social. América lo desmanteló, sobre todo, después del Consenso de Washington. Sin embargo, dos décadas después, la pandemia mostró que su tratamiento no era posible sin el Estado y demostró que pueden venir otras, agravadas por el bajo crecimiento y por múltiples estallidos sociales, que no se resuelven sin él. Eso presiona el regreso del péndulo, de manera que el Estado vuelva a ser más protagonista que espectador.

Por desgracia, el inmenso poder de los populismos actuales, basado en una demagogia irresponsable, está construyendo rutas hacia ninguna parte y empujando la democracia liberal hacia su colapso. En su edición del 14 de febrero último, The Economist publica un mapa con la clasificación de las democracias plenas, las defectuosas, los regímenes híbridos y los autoritarios: en América del Sur la única democracia plena es Uruguay; en Centroamérica, Costa Rica y en América del Norte solamente Canadá.

Thatcher y Reagan impusieron su visión en torno a la libertad de mercados a partir de los años ochenta. Suscribieron un liberalismo a ultranza como receta universal. Cuatro décadas después se registra un crecimiento sin precedentes tanto de la riqueza como de la desigualdad, visibilizando las dos caras de la moneda inventada por aquella dupleta, en todo su dramatismo. Este es el caldo de cultivo del neoconservadurismo nacional que quiere revisar la ortodoxia del neoliberalismo global y regresar a los días más gloriosos y agresivos del Estado-nación: Es necesario construir muros, castigar las migraciones, condenar el pluralismo, rechazar la globalización y anteponer la soberanía nacional sobre el individuo.

El País de Madrid, señala que la muy probable victoria de Trump en Estados Unidos puede significar el comienzo de un colapso democrático. Si Trump fue inicialmente un síntoma de la crisis que aflige a nuestra democracia, se ha convertido ahora en su fuerza motriz, escribe el diario español en su edición de este 20 de febrero. “Lleva tres años rumiando su rencor”, anota el cronista, y luego recuerda las amenazas del expresidente en el Conservative Political Accion Conference: “Soy vuestro guerrero; soy vuestra justicia; y para los que han sido agraviados, soy vuestra venganza”.

Trump describe las causas penales abiertas contra él como simple producto de la malquerencia de sus enemigos. “Es una cosa de país tercermundista: mete a tu oponente a la cárcel. Eso significa que yo puedo hacer lo mismo”. Es un bárbaro. Con razón Liz Cheney, hija del exvicepresidente Dick Cheney y líder de un sector republicano que prefiere los civilizados sobre los guerreros, dio su voz de alarma: “Estados Unidos camina sonámbulo hacia la dictadura”.

QOSHE - El colapso de la democracia - Augusto Trujillo Muñoz
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El colapso de la democracia

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23.02.2024

The Economist de Londres, denomina “conservadores nacionales” al creciente listado de líderes que está conformando una especie de frente global contra el liberalismo, y señala que este necesita encontrar una manera de detenerlos. Personajes como Trump en Estados Unidos, Orban en Europa, Bolsonaro en América Ibérica, son referentes de un variopinto grupo de políticos de occidente interesados en demoler la ortodoxia no solo política sino económica que, en las últimas décadas ha dominado el pensamiento occidental.

Esa ortodoxia es hija de otro revisionismo, originado en el mundo anglosajón, según el cual el Estado ya no es la solución sino el problema. Europa mantuvo formas de estado social. América lo desmanteló, sobre todo, después del Consenso de Washington. Sin embargo, dos décadas después, la pandemia mostró que su........

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