Los enfrentamientos entre el Gobierno y la oposición, orquestados por no pocos medios de comunicación y por las redes, han convertido la política en un peligroso y desagradable pugilato. Tras él se percibe, como bien lo señaló el cardenal Luis José Rueda, que buena parte de la dirigencia nacional está privilegiando los incendiarios sobre los bomberos. Eso es sembrar semillas de violencia. Los incendiarios abundan, sobre todo en la oposición; los bomberos escasean, sobre todo, en el Gobierno.

Colombia tiene una vocación civil que la protege contra los golpes de Estado, pero no contra los populismos. Aquellos destruyen el Estado de derecho desde afuera, porque se inspiran en extremismos de estirpe fascista o comunista. Los populismos, en cambio, lo destruyen desde adentro. Sus bases no son democráticas sino demagógicas y, por lo mismo, generan conflictos y polarizaciones. Los populismos estimulan los abusos de poder y, al mismo tiempo, los encubren. Sus medidas cumplen las reglas vigentes, pero violan los principios jurídicos. Así nacen las leyes habilitantes, la cooptación de las otras ramas del poder público, los autoritarismos selectivos, el odio visceral que convierte al adversario en enemigo.

El país tiene que reexaminarse a sí mismo porque está marchando hacia el despeñadero de una crisis sin remedio. El jefe del Estado no puede seguir diciendo que las investigaciones que se abran contra él o contra miembros de su Gobierno constituyen una ruptura institucional. La oposición tampoco puede seguir asumiendo que su reto es impedir que el presidente llegue al final de su período. Ninguno de los dos puede darse el lujo de ignorar al otro porque el país está por encima de ambos. Es ingenuo afirmar que nadie quiere tumbar a Petro y es cándido creer que la puja es completamente transparente.

En su editorial del domingo anterior, este diario exigió “no más gasolina al incendio institucional”. Al jefe del Estado se le ha ido la mano en gasolina, porque abusa del ejercicio de su capacidad de convocatoria. A sus opositores se les ha ido la mano en gasolina porque sus políticas son desestabilizantes y rompen cualquier posibilidad de avanzar en la idea de construir unidad en la diferencia. Al fiscal general sí que se le fue la mano, porque arrojó más gasolina que todos los demás juntos. Y falta mencionar la que vierten ciertos periodistas militantes.

A los colombianos les corresponde rodear a la Corte Suprema tras el asedio de la semana anterior: es apenas natural en un Estado de derecho que debe garantizar la independencia de sus jueces. Pero la Corte tiene responsabilidades con un país que algunos quieren incendiar desde arriba, mientras responsabilizan a otros que se quieren expresar desde abajo. No se puede pretextar inexistencia de normas sobre plazo para designar al fiscal, a sabiendas de que esta interinidad es perniciosa y dañina. El presidente Boric, de Chile, despidió al expresidente Piñera en su viaje sin regreso, con unas frases virtuosas de este último: “Podemos pensar distinto y es bueno que así sea. Pero al mismo tiempo tenemos que aprender a caminar juntos y a construir, entre todos, los caminos necesarios para avanzar”. ¿Impedirán los odios, que este país se mire en ese espejo?

@inefable1

QOSHE - Incendiarios y bomberos - Augusto Trujillo Muñoz
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Incendiarios y bomberos

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16.02.2024

Los enfrentamientos entre el Gobierno y la oposición, orquestados por no pocos medios de comunicación y por las redes, han convertido la política en un peligroso y desagradable pugilato. Tras él se percibe, como bien lo señaló el cardenal Luis José Rueda, que buena parte de la dirigencia nacional está privilegiando los incendiarios sobre los bomberos. Eso es sembrar semillas de violencia. Los incendiarios abundan, sobre todo en la oposición; los bomberos escasean, sobre todo, en el Gobierno.

Colombia tiene una vocación civil que la protege contra los golpes de Estado, pero no contra los populismos. Aquellos destruyen el Estado de derecho desde afuera, porque se inspiran en extremismos de estirpe fascista o comunista. Los populismos, en cambio, lo destruyen desde adentro. Sus bases no son democráticas sino........

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