Cuando estaba pequeña me llevaron a Palmira a que me “exorcizara” un tío padre, a la catedral, la que por cierto se debe a él, porque “a esta niña hay que sacarle el diablo”. No sé si logró sacarlo del todo, pero como coincidió con que me apasionaba leer me topé con la Biblia, pues mi familia creyó que “estaba libre de espantos”.

No sabía que era un libro religioso, pero me fascinaron esas aventuras: la de Abraham, al que le habían ordenado matar a su hijo y de papaya se había salvado; Noé, que construyó un arca mágica cuando cayó un diluvio universal y logró meter a una hembra y un macho de cada especie animal, desde los elefantes gigantes hasta la pulga más diminuta, y flotó y flotó hasta que encontraron un arcoíris, mandaron un chulo a averiguar si había tierra firme en el horizonte y, como no volvió, envió una paloma mensajera que le entregó la buena noticia, y se salvó todo. No sé si metieron peces, no me acuerdo. Pero la que me leía y repetía era la de Moisés, que metieron en un canasto y lo dejaron de bebé a la deriva por el río Nilo hasta que lo encontró la hija de un faraón, lo adoptó y lo bautizo Moisés, sin caer en cuenta que era un nombre hebreo, y los egipcios los tenían de esclavos hacía 400 años y a cada rato mataban a los niños.

Moisés siempre supo que era diferente: sentía amor por los esclavos hebreos y, en una ocasión, al ver cómo le daban latigazos a uno, agarró a pedrada limpia al agresor y lo mato. Huyó al desierto, terminó en una pequeña tribu, se casó, tuvo hijos y luego escaló la montaña sagrada. Escuchó la voz de Dios por medio de una zarza encendida y se propuso liberar a sus hermanos de sangre y guiarlos a Canaán, la tierra prometida.

Si a esta historia le sumamos las siete plagas, el Nilo convertido en sangre, las moscas, los piojos, las langostas, las vacas y caballos muertos, el maná convertido en pan… en fin.

Este fin de Semana Santa descubro en Netflix Testamento: La historia de Moisés, de tres capítulos. Una miniserie meticulosamente comentada por historiadores teólogos de las tres religiones monoteístas: judía, cristiana e islámica. Una fotografía y unos paisajes espectaculares. Una historia asombrosa y profunda.

Saco en conclusión cómo el dios de cada una de ellas castiga la soberbia, enseña que cada acto tiene sus consecuencias, recalca que muchas veces es atravesando desiertos interiores y sufrimientos como logramos llegar a los oasis del alma y conseguir las metas, la importancia del amor incondicional, la honestidad, el camino de la paz y el reconocimiento y la aceptación del “otro” con respeto, y la vigencia eterna de las Tablas de la Ley.

La recomiendo a creyentes y no creyentes. Es como “retornar a lo básico” que, aunque parece fácil, es un camino arduo y se necesita constancia y disciplina. Cae como anillo al dedo en estos momentos de frivolidad, consumismo, becerros de oro, mentiras, dictadorzuelos peligrosos y psicópatas, inteligencias artificiales y bombas nucleares, desigualdad, hambrunas, confusión...

Me sigue produciendo terror ese Dios castigador del Antiguo Testamento, pero sí creo que cada ser es responsable de sus acciones, omisiones y reacciones. Le agradezco al tío padre su exorcismo. No todo fue en vano: mis demonios interiores se han calmado, he transitado por desiertos, encontrado oasis y aprendido a vivir con gratitud el presente.

QOSHE - El testamento de Moisés - Aura Lucía Mera
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El testamento de Moisés

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02.04.2024

Cuando estaba pequeña me llevaron a Palmira a que me “exorcizara” un tío padre, a la catedral, la que por cierto se debe a él, porque “a esta niña hay que sacarle el diablo”. No sé si logró sacarlo del todo, pero como coincidió con que me apasionaba leer me topé con la Biblia, pues mi familia creyó que “estaba libre de espantos”.

No sabía que era un libro religioso, pero me fascinaron esas aventuras: la de Abraham, al que le habían ordenado matar a su hijo y de papaya se había salvado; Noé, que construyó un arca mágica cuando cayó un diluvio universal y logró meter a una hembra y un macho de cada especie animal, desde los elefantes gigantes hasta la pulga más diminuta, y flotó y flotó hasta que encontraron un arcoíris, mandaron un chulo a averiguar si había tierra firme en el horizonte y, como no volvió, envió una........

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