Podría ser este el título, o también “La revolución de las canas”, o “Hijos mayores con padres mayores”. Cualquiera cuadra. En todo caso, es un estreno que jamás se había presentado en nuestra evolución, me refiero a la humana. No sé si estará sucediendo lo mismo en el mundo animal o vegetal. Ya todo es posible.

Hasta hace pocos años llegar a los ochenta o noventa años era un récord, y en la despedida de hijos a padres, aunque dolorosa, se consideraba que esos seres queridos habían llegado a una edad longeva. Ya los considerábamos ancianos y dependientes, frágiles y cansados. De pronto, todo cambió. Seguimos vivos y coleando toda una generación, nacida entre finales de los treinta y comienzos de los cincuenta que no acepta el denominado “edadismo” ni que quiere ser excluida de nada.

Veo fotos de mi abuela materna, que murió a los cuarenta y pico de años. No la conocí, pero en sus fotos la imagen es de una matrona vestida con volantes y encajes, con su pelo recogido en una moña grande, ya adultísima. Del abuelo tengo una imagen borrosa, de un señor mayor de gafas que me cargaba en sus brazos. Y por el lado paterno, ambos ancianos, él con cuello de pajarita y bastón, muy serio, unas manos largas y huesudas, y ella siempre en la cama, con su trenza canosa y su vestido de pepitas blanco y negro, su cara ajada y sus ojos azules ya marchitos.

Jamas imaginaron que sus descendientes, a esas mismas edades, estuviéramos de pantalones de lino, o jeans, nadáramos en piscinas, manejáramos carro, viajáramos y tuviéramos total autonomía. Muchos viviendo solos en apartamentos, llevando una vida social activa, sin perderse “ni la cambiada de una llanta”, maquillaje, tinturas de pelo, asistencia a los gimnasios o dando saltos en clase de baile, jugando golf, caminando, trotando, comiendo de todo, activos en política, académicos, ejecutivos, trabajadores, profesores, actores o escritores.

Al leer un artículo del diario español El Mundo titulado Por qué resulta cada vez más complicado comunicarte con tu madre que ya ha cumplido los 70, 80, 90... entendí muchas cosas: existe una especie de rebeldía creciente de la población de 70, 80 o 90 años para empoderarse de sus vidas, causando un conflicto en las relaciones hijos mayores de padres mayores. En este texto recopilan testimonios de hijos cuyas madres son unas “rebeldes” que a sus ochenta y muchos años se niegan a tomarse las pastillas, no le hacen caso al médico, insiste en salir solas y seguir haciendo lo que le da la mismísima gana. Otras muestran la resistencia de un “botijo de titanio” a cualquier sugerencia que se les haga.Algunos padres tienen prohibido comer chocolate, pero los compran, los esconden y siguen comiéndolos.

En el mismo artículo se cita a la escritora Anna Freixas, quien sugiere que adultos mayores y sus hijos encuentren “ una nueva forma de vivir la vejez”: dejar de mirarlos como seres pasivos, indefensos y no limitarlos simplemente al título de “abuelos”, que de por sí los limita e invalida.Recomienda, además, no olvidar que los mayores tienen derecho tener su libertad e independencia para vivir como les parezca, viajar, conducir, entre otras actividades, y no sentirse como una carga inútil, incomprendidos y frustrados, resignados a que la existencia se vuelva gris.

Me da risa porque muchas veces, en conversación con “mis cuates”, mujeres y hombres, a veces sacamos el tema de que nos quieren poner chofer, que no apaguemos el celular para saber dónde estamos, que no se nos ocurra viajar solas, que si trasnochamos, en fin.

La verdad es que nos negamos, si tenemos salud y ganas, a que nos empiecen a cuidar como si fuéramos los hijos pequeños, que dimos la vuelta en una extraña metamorfosis. Queremos autonomía mientras podamos. Y eso sí, amor, mucho amor, porque sin amor no se puede vivir. Y el amor abuelo-hijos-nietos es lo que nos motiva a seguir.

¡Estrenemos relaciones y vivamos intensamente cada instante!

QOSHE - Estrenando relaciones - Aura Lucía Mera
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Estrenando relaciones

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05.03.2024

Podría ser este el título, o también “La revolución de las canas”, o “Hijos mayores con padres mayores”. Cualquiera cuadra. En todo caso, es un estreno que jamás se había presentado en nuestra evolución, me refiero a la humana. No sé si estará sucediendo lo mismo en el mundo animal o vegetal. Ya todo es posible.

Hasta hace pocos años llegar a los ochenta o noventa años era un récord, y en la despedida de hijos a padres, aunque dolorosa, se consideraba que esos seres queridos habían llegado a una edad longeva. Ya los considerábamos ancianos y dependientes, frágiles y cansados. De pronto, todo cambió. Seguimos vivos y coleando toda una generación, nacida entre finales de los treinta y comienzos de los cincuenta que no acepta el denominado “edadismo” ni que quiere ser excluida de nada.

Veo fotos de mi abuela materna, que murió a los cuarenta y pico de años. No la conocí, pero en sus fotos la imagen es de una matrona vestida con volantes y encajes, con su pelo........

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