Supuestamente, el exembajador mexicano Andrés Roemer tuvo una audiencia en Israel este domingo 3 de marzo para determinar si será extraditado o no, pues más de 60 denuncias por acoso y abuso sexual lo esperan en México. Supuestamente, porque en realidad nadie por estos meridianos lo sabe, las denunciantes no tienen información y se sienten frustradas y maniatadas frente a dos sistemas de justicia que les fallan de forma sistemática.
En Volcánicas hicimos una línea de tiempo exhaustiva que muestra todas las denuncias públicas del mexicano, sus vínculos con las altas esferas de poder en ambos países y las trabas legales y diplomáticas que mantienen su caso en la impunidad. En 2019 se desató un diluvio de escraches por acoso y violencia sexual en México, en donde se mencionaron los nombres de muchos ilustres intelectuales y artistas. Entre ellos, brillando por su frecuencia, estuvo el de Andrés Roemer, embajador, intelectual, gestor cultural y, presuntamente, agresor sexual. La particularidad de Roemer es que tenía denuncias que se extendían hasta 1990 de mujeres que no se conocían entre sí, pero contaban la misma historia: que Roemer las buscaba con la excusa de ofrecerles trabajo, las invitaba a su imponente casa en el parque Río de Janeiro, en la colonia Roma Norte, en Ciudad de México, las paseaba por la biblioteca o la sala de cine privada, y al quedarse a solas con ellas presuntamente las agredía sexualmente, con denuncias que hablan de masturbaciones, besos forzados, tocamientos y abuso sexual.
Roemer ha sido cercano a nombres con poder en México, como Carlos Salinas de Gortari, Ricardo Salinas Pliego (dueño de TV Azteca) y Enrique Peña Nieto. Fue profesor en la Universidad de Berkeley, en el ITAM, lideró el magazín de Canal 7, La Ciudad de las Ideas por más de una década, programas de radio como Pensar para pensar y se estima que fue el creador de “más de 1.300 programas” de televisión, según el Senado mexicano. Ha ocupado múltiples cargos públicos como secretario técnico de Política Cultural en Conaculta, embajador extraordinario y plenipotenciario para fungir como representante permanente de México ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en París, y también ha recibido cuantiosas sumas del recurso público para su organización Poder Cívico A. C.
En febrero de 2021 se materializaron cuatro denuncias contra Roemer en la Fiscalía y, en marzo de ese año, Roemer huyó a Israel, en donde su comportamiento parece haber cambiado muy poco, pues en abril una mujer estadounidense lo denunció por acoso, después de ofrecerle un departamento para alquilar en Tel Aviv. En mayo de 2021 la Interpol lanzó una ficha roja para su detención y desde entonces también ha sido acusado de triangulación de fondos para paraísos fiscales. Como no hay un tratado de extradición entre Israel y México, el intelectual sigue libre en Israel (en donde nombraron una calle en su honor), y con el contexto actual se ha vuelto más difícil tener noticias de cómo avanzan sus procesos. Esto, por supuesto, no ha impedido que las denunciantes sean hostigadas ni que Roemer demandara a una de ellas por “abuso del derecho a la libertad de expresión y de información”, o que lanzara una campaña en redes para mejorar su reputación usando la voz de creadoras de contenido antifeministas. El caso de Roemer es paradigmático porque muestra cómo la cercanía con el poder se puede usar, primero, para violentar y luego para garantizar la impunidad de esa violencia.
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