*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

En 1831, el gobierno francés envió a Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont a estudiar el sistema penitenciario estadounidense. Tocqueville y Beaumont aprovecharon su viaje para investigar la sociedad en su conjunto, incluida la libertad de prensa. Esta realidad difería notablemente de la de Francia; en la joven república, proliferaban diversos periódicos repletos de publicidad y con una calidad periodística variable. A diferencia de los periodistas ilustrados europeos, en el nuevo mundo hablaba quien quisiera, cuanto quisiera y como pudiera. Según Tocqueville, el estilo era “crudo, directo y carente de arte”, marcado por disputas privadas y especulación. No obstante, para Tocqueville, esas diversas y vivas voces constituían la esencia vibrante de una nación que se reconocía a sí misma como soberana.

Influida por esta lectura, por mucho tiempo estuve convencida de que en la comunicación y periodismo, contrario a la cita atribuida a Mies Van der Rohe, más era más. Por eso, uno de los consejos que les doy a mis estudiantes es el de oír sin pudor y seguir a políticos y líderes de opinión con los que tuvieran divergencias, los que “les generan intolerancia”, por los que no votarían jamás. Esto, por supuesto, supone resistir al algoritmo que siempre quiere darnos lo que es como nosotros para que, como la bruja de Blanca Nieves, nos deleitemos en el propio reflejo. Pero la democracia, les digo, es la fricción activa de la diferencia entre iguales, el encuentro en lo público de lo privado. Hay que ir a buscar a los otros ciudadanos.

Hoy creo que tal vez “más no es necesariamente más”. Las redes digitales no son ya públicas en un sentido físico. La gente no se ve y se encuentra y se conoce y se reúne, sino que desde su cama lanza frases al infinito. No son horizontales, sino lo contrario; la tecnología que debería acercarnos a nuestros gobernantes permite que nos hablen sin nunca tener que responder a nuestras preguntas. Por triste que suene tener que aplaudir migajas, hace no mucho Uribe tenía que verse en la tarea de mirar al periodista a la cara y decirle “siguiente pregunta”. Hoy es sólo verborrea Xcera. Y, por último, además de “cruda, directa y carente de arte” la información está siendo falsa, provocadora y tergiversadora a un ritmo que no hay discusión que la resista.

No estoy teniendo un dejo nostálgico por alguna aristocracia muerta. Amo la democracia viva y chismosa. Pero no deja de ser un alivio que, por ejemplo, al ministro de Salud se le ocurriera decir su última barbaridad en una presentación ante el Congreso. Mal por la irresponsabilidad de sugerir, sin pruebas, que los colombianos vacunados contra el Covid-19 hacían parte de un experimento. Pero bien que semejantes acusaciones tomaran lugar ante la asamblea de congresistas y periodistas. La reunión pública alcanzó a contener el mensaje y frenó la desinformación desde muchos frentes antes de que se expandiera a audiencias cuyo algoritmo jamás les mostraría, por ejemplo, la respuesta de la Asociación de Epidemiología de Colombia.

Y es que ahí está el punto: más no es más porque ya no estamos juntos. Las dinámicas contemporáneas nos han arrojado a una realidad aislada y virtual donde no sólo llamar por teléfono es una transgresión, sino también, como me enteré hace poco, timbrar a la puerta. Algo que es maravilloso en términos de ruido, no me quejo. Mi punto está en que nuestra comunicación se ha convertido en ir dejando mensajes para que un algoritmo los recoja a conveniencia, en el momento que quiera y en el orden que complazca. Y este exceso no nos está dejando defendernos del algoritmo.

QOSHE - Cambié de opinión sobre la relación entre más comunicación y democracia - Catalina Uribe Rincón
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Cambié de opinión sobre la relación entre más comunicación y democracia

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02.12.2023

*Invitamos a nuestros columnistas a contarnos de las ideas que defendieron y que, ahora, perciben de manera diferente. Esta columna es parte del especial #CambiéDeOpinión.

En 1831, el gobierno francés envió a Alexis de Tocqueville y Gustave de Beaumont a estudiar el sistema penitenciario estadounidense. Tocqueville y Beaumont aprovecharon su viaje para investigar la sociedad en su conjunto, incluida la libertad de prensa. Esta realidad difería notablemente de la de Francia; en la joven república, proliferaban diversos periódicos repletos de publicidad y con una calidad periodística variable. A diferencia de los periodistas ilustrados europeos, en el nuevo mundo hablaba quien quisiera, cuanto quisiera y como pudiera. Según Tocqueville, el estilo era “crudo, directo y carente de arte”, marcado por disputas privadas y especulación. No obstante, para Tocqueville, esas diversas y vivas voces constituían la esencia........

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